Extraoficialmente la consigna es clara: evitar un choque frontal con Washington mientras se busca aire político en casa. Un informe confidencial, en circulación restringida entre expertos en políticas de defensa al que ha tenido acceso El Independiente, plantea una fórmula creativa -a estilo del "thinking out of the box" que pregona Trump- para flexibilizar el porcentaje que amenaza con fracturar el bloque atlántico: alcanzar el 5% del PIB (3,5% en defensa pura y 1,5% en infraestructuras y ciberdefensa, entre otros) en gasto militar antes de 2035, tal y como exige la OTAN. Un umbral que, según fuentes conocedoras del documento, fue celebrado como un “logro diplomático” por la administración Trump, pero que no todos los aliados parecen dispuestos —o siquiera capaces— de cumplirlo.

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Una constatación que lleva a un grupo de analistas a plantear “ideas innovadoras que pudieran servir de base para una renegociación mutuamente aceptable hasta alcanzar algo así como un 3 %”. “Será extremadamente difícil”, reconoce el borrador, “que todos los aliados de la OTAN cumplan con el compromiso del 3,5%, debido a la inevitable intervención de la política interna”. Nueve países europeos no alcanzaron siquiera el umbral del 2% en 2024. España se menciona como caso paradigmático. Ni Pedro Sánchez ni otros líderes europeos plantearon en su día una alternativa realista, denuncia el documento, que ahora ofrece una “salida política” con el propósito de no socavar la retórica del “America First” del republicano sin dinamitar la cohesión de la Alianza.

Una fórmula en dos direcciones

El planteamiento del informe, que ha comenzado ya a circular por Washington entre políticos y think tanks, propone flexibilizar la fórmula de cumplimiento del reparto de carga militar. ¿Cómo? En esencia, externalizando parte de ese esfuerzo: presionar a "países neutrales europeos" (como Austria, Chipre, Irlanda, Malta o Suiza) para que aumenten su gasto en defensa; y exigir a los aliados extrarregionales —los llamados Aliados importantes extra-OTAN (MNNA, por sus siglas en inglés)— una subida de su presupuesto militar hasta al menos el 2,5% del PIB. En el caso de los primeros, “disfrutan de los beneficios de una o más instituciones europeas (por ejemplo, la Unión Europea o el espacio Schengen) sin asumir una parte justa de la carga que supone proteger dichas instituciones”, alega el documento.

Entre estos últimos se citan casos como Egipto, Kenia, Japón, Filipinas, Taiwán, Australia o Nueva Zelanda. Países que, en opinión del documento, “gastan mucho menos de lo que ahora se exige a los aliados de la OTAN, a pesar de beneficiarse directa o indirectamente del paraguas de seguridad liderado por Washington”.

Una diplomacia de porcentajes

Aunque el 3,5% aparece como objetivo político, el informe recuerda que los propios fundamentos de esa cifra son cuestionables. A falta de un criterio técnico común, lo cierto es que la cifra ha adquirido un valor simbólico en el pulso transatlántico: cuanto más alto el gasto, más lealtad demostrada hacia EEUU, que ha convertido el aumento del techo del gasto en un salvavidas para su industria armamentística.

De hecho, una de las ideas centrales del borrador es aprovechar el ciclo de revisión previsto para 2029. Si se anticipa que algunos países —España entre ellos— no alcanzarán ese umbral, convendría, según el documento, “tomar la iniciativa” para modificar los términos del debate. “Si esos esfuerzos tuvieran éxito, los aliados de la OTAN que no puedan o no quieran cumplir el compromiso del 3,5 % estarían en una posición mucho más sólida para impulsar una revisión de los términos en el futuro”, se sugiere.

Paracaidistas del Ejército italiano se preparan para partir tras aterrizar cerca de Jönköping, Suecia, durante el ejercicio Swift Response 24. | OTAN

Los aliados de la OTAN que no puedan o no quieran cumplir el compromiso del 3,5 % estarían en una posición mucho más sólida para impulsar una revisión de los términos en el futuro

La lógica no está exenta de cálculo político: si Tokio o Canberra elevan sus presupuestos de defensa, no solo refuerzan la disuasión frente a China, sino que alimentan el comercio de defensa con EE.UU., alineándose con los intereses industriales y estratégicos de la Casa Blanca. “El comercio de defensa de Estados Unidos es obviamente importante. Pero la marea alta levanta todos los barcos. El aumento del gasto militar de un país como Japón contribuiría casi con toda seguridad a aumentar el comercio de defensa de Estados Unidos”, alegan.

Una “salida” para Europa

La propuesta también contiene una crítica velada a la falta de iniciativa de algunos gobiernos europeos. En su negociación con Suiza por el acceso al mercado común, por ejemplo, Bruselas no supo —o no quiso— incluir en la agenda las obligaciones de defensa. “Fue una oportunidad perdida”, lamenta el texto. Más aún cuando se trata de países que disfrutan de los beneficios del espacio Schengen o del euro sin contribuir proporcionalmente a su defensa.

Para España, en concreto, el borrador apuesta por una jugada doble: promover el aumento de gasto militar en aliados no OTAN (incluso mediante programas conjuntos o formación militar) y, al mismo tiempo, defender un principio de equidad. “Si se consideraba que a algunos Estados miembros de la OTAN les interesaba permanecer por debajo del 3,5 % (por ejemplo, España), ¿por qué Sánchez y otros no propusieron medidas políticas alternativas realistas que les hubieran colocado en una posición más fuerte en el periodo previo a las negociaciones finales?”, se pregunta una fuente al tanto de la propuesta. “Por ejemplo, podrían haber propuesto aumentar un 3 %, pero colaborar con Estados Unidos para que los principales aliados no pertenecientes a la OTAN aumentaran significativamente su gasto en defensa con el fin de lograr un resultado aún mejor para la Administración Trump. Eso habría proporcionado un punto de partida diferente para las negociaciones finales sobre el 3,5 %”.

En la ecuación entran en juego otras variables. “Los países del grupo Five Eyes —como Australia, Nueva Zelanda o Reino Unido— reciben mucho más de Estados Unidos. ¿Por qué no exigirles también más?”, plantea. Una idea que podría convertirse en argumento de negociación para Madrid y otras capitales europeas. “También se puede esgrimir un argumento de equidad en el caso de los países del Five Eyes. España y otros países pueden señalar esto en su beneficio. En el proceso, darán a Washington una baza que podrá utilizar para presionar a esos países para que hagan más”

El informe circula como arma conceptual entre bastidores. Como “punto de partida para un diálogo”, según palabras de uno de sus urdidores. Un borrador idealista, si se quiere, pero pragmático: abrir la puerta a una redefinición más realista de los compromisos militares sin romper con Washington. Y, al mismo tiempo, limar las asperezas que han suscitado las amenazas de Trump y su forzado compromiso de defensa. El propósito último es establecer un marco de confianza y revisar, de paso, conceptos como el 3,5% final adoptado por los países de la OTAN. Algunas de las reacciones que ha cosechado el borrador inciden precisamente en el origen del porcentaje o la conveniencia o no de que todos los países dediquen el mismo porcentaje del PIB a la defensa, un argumento en línea con lo planteado por el Gobierno español. 

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