Se encontraron en Axdir, en el corazón de las montañas del Rif. Uno era un rebelde culto y astuto; el otro, un periodista con ambiciones. Abd el-Krim y Luis de Oteyza llegaron a protagonizar vidas paralelas, aunque solo compartieran hace un siglo unas horas un cara a cara tan polémico como determinante. Nacidos con pocos años de diferencia, ambos murieron en el exilio. Uno lideró la primera república anticolonial del siglo XX, la de un Rif que hoy vive con espasmos esporádicos de rebelión bajo las fronteras de Marruecos; el otro fue a su encuentro y aquella aventura se convirtió en un éxito profesional que, para bien y mal, le acompañaría el resto de su existencia.
“Si hubiera habido una segunda entrevista, Oteyza habría presumido de ella hasta el final”, explica en conversación con El Independiente el historiador Guillermo Soler García de Oteyza, autor de El ingenioso e inquieto Oteyza en campo enemigo (Crítica) y nieto de un sobrino del propio Luis de Oteyza. Porque si algo define al reportero español que cruzó hasta territorio enemigo, fue esa mezcla de vanidad y audacia, ese saberse parte de la noticia. “Era un superviviente y una persona que se adaptó a las circunstancias, que es bueno en su trabajo y sabe cómo hacer las cosas…”, arguye el autor de un libro que arroja luz sobre uno de los episodios más olvidados de la historia española reciente y su relación con el norte de África.
Luis de Oteyza (Zafra, Badajoz, 1883 - Caracas, 1961) fue el periodista español que entrevistó en persona a Abd el-Krim, líder de la resistencia rifeña contra el colonialismo hispano-francés. El encuentro tuvo lugar en 1922, en plena ebullición tras el desastre de Annual, cuando España intentaba lamerse las heridas de una contienda que había sido también una humillación nacional. El reportero, que dirigía entonces el diario La Libertad, logró lo que muchos otros ansiaban: superar la línea del frente, llegar a Axdir, y regresar indemne con una historia que cambiaría su vida. Y que marcaría también la de su entrevistado.
El hombre que entrevistó al héroe rifeño
Luis de Oteyza reivindicó un periodismo adelantado a la época, que tenía dosis de espectáculo. No bastaba con informar: había que construir un relato. Y si ese relato incluía al reportero como protagonista, tanto mejor. Fue cronista, aventurero, político y director de periódico. Pero sobre todo, fue un personaje. Uno que él mismo fabricó, paso a paso.
“Hay un momento en que deja de ser sólo periodista y se convierte en ‘Luis de Oteyza, el que fue al Japón, el que cruzó el Sáhara, el que entrevistó al diablo’”, dice Soler. La prensa de la época se rendía a ese juego. Lo llamaban “el ingenioso”, luego “el inquieto”. Oteyza cultivaba el personaje: posaba con su gorro de aviador, retratado con mujeres semidesnudas en África, siempre teatral, siempre provocador. “Era un personaje fardón y fanfarrón, con cierta vanidad y que en algunos momentos jugaba a desmitificarse, a quitarse importancia”.
Fue, sobre todo, una entrevista humana. Y eso, en una España aún embriagada de imperialismo, le costó caro.
Pero había método tras la pose. Sabía lo que hacía. Usaba la imagen para validar la palabra escrita. Y en la entrevista a Abd el-Krim aplicó todo su arsenal: estilo, instinto y narrativa. No fue una entrevista agresiva. Tampoco condescendiente. Fue, sobre todo, una entrevista humana. Y eso, en una España aún embriagada de imperialismo, le costó caro.
El rebelde que soñó con un estado moderno
Abd el-Krim había sido también periodista antes que líder militar. Fue redactor de El Telegrama del Rif, conocía la prensa española y leía con regularidad medios europeos. Su discurso no era tribal ni reaccionario: proponía una independencia moderna, un Estado organizado, una justicia nueva. Por eso aceptó la entrevista. Y eligió bien a su interlocutor. Ambos tenían ciertas coincidencias: “Existe una coincidencia generacional: nacen y mueren con muy pocos años de diferencia, con lo cual viven la misma época. La otra coincidencia es que Oteyza es periodista y Abdelkrim ha practicado el periodismo durante sus años en Melilla antes de encabezar la sublevación contra España”, comenta el historiador.
“Abd el-Krim era una persona realmente muy culta, muy interesada en lo que pasaba en todo el mundo y que leía a la prensa para estar informado de lo que le sucedía. A partir de ahí, evidentemente son dos personas que por la extracción geográfica, social y cultural son totalmente diferentes”, agrega.
El dilema de fondo de esta cuestión es qué hacer cuando tienes enfrente a un enemigo
Soler subraya, además, que el periodista no lo trató como a un salvaje ni como a un fanático. Lo llamó “presidente de la República del Rif” y publicó su visión política con respeto. El escándalo fue inmediato. Desde parte de la prensa hasta sectores del Ejército, Oteyza fue acusado de traidor, de dar voz al enemigo, de debilitar la causa española.
“La reacción fue como si hoy se entrevistara a un terrorista. Casi todo el mundo aplaude la exclusiva y reconoce el mérito de haber ido hasta allí, pero sí que se critica el hecho de que él da voz al enemigo y da voz en el sentido de que le permite expresar sus opiniones de forma más o menos libre y, por lo tanto, generar propaganda. Oteyza le trata respetuosamente y le contradice pero, en general, da bastante por buena su versión de algunas cuestiones o como mínimo, no resulta agresivo. El hecho de que lo presente como presidente de la República del Rif subleva a mucha gente, que habla de cómo se puede calificar de gobierno a ese grupo de salvajes sin cultura”, narra Soler.
A Abd el-Krim la entrevista le sirvió para presentarse, no como un líder tribal reaccionario que se opone a la civilización, sino como un líder moderno
El periodismo de Oteyza, que trató de entender antes que de condenar, fue percibido como una amenaza. Pero también como una hazaña. Aquella crónica le consolidó como uno de los reporteros más célebres de su tiempo y, poco después, lo catapultó al Congreso como diputado. “El dilema de fondo de esta cuestión es qué hacer cuando tienes enfrente a un enemigo. Hay dos opciones: la más habitual, considerar que el enemigo es el demonio; culturalmente inferior, un salvaje, gente sedienta de sangre... La otra posibilidad es intentar hablar con ellos para saber cuáles son sus razones y sus posiciones y ver si detrás del conflicto, existe una posible solución. Es lo que aporta Oteyza”.
“Periodista y líder rebelde viven su momento de mayor popularidad, influencia y poder en el año o dos posteriores a aquella entrevista. Durante el año y medio posterior, Abd el-Krim mantiene una cierta iniciativa, incluso militar. Está desarrollando ese Estado del Rif que quiere que sea un estado hasta cierto punto homologable y moderno. A él la entrevista le ha servido para presentar su discurso a España, Europa y al mundo y reivindicarse, no como un líder tribal reaccionario que se opone a la civilización, sino como un líder moderno que lo que pretende es una independencia moderna. A Oteyza, en cambio, le consolida como uno de los periodistas de referencia, más admirados y también más criticados”, esboza Soler.
Dos exilios y una sola derrota
En 1926, tres años después, el sueño del Rif se desvaneció por completo. Francia y España aplastaron la república rifeña. Abd el-Krim fue deportado a la isla de La Reunión, en el Índico y junto a la de Madagascar y Mauricio, donde viviría en un limbo diplomático durante dos décadas antes de trasladarse a El Cairo, su lugar de reposo final. Nunca más regresó a su tierra.
Oteyza tampoco volvió a encontrar su lugar. Despojado de la dirección de La Libertad por presiones del régimen de Primo de Rivera, emprendió una serie de viajes —Filipinas, Japón o Senegal, entre otros— “que parecían más huida que exploración”, apostilla Soler. Fue diplomático, cronista y testigo. Al estallar la Guerra Civil, se exilió definitivamente. Murió en Venezuela, lejos de Madrid. Al igual que Abd el-Krim, no volvió a casa para morir.
En realidad, no se ganó nada. Más bien se perdieron muchísimas vidas y muchísimos recursos
“Sobre el papel uno perdió su guerra, el otro la ganó, pero los dos acabaron igual: en el exilio”, resume Soler. España venció en el Rif, pero la suya fue una victoria envenenada, advierte el historiador. “Es una guerra que tiene muchos matices y aristas y una relación muy directa después con lo que será la Guerra Civil española. En ese triunfo está en parte uno de los gérmenes de lo que luego sería la contienda de 1936. Así que maldita victoria”. “Oteyza -añade- no celebró aquella victoria. Él más bien estaba a favor de abandonar Marruecos y de no meterse en ese avispero. En realidad, no se ganó nada. Más bien se perdieron muchísimas vidas y muchísimos recursos”.
En los años posteriores a la entrevista, con el destierro del rifeño y las aventuras del español como vía de escape, existe un momento en el que, según Soler, ambos comparten zona geográfica. Camino de Manila, Oteyza habla de un intento de segundo encuentro con Abd el-Krim en La Reunión, aprovechando su parada en Adén, la actual Yemen, y la existencia de un barco que partía hacia la isla. “Yo entiendo que no se produjo finalmente. Primero porque no se da la oportunidad. Y segundo porque si Oteyza hubiera vuelto a verle, seguro que hubiera publicitado el encuentro. Después de la Guerra Civil, en alguna entrevista que le hacen en Venezuela, él todavía explica cómo fue la entrevista. Lo habría explotado, sin duda”.
En aquella ocasión, en su exilio, Oteyza glosó las razones para aquel diálogo: “Yo pensé que el público español no sabía nada del punto de vista del enemigo, y concebí la idea de ir personalmente a ver al caudillo moro. Preparé la expedición con todo el sigilo posible y tuve que vencer las dificultades inherentes a tamaña empresa en la cual habría de jugarme la vida. Afortunadamente logré ponerme al habla con el jefe moro y me convencí de que la guerra que hacíamos en el Rif era una estupidez, una ausencia de comprensión, una falta de inteligencia. No encontré en Abd-el-Krim un enemigo, sino un español que pensaba lo mismo que yo. La guerra era un motivo hábilmente explotado por los militares. Los moros lo sabían mejor que nosotros. A mi regreso a España publiqué el reportaje con fotografías. Fue el mejor éxito periodístico y político que he tenido en mi vida”.
Dos olvidos, un mismo silencio
Ni España ni Marruecos recuerdan bien aquella historia. El Rif sigue siendo una región marginada y empobrecida en el reino alauí, y Abd el-Krim, un símbolo incómodo para la monarquía de Mohamed VI, con periódicos levantamientos como el último del Hirak entre 2016 y 2017. “Se rebela contra España y luego contra Francia, mientras el sultanato está en connivencia con Francia y las potencias europeas, lo que les deja en evidencia. El Rif sigue siendo hoy día una región, con una personalidad propia, con un sentimiento de identidad y de maltrato por parte de Marruecos”. En cambio, para los rifeños, Abd el-Krim es un héroe, un símbolo de un nacionalismo aún latente.
No encontré en Abd-el-Krim un enemigo, sino un español que pensaba lo mismo que yo. La guerra era un motivo hábilmente explotado por los militares
En España, la guerra del Rif es una herida mal cerrada, una historia sin mito. Ni siquiera el centenario del desastre de Annual sirvió para rescatarla. “Lo que quedó en el recuerdo y lo que es impactante de esta guerra es el desastre de Annual [la derrota militar española en la guerra del Rif en el verano de 1921 a manos de los rebeldes rifeños, entre los que se hallaba Abd el Krim al mando de los guerreros de su cabila los Beni Urriaguel]. Es difícil que cualquier país celebre una cosa como aquel desastre. Y luego la victoria se fundamenta en una guerra absolutamente salvaje, por las dos partes. Hay un episodio que tampoco interesa recordar y que hoy en día está acreditado perfectamente por historiadores de solvencia: el uso de armas químicas por parte de España”, indica Soler.
Y con desinterés, la desmemoria también alcanzó a Luis de Oteyza. Hoy resulta apenas un nombre en alguna antología de cronistas. “Pero si estamos hablando de él cien años después es por esa entrevista”, recuerda Soler. En ella está todo: la valentía, el espectáculo y la ética. También la política y la duda. Porque Oteyza entendió algo que la España oficial no quería aceptar: que el enemigo también tenía razones. Y escucharlo no es traición, sino el principio de una salida.
Años después, Luis de Oteyza, ya como diputado, pidió declarar ante la Comisión de Responsabilidades del Congreso. El periodista, sostiene Soler, lo contó todo. En cambio, su familiar remoto echa en falta la versión del líder rifeño. “La única fuente que no tenemos es la rifeña, el punto de vista de Abd el-Krim y su hermano, que es uno de sus ministros destacados. Aunque la República del Rif era probablemente una entelequia más que una realidad, el proyecto sí que existía. El líder rifeño es consciente de que Occidente puede aportar muchísimo a una región atrasada y abandonada, pero en una relación soberana. Y eso le hace un líder muy moderno y que se convierte en un referente internacional para Ho Chi Minh en Vietnam o para otros líderes anticoloniales. Lo más llamativo es que Abd el-Krim es un producto, en parte, de España”, desliza el historiador. “Quizás no fuera tan exagerado que Oteyza dijera que había en Abd el Krim 'un español que pensaba lo mismo' que él. No literalmente, desde luego. Pero sí en un sentido más amplio: un igual, alguien a quien no puedo -no debería- ver como un 'otro'”, concluye.
Y si hoy levantara la cabeza…
¿Qué pensaría Oteyza si viera hoy las relaciones entre España y Marruecos, cíclicamente turbulentas, nunca estables? “Para empezar lo que diría es: yo, que estuve hablando con Abd el-Krim. Se erigiría en autoridad sobre la cuestión. Probablemente le parecería una situación triste comprobar que 100 años después hay situaciones que no han mejorado. Sería interesante ver qué escribiría ante todo el fenómeno migratorio, por ejemplo, y sobre el papel de gendarmería que Europa ha depositado en Marruecos”, responde Soler. Lo haría, agrega, con humor y sin despreciar lo duro de las circunstancias.
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