Los científicos siguen estudiando la relación entre los eventos climáticos extremos y el calentamiento global. Ahora, una investigación apoyada en una simulación informática muestra que estos fenómenos (sequías, inundaciones, olas de calor y frío...) serán cada vez más habituales debido al impacto humano en la corriente en chorro, es decir, ese flujo de de aire concentrado que se desplaza de oeste a este por la atmósfera terrestre y explica, por ejemplo, que con su impulso a unos 30.000 pies de altura un vuelo de Nueva York a Madrid dure una hora menos que uno de Madrid a Nueva York.

“Probablemente, experimentaremos con mayor frecuencia eventos climáticos extremos y potencialmente peligrosos”, advierte el climatólogo Michael Mann, de la Pennsylvania State University, principal responsable de la investigación publicada en Science Advances. El estudio ha analizado posibles evoluciones de la corriente en chorro debidas al calentamiento global causado por el hombre, con especial atención al Ártico.

Los modelos climáticos no han avanzado aún lo suficiente como para predecir los episodios climáticos extremos que pueden tener lugar en un momento o lugar concreto, pero sí son capaces ya de reproducir patrones de cambio de temperatura a gran escala de manera realista. Las simulaciones realizadas, cruzadas con anteriores investigaciones, muestran una tendencia “bastante preocupante”, según los investigadores: “Los fenómenos extremos climáticos relacionados con las emisiones de gases de efecto invernadero están aumentando, y el estancamiento más frecuente de corrientes de aire en la atmósfera parece ser uno de los principales factores desencadenantes”.

¿Qué son las corrientes en chorro?

¿Qué son las corrientes en chorro? El Independiente

Tres siglos de extremos climáticos

Estudios anteriores ya establecieron que varios eventos extremos de las últimas dos décadas (olas de calor e inundaciones en Estados Unidos, Europa, Rusia y Pakistán) se agravaron coincidiendo con alteraciones en la corriente en chorro provocadas por la acción del hombre. Otro estudio de la Universidad de Arizona publicado a comienzos de 2018 ya apuntaba que el aumento de fluctuaciones en la trayectoria de la corriente en chorro del Atlántico Norte desde hace medio siglo coincide con fenómenos más extremos en Europa. De hecho, la posición de estas corrientes durante el verano ha sido un fuerte motor de los extremos climáticos en Europa durante los últimos tres siglos.

Las corrientes en chorro están causadas por la rotación del planeta y el calentamiento atmosférico debido a la radiación solar. Se estima que, desde los inicios de la revolución industrial (segunda mitad del siglo XVIII), su velocidad se ha reducido en un 70%. La proyección muestra una especie de círculo vicioso: si se sigue calentando el planeta y alterando la corriente en chorro, la incidencia de fenómenos que ralentizan esta última aumentará en un 50%. Y por tanto, los fenómenos climáticos extremos.

Un terreno agrietado por la sequía en la provincia de Orense.

Un terreno agrietado por la sequía en la provincia de Orense. Pedro Armestre / Greenpeace

La incidencia humana

¿Y cómo incide el hombre en un flujo de aire que puede llegar a estar a 16 kilómetros sobre el nivel del mar? La principal causa es el calentamiento del Ártico, que tiene lugar a mucha mayor velocidad que el resto de la Tierra, lo que provoca en primer lugar que la corriente en chorro se estanque. Además, el calentamiento hace que se reduzca la diferencia de temperatura entre el Polo Norte y los subtrópicos, algo que también afecta.

Otros factores son el uso de aerosoles y la concentración de centrales de carbón. La contaminación que generan en el aire frena la luz solar y produce pequeños enfriamientos locales que también ayudan a reducir la diferencia de temperatura con el Polo Norte.

El oceanógrafo y climatólogo alemán Stefan Rahmstorf, otro de los responsables del estudio, advierte de que “la reducción de la contaminación del aire en los países industrializados podría realmente restaurar parte de la diferencia de temperatura natural entre las latitudes medias y el Ártico, lo que a su vez ayudaría a prevenir el aumento futuro de los fenómenos climáticos extremos relacionados".