¿Hablar es lo mismo que comunicarse? Ni de lejos. Comunicarse de forma efectiva no es emitir un mensaje cualquiera. Al contrario, el mensaje debe ser significativo y, además, debe ser escuchado y entendido por la otra parte.

Al trabajar con familias empresarias, nos encontramos a menudo con que un desacuerdo se ha transformado en conflicto debido a falsas creencias acerca de la comunicación, que aparecen de forma recurrente. Vamos aquí a compartir algunas, puesto que no hay nada más poderoso que conocer las trampas en las que podemos caer, para así poder evitarlas.

¿Que no nos comunicamos?¡Pero si nos vemos cada día!

Esta frase tan habitual es uno de los principales motivos de distanciamiento entre los miembros de una familia que trabajan juntos. Tener la posibilidad de hablar en cualquier momento se puede confundir con creer que se están comunicando continuamente. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Encontrarse en el ascensor, en los pasillos o en el estacionamiento no solo no implica compartir información relevante, sino que además lo dificulta, porque puede impedir buscar los espacios para mantener esas conversaciones necesarias.

Cualquier ocasión es buena para tomar decisiones importantes

En el extremo opuesto, muchas veces los familiares comparten desayunos y comidas durante la jornada laboral. No es raro que se utilicen estas ocasiones para tomar decisiones de negocios que pueden ser trascendentes, aun en un contexto informal. Esto ha podido ser motivo de agrias discusiones entre miembros de la familia empresaria, cuando alguno de ellos no ha podido estar presente para participar en esa decisión.

Sea cual sea el foro, podemos hablar de aquello que nos preocupa

¿Alguna vez han quedado pendientes puntos del orden del día de un comité de dirección o de un consejo de administración, porque algún miembro de la familia ha expuesto una inquietud personal que nada tiene que ver con el negocio? Si la respuesta es afirmativa, quizás haya llegado la hora de considerar poner en marcha un órgano de gobierno adicional para la familia, que dé salida a sus preocupaciones y que éstas no interfieran en las discusiones de temas empresariales.

Si usted se identifica con cualquiera de las tres situaciones anteriores, mi recomendación es la misma: para tratar los temas importantes de la organización o de la familia empresaria, asegúrese de tener los foros adecuados.

Es esencial, además, que los encuentros se produzcan en un contexto formal que, de forma expresa, determine lugar, fecha y hora de reunión, con un orden del día que permita, en cada caso, que las personas apropiadas para los temas a tratar los aborden de una forma ordenada. De esta forma, se propiciará una buena comunicación y se podrán tomar las decisiones de una manera más eficiente.

¿No somos familia? Entonces hay confianza para ser sincero

Si fuera cuestión de sinceridad, en efecto, la confianza es un parámetro que podría propiciar conversaciones honestas. Lamentablemente, muchas veces se confunde la sinceridad con cuidar poco las formas y se trata a la familia de forma más brusca o maleducada que a los ajenos. Esto ocurre porque se echa mano al “colchón de amor” que existe entre parientes. Se cree que el afecto existente, base de las relaciones familiares, amortigua los despropósitos dichos en el calor de una conversación difícil. Pero, si lo pensamos, ¿qué duele más, aquello que nos dice un extraño o lo que nos dice alguien a quien queremos?

Ya lo sabe. A partir de ahora seamos, al menos, tan cuidadosos con la familia como lo somos con los terceros. Nos ahorrará muchos y largos disgustos.

Para que aprenda, le tengo que decir lo que hace mal

Hasta aquí, nada que objetar. El problema surge cuando la comunicación se basa, esencialmente, en destacar exclusivamente los errores. ¡Nada mejor que esto para aniquilar la motivación! Entre las familias empresarias, encontramos una queja recurrente de falta de reconocimiento. Es una pena, porque nunca se acogerá de mejor grado una crítica constructiva, que cuando se reconoce también lo que ha salido bien. Normalmente, la falta de reconocimiento responde a un modelo aprendido. No suele reconocer aquel a quien tampoco han reconocido nunca. No hay que olvidar que la empresa familiar nace y crece inmersa en una cultura del esfuerzo. El compromiso y buen hacer se presuponen y todo lo que no tiende a la excelencia se corrige.

Podría creerse que esta queja de falta de reconocimiento es más frecuente entre los miembros más jóvenes de las empresas familiares. Craso error, porque también los veteranos se lamentan: “Y a mí quién me reconoce lo que he creado y que ellos se han encontrado?”.

Si cree que usted puede estar en este caso, recuerde: si es el que está enseñando, un golpecito en la espalda del aprendiz reconociendo sus logros, obra milagros. Si, por contra, es el que está aprendiendo, reconozca los méritos a su maestro. Dar ejemplo puede detonar cambios.

Muchos son los detalles que hay que tener en cuenta a la hora de poder comunicarnos de forma óptima y obtener los mejores resultados de la interacción con los demás.

Identificar las falsas creencias y reformularlas es otro gran paso que nos guiará a través del fascinante mundo de las relaciones personales.

Yolanda Mora

Asociada Senior de Empresa Familiar en Vaciero