La Unión Europea se enfrenta a uno de los momentos más importantes de su historia. La crisis sanitaria del Covid-19 y su consecuente frenazo económico, cuyas dimensiones es aún complejo aventurar, están haciendo saltar las costuras del grupo de los 27, con unos países pidiendo un plan ambicioso sobre la crisis y otros negándoselo. Instrumentos no le faltan a la Unión Europea para aupar las economías de los Estados miembros y no dejar atrás a nadie, haciendo gala del objetivo de cooperación que la vio nacer, pero su puesta en marcha depende de la voluntad de sus miembros.
A pesar de que la incertidumbre impide a las casas de análisis acertar qué perímetro tendrá la crisis, lo que está claro es que el golpe económico no será pequeño. Así lo cree la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que estima que cada mes de confinamiento resta dos puntos al Producto Interior Bruto (PIB), con España entre los países más afectados.
El debate de los coronabonos abre las costuras de la Unión Europea
Entre las casas de análisis, Goldman Sachs espera para España una contracción del PIB del 9,7% (9% para la zona euro), mientras que BBVA Research y CaixaBank Research estiman pérdidas para España del entorno del 4% (3% en el caso de la zona euro). Otras casas de referencia, como S&P, cambian sus previsiones con diferencia de días.
Por ello, a pesar de que se ha relajado el Pacto de Estabilidad para que los Estados tengan más margen de actuación, desde el Gobierno español se pide desde hace días la emisión de deuda conjunta en la zona euro, es decir, la puesta en marcha de una ronda de eurobonos o coronabonos.
Este sistema de mutualización del riesgo busca que la deuda de cada Estado miembro esté respaldada por todos los demás y surge como un fantasma de la pasada crisis financiera, cuando la Comisión Europea sugirió su lanzamiento para favorecer el acceso a financiación por parte de los países más afectados, entre los que también se encontraban Italia y España.
Como entonces, los eurobonos separan de nuevo a los países del Norte y del Sur. Mientras España e Italia claman por su puesta en marcha justificando que esta crisis no les azota más a ellos por una peor gestión, otros países, como Alemania Austria y Países Bajos, siguen resistiéndose a compartir el riesgo. Y eso que Angela Merkel, canciller alemana, abrió la puerta hace unos días a su emisión, aunque su ministro de Economía tiró por tierra esta idea días antes del Consejo Europeo del jueves.
Los ojos puestos en el MEDE
Vista la falta de acuerdo en relación con los eurobonos, los ojos se dirigen hacia el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), el fondo de rescate creado al calor de la crisis financiera de 2012 y que supuso una red de seguridad para Portugal, Irlanda, Grecia y Chipre. También para España, que lo utilizó para inyectar fondos a su sistema financiero.
El MEDE tiene capacidad de emitir deuda a largo plazo, décadas, pero también puede adquirir la de los Estados o echar un cable a través de líneas de crédito. En la crisis financiera, los rescates fueron condicionados al cumplimiento de requisitos y a la supervisión de la famosa troika (Comisión Europea, Fondo Monetario Internacional y BCE), pero ahora que la crisis parece que terminará llegando a todas las costuras de la Unión Europea, los países del Sur esperan que las ayudas se proporcionen sin condiciones, algo a lo que los del Norte no están dispuestos.
Entre el resto de instrumentos económicos con los que cuenta la Unión Europea se encuentran también los del Banco Europeo de Inversiones (BEI), del que España espera que avale sus medidas destinadas a aumentar la liquidez. También la creación de un fondo europeo de desempleo como el que ha propuesto el Gobierno español para ayudar a los países más afectados por la crisis sanitaria a financiar las prestaciones de sus ciudadanos en paro.
El BCE ya sacó el arsenal
Mientras en la Unión Europea se debate cómo afrontar a nivel político esta crisis, tras ver a la Reserva Federal de Estados Unidos coger el bazuca y presionado por los mercados, el BCE hizo su trabajo. El instituto emisor decidió sacar la artillería pesada con 750.000 millones de euros para comprar activos públicos y privados y con la promesa de aportar flexibilidad para no dejar a nadie atrás.
No es una cifra menor, como defendía el vicepresidente del organismo, Luis de Guindos, hace unos días en la televisión española: “Vamos a comprar este año activos prácticamente por el importe del PIB español”.
Las medidas del BCE alejaron la idea de una crisis de deuda en la zona euro y relajaron las primas de riesgo, aunque el desencuentro del Consejo Europeo del jueves las ha vuelto a poner nerviosas. En las dos últimas sesiones, la española y la italiana han subido en torno a un 30%. Resulta que el BCE no lo puede hacer todo solo.
¿Podría ir más allá el BCE? El consenso de analistas es unánime en cuanto a que el BCE ya ha puesto sobre la mesa un verdadero arsenal y al instituto emisor le queda poco margen de actuación. El resto de bancos centrales ha recurrido a recortes de tipos, pero en el caso del sistema europeo la medida tendría consecuencias negativas para el sector financiero, pues los tipos se encuentran ya en el 0% (en negativo, incluso, en el caso de la facilidad de depósito).
Por ello, su presidenta, Christine Lagarde, lleva semanas insistiendo en que es hora de que la política fiscal se ponga manos a la obra para mitigar los efectos de la crisis y el mercado tiene la misma opinión, algo que, por el momento, supone pasar la pelota a los Estados, dado que la competencia no está transferida a la Unión Europea.
En medio de este callejón sin salida, resumía perfectamente la situación el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, precisamente en una entrevista con un medio alemán: “Es hora de ser solidarios y eficientes en el uso de los recursos de la UE, que son muchos, y por eso es necesaria una respuesta ambiciosa y coordinada a escala europea. La emisión de eurobonos es una forma de dar esa respuesta europea. Si no es ahora, ¿cuándo?”. Eso mismo se preguntan muchos.
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