La crisis de suministros que no se solventará hasta 2023 ha provocado que algunas empresas se planteen cambios en su forma de producir. Si hace unas décadas trasladar procesos a lugares donde los costes eran inferiores era lo más habitual, ahora, las compañías se plantean “minimizar riesgos a costa de reducir la eficiencia y la rentabilidad”, según apuntan desde Crédito y Caución.

Es una tendencia que también creen en Deutsche Bank que se ha acelerado durante la pandemia. “Muchas empresas se plantean si merece la pena ir a producir tan lejos si viene una pandemia”, comentaba Rosa Duce, economista jefe del banco hace unos días. “El comercio mundial sigue siendo fundamental pero muchas empresas piensan en volver a su casa. Esto implica que la inflación es una presión que tiene que ver con que estamos en un mundo donde la globalización empieza a perder peso”, añadía. Ante este escenario, la glocalización (globalización + local) cobra peso.

Duce cree que esta tendencia va a favorecer que los precios no vuelvan a los niveles previos a la pandemia. En primer lugar, porque volver a producir en los países de origen hará que los costes se incrementen y en segundo, porque “países como China están mejorando las condiciones de vida” de sus ciudadanos. Es decir, que tomen la decisión que tomen las empresas, su producción será más costosa.

“Este cambio de la eficiencia por resiliencia tendrá un impacto en el comercio exterior, porque estas estrategias de mitigación de riesgos puede suponer que los negocios elijan confiar más en el suministro de productos y manufacturas de países o regiones más cercanos”, explican desde Crédito y Caución.

Clàudia Canals, economista jefe de CaixaBank Research, comentaba hace unos meses en un artículo que “sobre la disyuntiva de mantener muchos más procesos o eslabones de la cadena en el país de origen o en el extranjero, la imposibilidad de predecir dónde tendrá lugar el siguiente cisne negro (si en casa, fuera o en todo el mundo) invita a la diversificación dentro y fuera de nuestras fronteras”. Es decir, que otra opción es que las empresas diversifiquen los puntos de los que dependen para continuar su negocio.

Producir donde se vende

Duce, por su parte, cree que cada vez más veremos empresas que elijan “fabricar donde venden” y que dejarán de “vender donde no pueden fabricar”. Esto va más allá de adaptar el producto a un mercado concreto, sino que significa que el producto se fabrica o se diseña en el lugar donde se va a vender.

Esto es algo que ya hace Netflix, no solo adaptando su catálogo a cada mercado, sino produciendo sus series y películas en los mercados donde se van a emitir, para convertirlas luego en éxitos globales. Dos ejemplos de esta estrategia son La Casa de Papel o El Juego del Calamar.

La pandemia y la crisis de suministros posterior han puesto de manifiesto que las cadenas logísticas y de producción pueden sufrir crisis exógenas que obligan a las empresas a cambiar su estrategia. Por ello, una vez superado lo peor de la pandemia y a la espera de que los cuellos de botella desaparezcan, las empresas se plantean cada vez más acercar su producción a su cliente final o, al menos, limitar la dependencia de China.

Es algo con lo que ya contaba la Organización de las Naciones Unidas (ONU) el pasado año, cuando avisaba de que las “disrupciones causadas por el Covid-19 alentarán sistemas económicos autosuficientes, al menos en sectores estratégicos como el de equipamiento médico o fármacos”.