La política monetaria ha cambiado radicalmente. Y de la forma más rápida jamás vista. El Banco Central Europeo ha continuado con la subida de tipos y los ha situado en el 4,5%. También ha decidido hacer una pausa, pero no se sabe hasta cuándo. En este nuevo escenario, aquellos que quieren una hipoteca o un crédito lo tienen más difícil. Pero los que quieren recibir algo de dinero por sus ahorros, lo tienen mejor. O por lo menos eso dice la teoría. Porque los bancos, por el momento, no están remunerando el ahorro de los españoles mediante depósitos. Por ello, tienen que buscar alternativas. Y la han encontrado: las letras del Tesoro. 

La deuda a corto plazo del Estado ha dado durante este año una atractiva rentabilidad que, en algunas ocasiones, ha llegado a rozar el 4%, mientras que el depósito a plazo, de media, tuvo un interés del 2,33%. Esta diferencia ha hecho que los españoles que ahorran de la forma más conservadora se lanzasen a por las letras a 3, 6, 9 o 12 meses. En junio de 2022, un mes antes de que el BCE subiera los tipos de interés, los españoles tenían 19 millones de euros en letras del Tesoro. Esta cantidad ha aumentado hasta los 21.352 millones de euros en septiembre de 2023, es decir, en 15 meses. La mayor subida que se ha registrado en toda la historia, pero es que los porcentajes de rentabilidad también están cerca de esos máximos.

Este furor ha provocado que los españoles sean los mayores tenedores de las letras en circulación. Los datos muestran que los ciudadanos residentes tienen el 29,87% de esta deuda frente al 0,02% que tenían en junio de 2022. De esta manera, han desbancado a los no residentes, que ahora tienen el 26,17% del total frente al 62,18% de hace un año. Los españoles han ido adquiriendo cada vez más letras y todo apunta a que en los próximos meses seguirán así.

Los ciudadanos se dieron cuenta de que invertir en estos productos daba una rentabilidad que ningún producto ofrecía y además todo apuntaba a que esa remuneración iba a ir en aumento. Así que comenzaron a hacer filas a principio de este año. Unas filas que daban la vuelta al edificio del Banco de España en Madrid. Así, se libraban de la comisión que ofrecía la entidad financiera por contratar el mismo producto y la rentabilidad era mayor. Estas comisiones pueden restar hasta un 10% a esa remuneración. Pero las largas filas obligaron al Banco de España a poner un servicio de citas previas, que se colapsó en los primeros días y que incluso no tenía fecha disponible hasta varias semanas después. 

Las citas volvieron a colapsar en el último tramo del año. Y todo hace indicar que así seguirá siendo en 2024. Y lo hará a pesar de que su rentabilidad cayó hasta el 3,6% en las últimas subastas, pero la demanda sigue duplicando a la oferta. Los expertos aseguran que esta caída no afectará a medio plazo al apetito inversor del ahorrador conservador. La falta de alternativas provoca que siga habiendo mucho interés por este tipo de emisiones. 

Por el momento parece que va a seguir siendo así, aunque ya alguno de los bancos grandes se empiezan a atrever a remunerar los ahorros. CaixaBank fue la primera entidad grande en lanzar un depósito, pero no se acerca a la rentabilidad de las letras. Luego hay otros tipos de productos como cuentas online con remuneración y sin condiciones que dan una rentabilidad que tampoco alcanza a la de la deuda a corto plazo. Y otros productos con condiciones, que sí que superan esa rentabilidad. También hay bancos pequeños o fintechs que sí que están ofreciendo esos depósitos remunerados, como una alternativa a las letras del tesoro. Un ejemplo es Openbank, el banco digital de Santander, que ofrece un depósito con un 3% de remuneración.

A pesar de esta presión, los directivos de esas grandes entidades todavía no ven cerca la guerra del pasivo, aunque reconocen que llegará. Por el momento, los españoles no pueden esperar y siguen escogiendo la deuda del Estado. Al año que viene a lo mejor todo cambia y los depósitos a plazo se convierten en el producto estrella. Para ello, los bancos tendrán que empezar a ponerse las pilas.