Es una larga batalla librada desde todos los frentes: el educativo, el cultural, el institucional, el político y el laboral. Hoy en Euskadi y en su entorno de influencia se celebra el día del euskera. Una lengua oficial en el País Vasco y Navarra cuya recuperación impulsaron las instituciones tras el final de la dictadura y a cuyo fin se han dedicado desde entonces grandes cantidades económicas y recursos. Lo han hecho con resultados irregulares. Si bien hoy los vascos tienen un mayor grado de conocimiento del euskera, en los últimos años el uso de la lengua ha caído de modo importante. Sólo en la última década las instituciones vascas han dedicado 1.500 millones de euros a la promoción y divulgación del euskera. Desde el año 2002 las partidas del Ejecutivo vasco, los consistorios y las diputaciones han oscilado entre los 130 y los 177 millones anuales.

Una promoción que cuenta con un respaldo creciente de la sociedad vasca. Si en 1991 sólo el 47% de los vascos apoyaba los planes de impulso al euskera, ahora lo hace más de un 65%. Una cantidad de recursos económicos a los que se debe añadir los que se dedican desde ámbitos como el docente, donde la demanda mayoritaria de escolarización en euskera es una realidad desde hace años. Hoy cerca del 80% de los escolares vascos estudia en un modelo euskaldun o bilingüe.  

Todas estas inversiones no han logrado que el uso se incremente en la misma proporción que el conocimiento. Más aún, la utilización en el País Vasco registra un descenso significativo que las instituciones no logran reconducir. Ni siquiera entre los más jóvenes, que en su inmensa mayoría han sido educados en modelos euskaldunes. Una encuesta del Observatorio de la Juventud revela que si en 2004 cerca del 48% de los jóvenes de entre 15 y 29 años decía emplear el euskera en su vida cotidiana, ese porcentaje ha ido reduciéndose hasta caer diez puntos, al 38% en 2016.

Entre el conjunto de la población la fotografía es similar. La utilización del euskera como lengua de comunicación habitual sigue siendo reducida. Hace cuatro años, cuando se publicó el último informe, las instituciones vascas lo situaban en apenas un 20% entre quienes lo empleaban más o igual que el castellano. El 63% de los ciudadanos afirmaba no hablar nunca en euskera.

Empatía hacia la lengua

Un descenso en la utilización que ahora se quiere corregir con un viraje de las políticas lingüísticas instando a fomentar su uso y desvincular el euskera del entorno de exigencia laboral en la que se había sumido en amplios sectores de la población. Para ello se quiere aprovechar el notable aumento de conocimiento que sí existe en la sociedad. El mayor repunte se ha registrado entre los jóvenes, gracias sin duda al fomento y preferencia por las matriculaciones en el ‘modelo D’, -en euskera con el castellano como asignatura- y que concentra a cerca del 66% de los escolares vascos y otro 17% que lo hace en el modelo bilingüe, el ‘B’. Actualmente entre los menores de 29 años el 69%, casi diez puntos más de lo que lo hacían en 2006, afirma saber euskera.

Hablarlo es otra cosa. Sorprende la evolución en el uso de la lengua que se ha producido en Vizcaya, donde si en 2004 casi el 44% de los jóvenes afirmaba que empleaba esta lengua en alguna ocasión, el porcentaje no ha dejado de reducirse hasta situarse en un 27% en 2016. Incluso en Guipúzcoa, el territorio donde mayor presencia tiene, se ha detectado un leve descenso en los últimos años.

Gobierno vasco, ayuntamientos y diputaciones han puesto en marcha en todos estos años programas subvenciones y planes de impulso de aprendizaje y uso del euskera. El Instituto Vasco de Estadística apunta que los tres niveles administrativos invirtieron algo más de 160 millones de euros en promocionar el euskera durante el ejercicio 2018. Unas cantidades destinadas fundamentalmente a financiar el aprendizaje (48 millones), su empleo en la Administración (16 millones) o a fomentarlo a través de los medios de comunicación (10,3 millones). Cifras que están lejos de los 177 millones de euros que se llegaron a invertir en el año 2008, en tiempos de Juan José Ibarretxe. 

La baja utilización del euskera se detectó hace años y con ello el Gobierno y los consistorios comenzaron a virar las políticas de promoción para revertir la falta de empatía y desafección hacia la lengua o incluso cierto rechazo en algunos colectivos. Una de las campañas que desde el año pasado se ha puesto en marcha es el ‘Euskaraldia’. La medida prevé fomentar el uso del euskera incitando a su utilización en un periodo de días, este año entre el pasado 20 de noviembre y mañana 4 de diciembre. La apuesta pasa por lograr que miles de ciudadanos, comercios y organismos se identifiquen de modo voluntario, colocándose una chapa identificativa, como hablantes –ahobizi- o como oyentes dispuestos a aprender -belarriprest- para incitar a mantener conversaciones en euskera. Al inicio de la iniciativa se habían apuntado 147.000 personas.

La mitad, ni entiende ni habla

La última encuesta sociolingüística del Gobierno Vasco, con datos de 2016, concluía que casi la mitad de la población vasca ni entienden ni habla euskera. El 47% de la población se situaría en ese nivel de desconocimientos frente al 34% que se declara vascoparlante y otro 19% que afirma entenderlo pero no tiene capacidad para hablarlo. Una fotografía del euskera que además es muy desigual en función del rincón de Euskadi en la que se saque. En ciudades como Bilbao o Vitoria la presencia del euskera es muy inferior a la de San Sebastián. En las dos primeras el porcentaje de ciudadanos que ni lo habla ni lo entiende ronda el 60% frente al 43% de la capital guipuzcoana.  

Desde hace años la Administración vasca ha incrementado de modo notable las subvenciones al empleo del euskera, las exigencias en su conocimiento para acceder a la función pública se han flexibilizado o incluso la gratuidad para su aprendizaje. La mayor parte de las plazas públicas tienen asignado un perfil lingüístico que debe ser acreditado. Quienes ocupan los puestos tienen unos plazos para acreditar el grado de conocimiento establecido para el puesto que ocupa, si bien en muchos casos no se cumple. Para ello la Administración vasca tiene establecidos procedimientos de apoyo que van desde la liberación total del funcionario para estudiar euskera hasta el acceso gratuito a clases durante su jornada laboral o fuera de ella.

Pese a todo ello, las pruebas para la acreditación del perfil lingüístico continúan registrando en elevadísimo nivel de suspensos. Quienes ocupan las cerca de 38.000 plazas de la función pública en las que se exige el nivel más bajo de euskera, el perfil lingüístico 1, -equivalente a un B1- sólo han acreditado el grado de euskera exigido en el 62% de los casos, según el Eustat. En el nivel superior, el B2 –o PL2- se sitúan algo más de 5.500 plazas públicas, de las que el 53% no se ha acreditado. En el grado PL3 o C1 la acreditación aún está en el 69% y en el 57% en el nivel superior, el Cs o PL4.