No ha sido una campaña fácil para Pablo Casado. El viernes el telón cayó y el líder del PP, que ha hecho de estas elecciones una contienda propia, reivindicó el mensaje con el que quiere construir su camino hacia el Palacio de la Moncloa: "Se ha visto un PP que está en el centro", subrayó. Casado se ha volcado en Cataluña desde que arrancase la precampaña hace semanas, acompañado en todo momento por su principal espada en una de las plazas más complicadas para el PP.

Los primeros compases de la carrera electoral sonreían a los populares. Las perspectivas iniciales auguraban un resultado cómodo, con el que doblarían lo obtenido en diciembre de 2017 (4 escaños), y escalarían incluso hasta los 10 u 11 diputados, dejando muy lejos a Vox y amenazando la estabilidad de Ciudadanos, que pese a su debilidad manifiesta sigue siendo la fuerza que hace muy poco ganó unas elecciones en Cataluña. Ni en los mejores sondeos, la suma de las fuerzas constitucionalistas era viable. Pero un buen resultado del PP en Cataluña tendría muchas implicaciones a nivel interno. Quizá la más importante es la de afianzar el liderazgo de Pablo Casado al frente de una formación que aspira a volver a gobernar.

No hace ni tres años que el político palentino se hizo con las riendas de un partido hastiado por la corrupción, cuyas heridas aún no ha terminado de suturar, y cuya estrategia aún necesita un refrendo real en unas urnas. Las de Cataluña, precisamente, constituían desde el principio una oportunidad de oro. Pero hasta los más optimistas del partido dibujan un panorama prácticamente apocalíptico una vez finalice el recuento esta noche.

Ni el discurso de "regeneración" y "ruptura" que caracteriza al proyecto de Casado respecto a sus antecesores ni la contundencia de la dirección frente a los "ataques" de un "mentiroso" ha librado al Partido Popular de pagar por "los errores del pasado". El desgaste ha ido in crescendo desde que Luis Bárcenas volviese a la primera línea mediática con una declaración en la que apuntaba directamente a Mariano Rajoy como implicado en la 'caja B' del PP, así como diversos cargos de la ex cúpula popular y algún que otro dirigente que conserva aún el carnet azul. Génova no supo frenar la 'bomba' de Bárcenas. Y a la polémica le siguió algún que otro tropezón en los días posteriores, como el desmarque que evidenció Casado de la gestión que hizo Rajoy durante el 1-O, unas declaraciones "chocantes" que fueron interpretadas por algunos cuadros del partido como una salida hacia delante por las embestidas de Bárcenas contra la actual cúpula popular.

Las expectativas son "desoladoras", según coinciden altos cargos de la actual dirección popular. Ya no preocupa tanto el sorpasso de Vox, que se asume como un escenario natural tras la "tormenta perfecta" que ha padecido el partido en los últimos días, sino su propia supervivencia. La peor de las circunstancias sería la de no conseguir grupo propio en el Parlament y quedarse como fuerza residual por debajo del 3% de los votos. En 2017, sobrevivieron con el 4,24%.

El giro al centro, consolidado

Tal y como pudo comprobar El Independiente de fuentes solventes del partido, la intención del PP es la de seguir adelante con la estrategia del giro al centro por la que Casado apostó hace unos meses, cuando hizo saltar por los aires todos los puentes que aún le unían a Vox y despejaba las dudas de aquellos que aún podían confundir unas siglas con otras. "No hay vuelta atrás" ni intención de hacerlo, pero lo que Casado no podrá evitar es que haya cierto debate interno por si esta decisión estratégica y todo lo que conllevó -como la destitución de Cayetana Álvarez de Toledo- fue o no la acertada.

Si Vox supera hoy al PP, el partido utilizará a Bárcenas como escudo para justificar el desastre, y no se venderá como un fracaso estratégico. Pero si la hecatombe se confirma y caen por debajo de la marca de 2017, el presidente del PP tendrá que redirigir sus esfuerzos los próximos meses a calmar las aguas revueltas dentro de sus propias filas y enfrentarse a las voces críticas que planteen una reestructuración de la propia dirección de Génova. No obstante, no hay nadie que en este momento dude de la permanencia de Casado al frente del partido, pero la debacle en Cataluña sí puede anticipar la apertura de un debate sobre la continuidad de algunas de sus primeras espadas.

Cabe recordar que el partido se encuentra inmerso en este momento en un proceso de renovación interna que comenzó con los congresos locales, que continuará con los autonómicos y que culminará con el congreso nacional. Génova está coordinando todo el proceso de la mano del secretario general la formación, Teodoro García Egea, en un momento en que la unidad es el bien más preciado para lanzar una candidatura lo suficientemente consolidada como para ganar a Pedro Sánchez en las próximas generales y, por supuesto, a Santiago Abascal. Un fracaso esta noche se entiende como un retraso en la consecución de ese objetivo, más si se tiene en cuenta que, cuando se cierren las urnas este domingo, se atenderá a un largo período de sequía electoral.