Un escenario "muy difícil", pero no imposible. El sorpasso de Vox al PP en las elecciones autonómicas de Cataluña del próximo 14 de febrero es una posibilidad que los de Casado no quieren ni plantear, pero que no estaría tan lejos a la luz de lo que plantean las encuestas. Hasta la fecha, sólo el barómetro del CIS pronosticó una victoria de los de Abascal sobre los de Casado -6,6% frente al 5,8% de los populares-. En el resto de sondeos privados recientes la posición del PP prevalece sobre la de su rival, aunque en muchos casos por muy pocas décimas.

Las elecciones catalanas constituyen una auténtica prueba de fuego para la estrategia a la que Pablo Casado se aferró muy especialmente desde el pasado verano, en que consolidó ese giro al centro y a la moderación una vez Alberto Núñez Feijóo, encuadrado en esta última vertiente ideológica, arrasó por cuarta vez en Galicia mientras Carlos Iturgaiz, la apuesta para las autonómicas vascas, no terminó de despegar. A la destitución de perfiles 'duros' como el de Cayetana Álvarez de Toledo y la promoción de figuras como la de la actual portavoz parlamentaria, Cuca Gamarra; o el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida le siguió la ruptura manifiesta con Vox, en el marco de la moción de censura que la formación presentó contra el Gobierno.

Aunque un buen resultado en Cataluña resulta vital para afianzar el liderazgo de Casado en el partido y convencer de cara a las próximas citas con las urnas en otros ejecutivos regionales, el escenario "improbable" de un sorpasso de Vox no tocará un ápice su apuesta por la moderación ni la estrategia de ganar enteros escorándose al centro del tablero político.

"No hay vuelta atrás", comentan fuentes de la dirección del partido, sobre todo porque el "sentir mayoritario" es el de abrazar un discurso político alejado de la confrontación y del "ruido" que, a su juicio, representa Vox, sea cual sea el resultado que dicten las urnas catalanas, incluso aunque surjan voces internas que presionen para abrir de nuevo el debate estratégico.

En estas elecciones, el PP espera al menos doblar el resultado obtenido en 2017, y pasar de los 4 escaños que ostenta en el Parlament a entre 8 y 9, que es justo lo que pronostica la mayoría de sondeos. A nivel interno, preocupa la fuerza que pueda atraer Vox ante el escenario incierto que plantean los comicios, en que la participación y los indecisos jugarán un papel fundamental para inclinar la balanza por encima de lo que pronostican los sondeos. Para los de Santiago Abascal, su simple irrupción en el Parlament supone ya una victoria, pero superar al PP en número de votos se concibe como una oportunidad para devolver a Casado el golpe que éste les dio durante la moción de censura al Gobierno.

Casado se ha volcado en la campaña catalana para tratar de cerrar esa ventana de oportunidad a Vox, y tanto él como el resto de dirigentes nacionales y autonómicos han convertido el ataque contra los de Abascal en uno de los puntos centrales de sus proclamas. La polémica abstención de Vox al decreto sobre la gestión de los fondos europeos, gracias a la cual Sánchez pudo salvar una votación histórica en el Congreso- ha servido de pasto para alimentar las llamas contra los de Abascal.

"Se han convertido en el salvavidas de Sánchez", repiten una y otra vez desde las filas populares, desde las que se responsabiliza sin reparos a Vox del reparto "arbitrario" y "opaco" que haga Sánchez de las ayudas europeas. "Así empezaron los ERE", se reafirmaba Casado este fin de semana.

El ataque frontal a su rival político no es la única bala que se ha guardado Casado en la recámara para esta campaña, en la que, tal y como informó El Independiente, ha lanzado a todos los pesos pesados del partido a hacer campaña, desde adalides de la moderación como Alberto Núñez Feijóo hasta el 'perfil duro' que representan Isabel Díaz Ayuso y Cayetana Álvarez de Toledo, cuya presencia puede atraer de nuevo a sus votantes más conservadores.