Decía el poeta y soldado -curiosa mezcla- Alonso de Ercilla y Zúñiga, que “el miedo es natural en el prudente y saberlo vencer, es ser valiente”. El 23 de febrero de 1981, en el Congreso de los Diputados, no solo apareció Tejero empuñando un arma y disparando al techo. También apareció el miedo en todos los representantes políticos que allí se disponían a votar la investidura de un nuevo presidente para España.

Ese miedo, unido a las órdenes a golpe de gatillo de tirarse al suelo, dejaron imágenes terribles de cientos de diputados escondidos bajo su escaño. Miedo lógico y comprensible por otra parte. Todos, excepto tres que supieron vencerlo. 

El militar Gutiérrez Mellado no solo lo venció, sino que se acercó sin dudarlo hasta Tejero para recriminar con vehemencia su actuación. Se jugó la vida. Fue zarandeado, pero ni siquiera así lograron tumbarle, pese a su delgadez.

El entonces saliente presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, también se mantuvo erguido. Fue una imagen para la historia. Un presidente que no se arruga, que antepone la simbólica imagen de un país en pie ante la intentona de maniatarlo. Este país le recordará con orgullo siempre por esa instantánea. Nunca deberíamos olvidar ese momento en el que un hombre que representaba una democracia débil no dudó en mantener firmeza frente a un intento de destruirla.

El tercero fue Santiago Carrillo. El líder del PCE era el que más tenía que perder en ese momento. Seguramente pensó recurrentemente en la muerte durante aquellas horas, pero no quiso que nadie le viera tumbado y se mantuvo sentado en su escaño, también firme frente a lo que venía.

Las últimas palabras de Carrillo sobre el golpe de Estado

Santiago Carrillo vivió 97 años. Una vida larga y llena de historia entre guerras, exilio, clandestinidad con peluca en Madrid y responsabilidades políticas de primer nivel. Desde muy joven vivió los horrores de una Guerra Civil de primera mano. Muchos le achacaron ser un personaje despiadado frente al enemigo, ya que toda su vida le persiguieron las matanzas de Paracuellos del Jarama. Quizá con razón, ya que en noviembre de 1936 él era consejero de Orden Público. Incluso historiadores poco sospechosos de tener una visión ideológica orientada a la derecha, como Paul Preston, aseguran que Carrillo tuvo mucho que ver en esas matanzas, ya fuera por acción o por omisión. Sin embargo, él, pese a las cientos de preguntas directas al respecto, se fue a la tumba negando la mayor. 

Quizá guiado por todos los horrores y sinsabores que Santiago Carrillo vivió durante su vida, aquella tarde del 23 de febrero decidió no capitular frente a ese pasado que aparecía de nuevo como una pesadilla, y decidió quedarse inmutable en su asiento pese a que ese momento, según declaró en varias ocasiones, cuando vio a Tejero entrar “supo que iba a morir”.

No fue así y pudo vivir muchos años más. Poco tiempo antes de su fallecimiento, y pese a su elevada edad, Carrillo mantenía una cabeza privilegiada y lúcida. Una de las últimas entrevistas de su vida, con 96 años, se la concedió al que firma este artículo, que acudía a él en busca de certezas sobre una investigación sobre la Guerra Civil que ahora no viene al caso.

Lo que sorprendió en aquel encuentro en su casa es su constante recuerdo del 23-F. Incluso en su despacho presidía una foto de aquel instante histórico. La imagen de Gutiérrez Mellado tratando de frenar un golpe, como metáfora de un país entero resignado a volver a lo mismo, era la más destacada en esa pequeña habitación llena de libros y cigarros a medio fumar. Quizá esa fotografía estaba allí para que su lúcida, pero ya vieja cabeza, no olvidara nunca el principio de resistencia como fórmula para avanzar como sociedad.

La pregunta sobre el 23-F era obligada para un joven periodista que se encontraba ante un personaje que era Historia viva de España. Y, sin saberlo, muy probablemente, aquellas palabras fueron las últimas que pronunció a este respecto antes de fallecer.

P.- Usted no se echó al suelo el 23-F

R.- Quizá, no lo sé bien, pero quizá no lo hice porque he vivido una guerra. Aunque es contradictorio porque lo que allí aprendes es precisamente a agacharte cuando hay disparos. No lo sé. Tampoco me considero más valiente que otros por aquello. Quizá solo fui algo más lúcido al darme cuenta de lo que realmente estaba pasando y preferí guiarme por la dignidad.

P.- ¿Qué hubiera sido de este país de haber prosperado aquella intentona golpista?

R.- De no haber fracasado ese golpe, hubiéramos tenido una prolongación de la dictadura militar. Hubiera sido la continuación de lo que hubo antes. Afortunadamente para los jóvenes y para todos los españoles, aquello fracasó. El 23-F es una de esas fechas que no se olvidan

P.- No se olvida hasta el punto de que tiene una fotografía del 23F en su despacho 

R.- Sí, sí, sí ahí la tengo siempre. Es que eso es difícil olvidarlo.