Los dos sabían que los apoyarían, incluso antes de empezar. En el peor de los casos sería la opción menos mala. PNV y EH Bildu apenas han opuesto resistencia, tan sólo una discreta escenificación. Esta vez la operación se desarrollaba tras el estreno del año pasado en el respaldo a unas cuentas de Pedro Sánchez. Los once votos de ambas formaciones nacionalistas -6 del PNV y 5 de EH Bildu- fueron necesarios, como lo serán ahora, para sacar adelante las cuentas de este año. Un ejercicio más tarde, la izquierda abertzale ha querido ser la primera en avalar los presupuestos de 2022, en dar el sí a Sánchez. El del PNV es apenas cuestión de días.

La batalla, la incógnita, no radicaba esta vez tanto en deshojar la margarita del apoyo, que parecía evidente, sino en conocer cómo librarían esta vez el pulso presupuestario las dos formaciones abertzales vascas. La carrera por presentar el zurrón más atractivo, por demostrar la sintonía más próxima con el gobierno y la condición de socio preferente ha tenido esta vez más peso.

Históricamente ha sido el PNV el único que ha negociado en Madrid. La izquierda abertzale suma décadas de ausencia en las instituciones nacionales. Sólo el final de ETA y el proceso de renovación iniciado a la salida de Otegi de prisión en 2016 hizo regresar de modo activo a EH Bildu al Congreso. Más aún tras la moción de censura que aupó a Sánchez a la Moncloa.
Este paso de la izquierda abertzale desbancó al PNV como único agente negociador del nacionalismo vasco en la Cámara Baja.

El año pasado los jeltzales no ocultaron su incomodidad por tener que compartir ‘escenario’ como ‘conseguidores’ de avances tangibles en forma de inversiones o transferencias para la ciudadanía vasca con EH Bildu. Los nacionalistas de Otegi se encargaron de dar un paso adelante y hacer sombra a la formación de Ortuzar. En el proceso negociador para las cuentas de 2022 ambas formaciones han librado y escenificado un pulso de contenido y de escenificación mayor.

Escenificar las negociaciones

La discreción ha sido la máxima que el PNV siempre ha defendido en cualquier proceso negociador. Esta vez no la ha cumplido. Si tiempo atrás jamás hubiera desvelado públicamente el desarrollo de las negociaciones presupuestarias -salvo mediante filtraciones controladas-, en esta ocasión ha llegado incluso a convocar comparecencias públicas para dar detalle, una suerte de ‘minuto y resultado’ de su desarrollo. Lo hizo el pasado viernes el portavoz del Grupo vasco, Aitor Esteban. En ella apenas hubo contenido novedoso, simplemente un mensaje de optimismo y de que las cosas avanzan hacia el acuerdo.

En el otro frente nacionalista también EH Bildu ha venido apretando, escenificando sus logros casi a medida que los obtenía. El último ejemplo lo dio ayer, al convertirse en la primera formación de todo el arco parlamentario en anunciar que dará cinco síes a las cuentas de Sánchez. El voto favorable llega después de una medida dosificación previa de los acuerdos alcanzados y que tuvo como anuncios previos los relacionados con la indemnización a las víctimas del amianto -vendido como propio pese a haberse alcanzado junto a ERC- o la reforma del Alto Horno de Sestao, entre otros acuerdos.

El sí a Sánchez para aprobar sus cuentas anunciado ayer llegó sólo dos días después de la demostración de fuerza de EH Bildu con una marcha multitudinaria en Bilbao. Esta vez el acuerdo que se presentó en la ‘carrera nacionalista’ se traducía en “compromisos políticos” para incorporar modificaciones legales para convertir en permanente el no a los desahucios en casos sin alternativa habitacional, el despliegue de ETB-3 a toda Navarra o nuevas inversiones en algunas localidades vascas y navarras. Lejos quedan las exigencias amenazadoras que Otegi hacía a Sánchez para el cumplimiento de acuerdos anteriores como la derogación íntegra de la reforma laboral, aún sin fecha ni detalle y que no ha figurado en la mesa de negociación del grupo que lidera Mertxe Aizpurua en la Cámara.

Tampoco el tema de los presos parece haber pesado en la negociación, no al menos según los compromisos pactados que Aizpurua incluyó ayer. Otegi aseguró el pasado 18 de octubre, ante un grupo de simpatizantes, que si para sacar a los 200 presos de ETA de prisión había que apoyar los presupuestos, lo haría. La reacción en contra inmediata manifestada en el Gobierno obligó no sólo a rectificar y matizar las palabras a EH Bildu sino a intentar arrinconar la cuestión, al menos en la negociación abierta en público.

Críticas a Sánchez

El PNV también anunciará su apoyo a las cuentas en víspera de un acto de partido relevante. El fin de semana celebra su VIII Asamblea General, aplazada a consecuencia de la pandemia. Debía haber tenido lugar en julio pasado, en la misma fecha en la que renovaron las ejecutivas del partido.
Ahora, Sabin Etxea confía en que todo fluya y logre un acuerdo suficiente para justificar un nuevo apoyo a las cuentas. Sánchez es el mal menor para el PNV, que tampoco ha ocultado algunas críticas por el modo en el que se comporta el Gobierno PSOE-Unidas Podemos o incluso el propio presidente Sánchez. El último reproche se lo lanzó el domingo el lehendakari Urkullu por no comunicarle su visita a Euskadi -para asistir al Congreso del PSE- y por desoír muchas de las cartas que le remite.

Por el momento el precio que ha puesto a sus seis síes no es alto. No presentar una enmienda a la totalidad se justificó afirmando que a cambio se había logrado el traspaso integro de la gestión del Ingreso Mínimo Vital a Euskadi. En realidad, ese compromiso ya se había alcanzado mucho antes, un año y medio antes, y seguía sin cumplirse. De igual modo, los acuerdos que por el soterramiento de las terminales de llegada del TAV a Bilbao y Vitoria se han incorporado como parte de las negociaciones presupuestarias son viejos compromisos incumplidos. Ahora, el Gobierno actual se reafirma en su cumplimiento, todo apunta que vía encomienda de gestión para que la Administración vasca avance la financiación y construcción que posteriormente será compensada vía Cupo.

La carrera presupuestaria entre PNV y PSE, el pulso por aupar más alto su condición de socio preferente útil para los intereses vascos, toca a su fin. Quizá sea la última. Con estos presupuestos a Sánchez le valdría una prorroga para agotar la legislatura hasta 2023. Entretanto, la relación de competición por Euskadi que libran las dos marcas nacionalistas continuará en Madrid. En Euskadi lo hará con otro tono, con el de la oposición más dura entre quien ocupa la oposición, la izquierda abertzale, y quien gobierno, el PNV “en coalición con el PSE). En este caso, el apoyo de EH Bildu a las cuentas de Urkullu parece aún un imposible.