"Aquí el que se la juega soy yo, no Pablo Casado". Alfonso Fernández Mañueco pronunció toda una declaración de intenciones en el último debate electoral. El riesgo de que este domingo se produzca un mal resultado pesa demasiado en las altas esferas populares, y el candidato a la reelección trató de despojar de responsabilidad a Génova consciente de los riesgos políticos que estas elecciones autonómicas tienen no sólo para sí mismo, sino también para Pablo Casado. La eficacia del dúo que representa el presidente del PP con su número dos, Teodoro García Egea, quedaría en entredicho si se confirma el fiasco en unas elecciones que, con la connivencia de Mañueco, urdieron ellos mismos para inaugurar un nuevo ciclo político con el que seguir la estela de la victoria de Isabel Díaz Ayuso en Madrid, diluyendo el protagonismo de la dirigente madrileña e igualándolo al del resto de barones autonómicos. Pero el experimento podría fracasar esta misma noche.
Las expectativas demoscópicas del PP se han ido desinflando conforme avanzaba la campaña. Cuando Alfonso Fernández Mañueco anunció la disolución de las Cortes el pasado 20 de diciembre, en el PP no cabían en sí de júbilo. Los sondeos avanzaban que ganarían las elecciones en Castilla y León y que podrían gobernar en solitario con un resultado incluso mejor que el de Isabel Díaz Ayuso en Madrid, que se quedó a cuatro escaños de la mayoría absoluta en mayo de 2021. En apariencia, el plan era perfecto. Con este escenario, Ciudadanos salía del tablero; el papel de Vox quedaba limitado al de 'muleta' del PP; la influencia de Ayuso en el partido quedaba desdibujada y su liderazgo controlado; las siglas del PP quedaban reforzadas ante unas inminentes elecciones en Andalucía; y Sánchez seguía perdiendo más y más votantes hasta la batalla final por La Moncloa.
Pero el nerviosismo se fue apoderando poco a poco de la dirección nacional y regional. Vox no paraba de crecer, Ciudadanos podría resistir y las fuerzas de la España Vaciada estarían en disposición de tener un papel determinante a la hora de configurar el próximo Gobierno autonómico, tanto a izquierda como a derecha. Poco a poco, los populares fueron rebajando sus expectativas. De los 38 o 39 procuradores -la mayoría absoluta está en 41- pasaron a unos 35 en sus cábalas internas. No importaba. Algún que otro tracking interno desinflaba aún más esa horquilla en los últimos días de campaña, y el PP dejó de mirar las cifras. Pablo Casado presentará los resultados de este domingo como una victoria si consigue que sus siglas sumen más que el bloque de la izquierda. "Aunque sólo sea por un escaño, habremos ganado", zanjan en la cúpula directiva.
Las últimas encuestas apuntan no obstante que ese escenario, el de sumar más que PSOE y Podemos -que podrían incluir a Ciudadanos y a algún partido regionalista a su bando-, resulta ya inviable sin Vox. Algún sondeo prepara incluso el terreno para una sorpresiva subida de la izquierda que allane el camino de la gobernabilidad de Luis Tudanca apoyándose en formaciones minoritarias, un escenario que dispararía la tensión en el PP hasta cotas inusitadas y avivaría el debate interno en torno al liderazgo de Pablo Casado. La contestación interna podría provocar además que Juanma Moreno guardase en un cajón el adelanto electoral en Andalucía a la espera de que las aguas internas volviesen a su cauce. Y no es un año precisamente tranquilo para el PP. Isabel Díaz Ayuso espera aún fecha para celebrar el congreso del PP de Madrid, y un fracaso en Castilla y León no haría sino dar alas a sus pretensiones orgánicas. Por si fuera poco, en julio está previsto la celebración del Congreso Nacional del PP, la cita en que Pablo Casado se juega su reelección como líder del partido.
Con todo, los populares se mantienen optimistas y creen que Mañueco logrará revalidar su puesto como presidente de Castilla y León, aunque tengan que sumar a Vox a la ecuación. Nadie duda que los de Santiago Abascal superarán sin dificultad los 10 procuradores, pero fuentes de la cúpula del partido creen que no tendrán que compartir asientos con ellos en la Junta. Su influencia, insisten, se limitará a cesiones programáticas de mayor o menor calado en función de la aritmética, "como sucede en Madrid". Pero optimismo no quiere decir tranquilidad, y más de un dirigente de la dirección nacional se morderá las uñas esta noche.
Ayuso araña los últimos votos en Castilla y León
El PP ha dado un par de volantazos estratégicos a lo largo de la campaña para corregir la evolución de los sondeos. Y el más llamativo es el que tiene que ver con Isabel Díaz Ayuso. En un principio, la dirección nacional y regional acordaron que el papel de la presidenta madrileña sería idéntico al del resto de presidentes autonómicos: además del cierre de campaña, en su agenda sólo había un acto en dos semanas. La intención pasaba por diluir el protagonismo de la dirigente, que suele aglutinar todos los focos en detrimento de Fernández Mañueco o del propio Casado. Pero la presencia de Ayuso en Castilla y León aumentó conforme el PP se desinflaba en las encuestas. Toda ayuda era poca, y la movilización de los indecisos se estima crucial para un domingo clave en el futuro de Pablo Casado.
En el entorno de la presidenta madrileña aseguran que fue Mañueco el que solicitó que multiplicase su presencia en Castilla y León. A diferencia del resto de barones, la dirigente protagonizó hasta cuatro actos en campaña, en Burgos, Segovia, Valladolid y Ávila. Sin embargo, en su equipo dejaron en el aire su asistencia al cierre de campaña argumentando cuestiones de agenda. Las mismas fuentes alegaban que sólo estaba previsto que hablasen Pablo Casado y Alfonso Fernández Mañueco y entendían que ese motivo hacía prescindible la presencia de Ayuso en Valladolid. No obstante, y según la versión de la Puerta del Sol, el equipo de Mañueco volvió a pedir a la madrileña que asistiese al acto final de campaña, donde finalmente se le dejaría intervenir. En Génova, no obstante, desmienten que se pidiese Ayuso asistir al evento y defienden que ella, como el resto de presidentes autonómicos, eran libres de acudir o no a la cita.
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