Pedro Sánchez y su gobierno pasan por un momento dulce. El debate sobre el estado de la Nación de la semana pasada ha servido para cohesionar el Consejo de Ministros, aunque haya sido a cambio de que el inquilino de la Moncloa asumiera buena parte de los postulados de Unidas Podemos; del lado del PP ha habido incomparecencia del adversario y, además, la coalición ha sacado adelante una serie de leyes y decretos sobre cuestiones muy sustantivas con votaciones holgadas. Lo último, esa especie de vuelta del hijo pródigo a la llamada “mayoría de la investidura”, con ERC apoyando el decreto anti-crisis.

En definitiva, un escenario idílico, -que ni siquiera Pere Aragonès ensombreció el pasado viernes tras la reunión en Moncloa- , que aconseja aplazar a septiembre la posibilidad de una nueva crisis de Gobierno con la que afrontar el resto de la legislatura, según indican fuentes gubernamentales a El Independiente. Parece que todos los ministros se tomarán vacaciones de verano sin dejar de ser miembros del Ejecutivo, otra cosa será a la vuelta.

Una vez aprobado el decreto anti-crisis y puesto sobre la mesa un nuevo paquete de medidas económicas, entre ellas los impuestos sobre beneficios extraordinarios a las energéticas y a la Banca “se trata de no desviar el foco hacia ninguna otra cuestión”, explican, aunque la repentina dimisión de Adriana Lastra, no por inesperada, ha alterado sin duda esa estrategia. Moncloa quería estirar los efectos del debate de política general, también el éxito de la reciente cumbre de la OTAN y no eclipsarlo con una posible remodelación ministerial para dotar al Gobierno de mayor peso político y ejecutivo como piensan no pocos dirigentes socialistas.

Tras el buen balance del debate del estado de la Nación, se trata de "no desviar el foco"

“Estamos muy contentos. Ha ido muy bien el debate”, dicen los mismos medios consultados sobre la cita parlamentaria de la semana pasada que ha insuflado ánimos a los miembros del Gobierno, aunque aún falta por evaluar el efecto que haya podido tener entre la opinión pública y las desanimadas bases electorales de la izquierda. Queda por saber si el CIS de julio ha podido testar algo del impacto del discurso presidencial del día 12 y de las medidas anunciadas. En caso contrario, será papel mojado.

Por ello, lejos de acelerar cualquier tipo de cambio interno -que no sólo tendría porqué afectar al Gobierno y que ha llegado a Ferraz-, Moncloa ha tocado a rebato para pasar a la ofensiva y movilizado a sus ministros, que el jueves se convirtieron en mensajeros de las propuestas sanchistas en todos los medios de comunicación.

La petición que lanzara el también líder del PSOE en la última ejecutiva socialista respecto a que todos y cada uno de sus miembros debían actuar a modo de portavoces, no sólo de sus departamentos, sino del conjunto del Ejecutivo ha encontrado su máxima expresión en la hiperactividad de los últimos días.

Hasta Yolanda Díaz, que en vísperas del debate aludió a la falta de “alma” y de “empatía” del Gobierno, lo que hizo torcer el gesto a Moncloa, dice ver ahora que el Ejecutivo “tiene un gran horizonte y un rumbo cierto y sobre todo un compromiso y es que vamos a tomar cuantas medidas sean imprescindibles para mejorar la vida de la gente, por lo tanto, horizonte y rumbo cierto”.

Un efecto diluido

En el equipo del presidente esperan que el debate haya actuado a modo de revulsivo para mejorar en los sondeos. Y por ello creen que no hay que caer en el mismo error que hace un año cuando Sánchez acometió sorpresivamente un 10 de julio una profunda remodelación ministerial y en septiembre ese efecto sorpresa no sólo se había diluido, sino que apenas quedó de aquello los grandes interrogantes respecto a las salidas de José Luis Ábalos, Carmen Calvo e Iván Redondo.

Que Sánchez no estaba contento tras el descalabro andaluz del 19-J era una realidad que no se molestó en ocultar. No obstante, los primeros análisis apuntaron principalmente a la responsabilidad de Ferraz y a las complicadas relaciones entre la vicesecretaria general, Adriana Lastra, y el secretario de Organización, Santos Cerdán. Pero en la última reunión del comité federal del partido Sánchez no propuso ningún cambio y no ha sido hasta hoy que se ha conocido la dimisión de Lastra.

De hecho, desde Ferraz apuntaban a la escasa implicación de gabinete de Sánchez, en manos de Óscar López y Antonio Hernando, como una de las causas del descalabro andaluz.

En esa búsqueda de culpables, algunas informaciones apuntaron a una posible salida de Felipe Sicilia, portavoz de la ejecutiva federal y de la más estrecha confianza de Lastra, y de Héctor Gómez, que ejerce el mismo papel en el Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso de los Diputados. Pero en el entorno de Gómez califican de "interesadas" esas filtraciones, fuego cruzado producto de una guerra de guerrillas interna que estaba empezando a cansar mucho al líder del PSOE y ha acabado llevándose a Lastra por delante.