Álvaro García Ortiz nunca podrá borrar de su currículo el haber sido el sustituto de Dolores Delgado, una fiscal de la Audiencia Nacional que por su trayectoria “progresista” fue nombrada ministra de Justicia y de ahí, sin solución de continuidad, nada menos que Fiscal General del Estado, puesto al que ahora se ve en la necesidad de renunciar por cuestiones de salud y que explican el ascenso de su mano derecha y hasta ahora jefe de la secretaría técnica de la Fiscalía General del Estado.

Por mucho que se esfuerce en borrar ese origen, cosa que probablemente ni siquiera desee hacer, siempre será el heredero de la peor Fiscal General del Estado porque ha sido la primera vez en la historia de nuestra democracia en la que un ministro de Justicia salta de ese cargo, netamente político, a ocupar un cargo institucional que requiere no sólo de imparcialidad sino de la apariencia de imparcialidad. Justamente lo que Dolores Delgado no ha podido ofrecer nunca.

Al escándalo que provocó su nombramiento como Fiscal General -dentro y también fuera de España- ella fue anudando episodios que ratificaban la vergüenza colectiva que dominó a la clase política conservadora y a la propia carrera fiscal desde el mismísimo comienzo de su nueva trayectoria.

No es para olvidar el audio grabado por el ex comisario Villarejo en el que ella, en ese momento fiscal de la Audiencia Nacional en ejercicio, compartía alegremente mesa y mantel con quien ya era conocido por sus comportamientos "irregulares" , hasta el punto de que el propio Baltasar Garzón, también presente en el almuerzo, le decía en esa misma ocasión a Villarejo “tú eres un mal, pero un mal necesario”.

Se ve que para entonces las andanzas del ex comisario no le eran en absoluto ajenas al por entonces todavía juez ni tampoco a la entonces fiscal de la Audiencia Nacional que celebra con naturalidad y bromas impropias de su cargo las ilegalidades que iba desgranando en la conversación el todavía comisario de policía ahora encarcelado.

Cuando esas conversaciones salieron a la luz, Dolores Delgado era ya ministra de Justicia pero el presidente del Gobierno no consideró aquello como un motivo más que suficiente para cesarla.

Ahí tenemos a la ministra de Justicia elevada a la categoría de Fiscal General del Estado sin que ni a uno ni a otra se les caiga la cara de vergüenza"

Es más, Pedro Sánchez, que ha demostrado largamente que el respeto debido a la instituciones, a su prestigio y a su reputación es algo que le resulta totalmente ajeno, le tenía reservado un destino que hubiera sido incompatible para cualquiera que no tenga tan arraigado que el sentimiento de pertenencia a un colectivo, digamos “progresista”, está muy por encima de cualquier consideración u oportunidad.

De modo que ahí tenemos a la ministra de Justicia elevada a la categoría de Fiscal General del Estado sin que ni a uno ni a otra se les caiga la cara de vergüenza.

Y desde esa posición se ha comportado como lo que ya sabíamos que era: alguien que barre para su casa, entendida ésta como el Gobierno o la Unión Progresista de Fiscales, minoritaria en la carrera pero que se ha beneficiado de la pertenencia de la Fiscal General a esa asociación con una caterva de nombramientos que no se corresponden con la representación de la UPF entre los miembros de la carrera.

El último encontronazo de la Fiscal General del Estado ha sido con el Tribunal Supremo que le echó para atrás el nombramiento de Eduardo Esteban como Fiscal de Sala de Menores por “falta de motivación” dado que había otro candidato con mucho mejor derecho a la plaza. Pero, ah, él no pertenecía a la Unión Progresista de Fiscales y Esteban sí. Esa era la gran diferencia. El curriculo de uno apabullantemente abrumador frente a la manfiesta escasez del otro era lo de menos.

El clima que ha dejado en el seno de la carrera es deplorable precisamente por su partidismo irredento. Y de ese clima va a ser heredero Álvaro García Ortiz, quiéralo o no.

Clima que el propio Pedro Sánchez ha excitado cuando ha pretendido ascender a Dolores Delgado por la puerta de atrás introduciendo una enmienda a la Ley Concursal ¡en la que se pretendía modificar el Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal! de modo que cuando un nombramiento de Fiscal General del Estado recayera en un miembro de la carrera en situación de “servicios especiales” -“casualmente” ese era el caso de Dolores Delgado- una  vez que se produjera su cese adquiriría la categoría de Fiscal de Sala del Tribunal Supremo.

La maniobra fue tan burda que ni sus socios de investidura aceptaron aprobar semejante enjuague y finalmente la enmienda tuvo que ser retirada por el PSOE.

Su legado es un compendio de partidismo, dependencia del Gobierno, con quien comparte intereses, y descrédito institucional"

La señora Delgado es también la responsable última de las interminables investigaciones prejudiciales al viejo rey Juan Carlos de Borbón que finalmente han tenido que ser archivadas después de tres largos, interminables, años de pesquisas que no han dado el resultado buscado por algunos.

En fin, su legado es un compendio de partidismo, dependencia del Gobierno, con quien comparte intereses, y descrédito institucional mientras se multiplican las recomendaciones de Bruselas para “fortalecer el estatuto del  ministerio fiscal en lo que se refiere a la separación del mandato del Fiscal General respecto del Gobierno”.

Más claro no puede estar. Pero en España y con Pedro Sánchez al frente las cosas van previsiblemente a seguir como estaban. Ya lo dijo el presidente en su día “¿De quién depende la Fiscalía? Pues eso”.

Con todo esto, poco se puede esperar de su sucesor en el cargo, al que todavía le queda recibir el parecer del Consejo General del Poder Judicial, opinión que en todo caso no es vinculante, y el examen de idoneidad en la Comisión de Justicia del Congreso de los Diputados antes de jurar ante el Rey y tomar posesión de su cargo ante el pleno del Tribunal Supremo.

Pero si ha sido la mano derecha de Dolores Delgado lo previsible -ojalá no- es que se parezca a ella como un alma gemela. Y eso será lo lamentable.