Es una evolución silenciosa, casi imperceptible. Ocurre en el conjunto de la sociedad, también en las aulas, entre los más jóvenes. Los adolescentes y los ancianos han sido el colectivo que en mayor medida ha sufrido el impacto de la pandemia, el confinamiento en el que derivó y la crisis y los cambios sociales que le acompañan hasta hoy. En los más jóvenes lo ha hecho con un impacto en su salud mental importante en muchos casos. Durante décadas la receta ha sido guardar silencio, esconderlo, no hablar. Hoy los expertos insisten en que el problema de los suicidios, también el de los menores de edad, debe salir a la superficie, abordarlo con claridad y de cara para hacerle frente. En Euskadi han decidido incluirlo en el programa escolar de profesores y alumnos.

El objetivo es dotar a toda la comunidad educativa de herramientas para prevenirlo, saber detectar sus señales de alarma, tratar las consecuencias de un caso de intento de suicidio y, en el peor de los casos, saber enfrentar en el entorno escolar un caso de suicidio en su seno.

El año pasado en el País Vasco se suicidaron 148 personas, tres de ellas tenían menos de 19 años. Los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) correspondientes a 2019 reflejan que en el conjunto del país se quitaron la vida 14 menores de 15 años y 300 de entre 15 a 29 años. La necesidad de dejar de mirar hacia otro lado ante un fenómeno cada vez más extendido ha llevado a la Consejería de Educación del Gobierno vasco a establecer una estrategia de abordaje de este problema en las aulas y que incluirá tanto a los docentes como al alumnado de Secundaria.

Si bien la formación del profesorado se pondrá en marcha la próxima semana, la estrategia orientada a los escolares aún está en la última fase de la definición y no se aplicará hasta el próximo curso 2023/24. El nivel en que se impartirá este tipo de formación no está cerrado pero se piensa en 4 de la ESO, o 1 y 2º de Bachillerato.     

Protocolos de actuación

A partir del próximo curso los estudiantes tendrán sesiones de trabajo en torno al suicidio, se les entregará material didáctico que desarrollará la prevención y dará respuestas ante conductas suicidas. La gestión por parte de los adolescentes de las emociones y los sentimientos en una etapa de profunda transformación vital es una de las fases más importantes en la tarea de prevención. La estrategia planteada busca dotar de herramientas para actuar y canales para pedir ayuda además de fortalecer habilidades para afrontar diversas situaciones vitales.

Los centros educativos deberán tener establecidos protocolos de actuación útil y rápida en casos de riesgo. Para ello se propone la creación en los colegios de un “Equipo de Respuesta de Crisis Suicida o la posibilidad de crear un observatorio de posibles casos de riesgo. A ello se sumaría la necesidad de reforzar las redes de colaboración entre el centro docente, la red sanitaria y las familias.

Además del protocolo en la fase de prevención, se propone fijar mecanismos de actuación para los casos de regreso de un alumno o alumna que ha intentado suicidarse. Un proceso en el que se debe cuidar el modo en el que se le facilita esa transición, reincorporación y la adaptación a la comunidad educativa. Saber abordar de modo adecuado en el entorno de ese alumno y su desarrollo emocional y motivacional es determinante en estos casos.

Entre las señales de alarma de posibles conductas suicidas entre escolares se citan elementos como las autolesiones, haber sido víctimas de abusos sexuales o ‘bullyng’, muestras de baja autoestima o hablar del suicidio o de planes para cometerlo, entre otros.

Eliminar el estigma y tabú

Desde la próxima semana comenzarán los ciclos formativos para los profesores en el tratamiento de las conductas suicidas. A todos ellos se les impartirá formación para aprender a detectar factores de alarma entre el alumnado, así como mecanismos y procesos para gestionar este tipo de situaciones con los estudiantes, “el profesorado debe estar preparado para saber dar una respuesta adecuada”, aseguran desde el Ejecutivo. El documento que se ha preparado para llevar a cabo esta estrategia subraya la necesidad de eliminar el “estigma y el tabú” que aún rodea a esta cuestión. Para ello desmiente “algunos de los falsos mitos o informaciones erróneas” en torno al suicidio y que socialmente están muy extendidos.

Los centros educativos deben tener establecido un sistema para saber quién, cómo y cuándo actuar. Hacer un seguimiento de los casos de mayor riesgo, mejorar la comunicación con las familias y el entorno del alumno y facilitar que su entorno más cercano en el propio centro pueda aportar de manera positiva.

Junto a ello, se trabajará que los alumnos puedan ser parte activa de la solución y contribuyan no sólo a la detección de posibles situaciones de riesgo sino también colaboren en el abordaje y solución de los mismos. “La ayuda entre iguales es muy importante”, asegura Lucía Torrealday, directora para la Diversidad y la Inclusión del Gobierno vasco: “Claro que se debe hablar del suicidio, hay que hacerlo con conocimiento. Es importante erradicar esa idea de ensalzar las conductas suicidas que en ocasiones se ven entre adolescentes”.

Tres fases

La estrategia vasca contra el suicidio en las aulas también establece que se deberá contar con un plan para casos de suicidio de uno de sus alumnos que abarca desde la confirmación de la veracidad de la información, el modo en el que se deberá informar a la comunidad escolar de lo sucedido, prevenir un posible “efecto contagio de la conducta suicida” en el entorno más vulnerable de la comunidad educativa.

Se contemplan procedimientos de actuación en cada una de las tres fases posibles; la detección de un riesgo, el abordaje de un intento de suicidio o incluso la gestión del impacto en el centro escolar en los casos de suicidio. Educar al alumnado en la gestión emocional, en la resolución de conflictos, las relaciones interpersonales, la comunicación fluida o el sentimiento de pertenencia a la comunidad, son algunas de las herramientas que se proponen. La relación entre docentes y alumnos para poder generar un clima de seguridad y confianza en las aulas se presenta como uno de los ejes clave en el tratamiento de esta cuestión en el entorno educativo.