Ocurre cada vez más. Si hace décadas el nuevo o la nueva de clase era una alumna venida de otro centro, hoy es probable que lo sea por llegar de otro país, de otra realidad. Quizá el nuevo amigo de su hija o de su hijo no se llame Pablo, José o María, sino Mohamed, Nushi o Liliana. En España las aulas comenzaron a acoger alumnado inmigrante de modo más numeroso a partir de 2000. La gráfica muestra que desde entonces ese número en las aulas de enseñanza no universitaria se ha multiplicado por seis al pasar de 140.000 en todo el país a casi 850.000 en la actualidad.
Es un cambio social, demográfico y educativo importante que se comenzó a abordar hace veinte años y que tras un primer acierto en el modo de acogida de este perfil de alumnado ha dejado atrás la incorporación de mejoras necesarias. El antropólogo, profesor y doctor por la Universidad de Deusto, Jesús Prieto, ha analizado la fotografía del alumnado extranjero en España en un detallado estudio titulado “Situación del alumnado de origen migrante. Realidades, resultados y carencias”. Entre sus conclusiones destaca que en un primer momento se acertó en el modo de acogida de esta nueva realidad en las aulas. Se normalizó pero sin avanzar después en la flexibilidad curricular que requiere esta realidad, sin erradicar el “determinismo” sobre su futuro social que de partida se aplica hacia ellos. También destaca que no se ha mejorado en el modo de hacer frente a las altas tasas de abandono escolar que registran, muy superior a la del resto de alumnado.
Prieto subraya que las asociaciones de inmigrantes y las familias de jóvenes que ahora ya están trabajando, los que llegaron hace veinte años, “nos dicen que la Escuela ha sido el lugar donde más acogidos, donde mayor receptividad y mejor trato han encontrado”: “Destacan que se encontraron apreciados, incentivados y queridos”, asegura. Durante aquellos primeros años se hizo un esfuerzo por integrar a esta población escolar del modo más adecuado. Prieto recuerda que entonces se pusieron en marcha muchos planes de educación intercultural, planes de refuerzo lingüístico, aulas de acogida, profesorado de interculturalidad, “en general las administraciones educativas se pusieron las pilas”, señala.
En el periodo 2000-2009 el incremento de escolarización de alumnos inmigrantes creció de modo muy importante de año en año. Desde entonces, el número ha permanecido con menor variaciones. Hoy el peso de estos estudiantes del 9,9% del total de la población escolar no universitaria. Este experto apunta que la realidad es muy distinta en función de las comunidades autónomas, no sólo desde el punto de vista cuantitativo sino también cualitativo. Comunidades como Cataluña, Baleares, La Rioja o Aragón cuentan con una población escolar de origen inmigrante que oscila entre el 14% y 15%. Por el contrario, en comunidades como Extremadura, Galicia, Asturias o Andalucía la escolarización de estos niños y niñas apenas representa entre un 3% y 5% del total de las aulas.
Abandono escolar disparado
Dos décadas más tarde desde que se disparó la llegada de estos niños y niñas a la Escuela española, el balance es que el proceso no ha dado los resultados esperados. No al menos desde el punto de vista formativo. La tasa de abandono escolar entre ellos es más del triple que entre el resto de estudiantes. Si en el conjunto del alumnado español el abandono de los estudios se produce en el 13% de los escolares, entre la población inmigrante se incrementa hasta el 45% entre los chicos y el 35% entre las chicas.
“Los recorridos educativos para estos jóvenes son inflexibles. No hay una correcta adaptación curricular. Hay que pensar que la mayoría hace un esfuerzo increíble para entenderse, para comprender el idioma y rara vez se les reconoce. Se les evalúa igual y se pone suspensos sin tener en cuenta su situación”. Recuerda que de igual manera que se proponen recursos de apoyo y refuerzo para ayudar a escolares con dificultades, como alumnos con algún tipo de retraso escolar, con problemas de salud, etc., “existe cierta inflexibilidad con los alumnos inmigrantes a la hora de su evaluación”.
Prieto destaca como una de las “sombras” la existencia de cierto “determinismo” por parte del profesorado hacia estos alumnos. “De salida suelen tener bajas expectativas con estos chicos y chicas. No hay que olvidar que no son alumnos que vengan de cero. Muchos de ellos hablan varios idiomas. Esa idea de que ‘va, este que no haga nada porque se dedicará a la limpieza de calles, la hostelería o el cuidado de ancianos… ese determinismo social aún impregna mucho a los profesionales de la educación”.
A esta dificultad dentro de la red educativa, Prieto suma la dificultad de carácter más estructural en la que debe desarrollarse este alumnado respecto al resto de la mayor `parte de sus compañeros de aula. Las condiciones de vivienda, de acceso a recursos escolares como conectividad, material o lugares de estudio, pueden marcar esa diferencia: “No es igual un niño que tiene su habitación, su ordenador para estudiar que otro que vive con su familia en una sola habitación y con un fuego para cocinar. Estas condiciones son un hándicap para su recorrido curricular. Por eso muchos se ponen cuanto antes a trabajar, abandonan los estudios, para llevar dinero a casa”.
Segregación por redes
Un dato muestra con claridad ese proceso. Si en la educación primaria el número de niños y niñas de origen inmigrante en España suman 336.000, en la enseñanza Secundaria, en la ESO esa cifra cae casi a la mitad, a 186.000 y se vuelve a reducir de modo importante en el salto al Bachillerato, donde actualmente están matriculados alrededor de 45.000, a los que se debe sumar los 78.000 que cursan alguna titulación de Formación Profesional.
La segregación y concentración de estos estudiantes en los centros de enseñanza de la red pública es otra de las realidades. Actualmente en España el 78% de todos ellos está escolarizado en un centro público frente al 15% que lo hace en la concertada/privada. “En veinte años no se ha logrado terminar con esa segregación. Es un hándicap evidente. A las autoridades educativas les conviene que exista una élite que es la que va a dirigir el país. Una élite que no se ‘contamine’ con niños y niñas pobres. Es algo que nadie reconoce, pero en cierta medida ocurre”.
En términos globales los alumnos procedentes de algún país de África y los de origen latinoamericano son los más numerosos. Representan la mitad de todos los escolares inmigrantes. Por países de origen, Marruecos, con casi 200.000 y Rumanía, con algo más de 100.000 encabezan la lista. La población China en las aulas también es numerosa, algo más de 43.000, seguida por numerosos países latinoamericanos como Colombia, Venezuela, Ecuador y Bolivia, con cerca de 20.000 niños y niñas escolarizados cada uno de ellos.
“La Educación para la interculturalidad no la hemos sabido abordar bien. No es sólo poner música de tambores y comer cus cus un día, sino saber encontrarnos en un lugar común de ciudadanía”, señala Prieto. Considera que el escaso peso que se concede en el sistema docente y en las familias en general a los aspectos de ciudadanía e integración pueden tener un efecto negativo en el actual contexto. La corriente xenófoba y de rechazo a la inmigración que recorre Europa, y que tiene en formaciones de carácter extremista su máxima representación debería ser un elemento de alarma: “Si no lo hacemos bien podemos acabar con niveles de xenofobia y racismo importantes”, advierte.
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