Llegó a contaminarlo todo, a ser el eje sobre el que todo debía girar. Lo hacía para reivindicarse y para diferenciarse. En Euskadi soberanía, derecho a decidir, autodeterminación, consulta, nación… han formado durante décadas parte del catálogo de conceptos dirigidos a un solo fin: separarse de España. Históricamente ha ido acompañado de discursos de odio y de rechazo, cuando no de violencia terrorista asociada. De él parece que ya no queda mucho, sólo las palabras y una escenificación más próxima al folklore que a la reivindicación. En realidad, el silencio que se ha instalado es un espejismo. Los órdagos no han desaparecido, pero no están activados, sino guardados desde hace tiempo en un cajón. Y así seguirán en esta campaña del 23-J. Las propuestas para buscar un nuevo encaje de tú a tú con España no figuran entre las exigencias a plantear los próximos años.

Ni el PNV ni la izquierda abertzale ondearán esa bandera más allá de un recordatorio casi rutinario de que seguirán “trabajando” por el reconocimiento de una nación propia y de la aspiración que, como partidos soberanistas que son, se les presupone. En sus programas electorales no figura nada que augure un pulso por una ruptura territorial, la reclamación próxima de una consulta para separarse de España o un referéndum que tensione en futuro de los próximos años. Este camino ha dejado de estar tan transitado por PNV y EH Bildu, lo ha hecho al mismo tiempo que el apoyo a la independencia se relajaba en la sociedad vasca.

El portavoz del PNV en el Congreso de los Diputados, Aitor Esteban, durante un acto celebrado este viernes en Vitoria. EFE

EH Bildu apostó hace años por relegar su discurso rupturista para forzar pasos en esa dirección. Los hechos y los votos le han demostrado que le ha ido mejor con su mutación social. Ahora la izquierda que lidera Arnaldo Otegi se proclama en los actos electorales como “independentista” pero también como “feminista”, “republicana” o “antifascista”. El espacio social es el que le ha permitido ganar espacio, rejuvenecer aún más su electorado y arrebatar votos, espacio y poder al PNV.

El programa electoral con el que se presenta el 23-J plantea que seguirán “trabajando” para avanzar en una solución al “conflicto político” y que lo harán mediante el diálogo y el acuerdo “y la voluntad y la palabra de la ciudadanía vasca como único límite”. Una aspiración que no acompañan de propuestas o medidas precisas a presentar en los próximos años. Sí apuntan que su labor buscará mejorar en el reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado y el reconocimiento de “Euskal Herria como nación” o que trabajarán por el reconocimiento del “derecho a decidir” o el respeto del Gobierno español a los acuerdos que en esta materia se pudieran alcanzar en los parlamentos de Euskadi y Navarra. Aspiraciones todas ellas sin letra pequeña en sus programas, sin hoja de ruta por aplicar.

Del 'romper amarras' de Idigoras a los Sanfermines

En uno de sus vídeos de campaña EH Bildu se presenta como defensora del “autogobierno” pero sin plantear cómo. En Euskadi su modelo para avanzar hacia otro encaje en el Estado está anestesiado, adormecido desde hace casi una legislatura. Las propuestas de actualización del Estatuto de Gernika de 1979 que PNV, Bildu y PP presentaron en 2019 siguen esperando en la Cámara vasca. Ninguna de las dos formaciones nacionalistas ha insistido mucho para despertarlas. La pandemia primero y la crisis de Ucrania después han servido de argumento para dar prioridad a cuestiones socialmente más acuciantes.

Ni siquiera el peso relevante como socio necesario que Bildu ha tenido con Sánchez le ha llevado a intentarlo. Tampoco ver cómo sus aliados catalanes de ERC lograron comprometer una mesa de negociación, hoy cerrada y sin actividad. Hubo años en los que Herri Batasuna, e incluso varias de las marcas que le sucedieron, no hablaban de otra cosa cuando se subían a la tribuna. Desde el histórico “saquen sus sucias manos de Euskal Herria” de Jon Idigoras a Felipe González en el Congreso en 1995 reclamando “romper amarras” con España, hasta la reivindicación en favor del derecho de autodeterminación que durante décadas ha reclamado con insistencia y vehemencia la izquierda abertzale.

Hoy los de Otegi se apoyan más en una reclamación independentista con carácter más popular, casi 'folklórico', que de pulso político real en las instituciones. Una exigencia a largo plazo que se visualiza en forma de carteles, pancartas o pintadas en eventos como el Tour de Francia, los Sanfermines o las fiestas populares pero que no figuran en las mesas de negociación habituales en las que está presente. Es precisamente uno de los reproches que recibe por parte de algunos de los movimientos críticos con Otegi y que hoy engrosan la red de plataformas y organizaciones de extrema izquierda abertzale. Ellos sí recurren al discurso que no hace tanto empleaban Bildu y sus antecesores, como la “ocupación” de los Estados española y francés de Euskal Herria, la “opresión” que aplicaban o la imposibilidad de vivir en libertad que se imponía a la nación vasca.

No sólo ha cambiado su discurso y su estética, también su estrategia. De los semblantes serios, amenazantes y fríos de otro tiempo a “ganarles con una sonrisa”. Su imagen oscura de negros y grises es hoy una apuesta por el color y la modernidad: “Riamos, lo volveremos a hacer”, se ha convertido en una suerte de lema repetido. “Nosotros a lo nuestro, poco ruido y mucho trabajo y con humildad”, repiten en sus actos. Para Bildu estas elecciones el adversario no es el Estado sino el “fascismo” en el que sitúa a Vox, el PP y, hasta hace poco, al PNV. Lo hizo en la campaña de la coalición en la que se presentaba como el triple antídoto contra el fascismo en el que situaba al partido de Ortuzar, como la ‘mosca cojonera’ que acompañaba al ‘mosquito’ (Feijóo) y al ‘zángano’ (Abascal). Campaña que poco después Otegi consideró que había sido un error.

Un 'dique de contención'

En el PNV, la otra marca nacionalista por antonomasia en el País Vasco, el derecho a decidir tampoco aparece como exigencia prioritaria a defender en su programa electoral para este 23-J. Esta vez el programa electoral ni siquiera reserva un apartado específico a la cuestión, la comparte con la Agenda 2030 y Europa. El documento presentado este viernes reconoce que la pandemia y la guerra de Ucrania han dificultado dar pasos en el “encaje de las realidades nacionales en el Estado”. También que se han provocado daños “competenciales” por parte del Gobierno de Pedro Sánchez con la invasión de competencias propias.

Pero hasta ahí. El PNV no contempla plantear en los próximos cuatro años ninguna propuesta que permita avanzar o modificar en una nueva relación con España. Ni siquiera se refiere a la renovación del Estatuto vasco que las dos Cámaras deberían aprobar. El marco de juego que dibuja es similar al que ahora se ha practicado: negociar el desarrollo de nuevas competencias pendientes y apuntalar la relación bilateral ya reconocida en esos procesos de negociación entre administraciones.

El PNV recurre a su viejo mantra de que “más autogobierno significa más bienestar”. En este mandato en el que han sido uno de los apoyos del Gobierno Sánchez, la principal promesa del Ejecutivo no se ha cumplido: el desarrollo íntegro del Estatuto de Gernika. Un compromiso pendiente que vuelve a ser el principal contenido en materia de autogobierno para el próximo periodo: “Seguiremos reclamando la transferencia del régimen económico de la Seguridad Social”, insiste el PNV.

La formación de Ortuzar se compromete en términos generales a “defender con convicción y determinación” el Estatuto vasco, el Concierto Económico y “la nación vasca”. También a ser el “dique de contención” ante posibles ataques a la “identidad nacional” vasca o las agresiones a los “derechos históricos”. A la hora de fijar sus propuestas apunta la defensa de la bilateralidad con el Estado, ya reconocida, en el ejercicio compartido de la soberanía”.  También a reclamar una participación directa en los ámbitos de decisión de la Unión Europea.