El pasado les unió. Lo hizo en el lado más oscuro, en el de los tiros, las bombas y la clandestinidad. Todos ascendieron rápido hacia la cúpula de la banda. Conformaron el organigrama que tomaba decisiones en la ETA de la ‘socialización del sufrimiento’, la de los años 90 que buscó extender el terror a políticos, jueces, empresarios, periodistas, militares, policías… Fueron años duros en la Euskadi a la que sólo se desplazaban para ‘actuar’ y regresar después al refugio francés. En aquel periodo convulso tuvieron tiempo incluso para enamorarse entre sí. Después llegaron las detenciones, las condenas y los años de prisión en los que algunos aún hoy continúan.

Ahora, tres décadas más tarde volverán a encontrarse. Esta vez lo harán ante un juez, sentados en un banquillo e imputados por su presunta responsabilidad en uno de los atentados más crueles de la historia criminal de ETA; el asesinato de Miguel Ángel Blanco en 1997. El ‘reencuentro’ lo ha precipitado el juez de la Audiencia Nacional, Manuel García Castellón. Lo ha hecho tras reabrir el caso del edil del PP de Ermua secuestrado y asesinado aquel verano de hace 27 años que terminaría por activar el final de ETA. Por la autoría material de aquel crimen con el que la banda quiso vengar la liberación de Ortega Lara ya fueron condenados Javier García Gaztelu, ‘Txapote’, y su pareja, Irantzu Gallastegi, ‘Amaia’, a 50 años de prisión cada uno. Condena que aún cumplen en la prisión de Zaballa (Alava).

La Justicia española quiere ahora sentar ante un tribunal a quienes presuntamente pudieron ser los responsables intelectuales de aquel asesinato, quienes lo ordenaron o no lo evitaron teniendo autoridad para hacerlo: Soledad Iparragirre, ‘Anboto’; Mikel Albisu, ‘Antza’; Miguel Gracia Arregui, ‘Iñaki de Rentería’ y José Javier Ruiz Arizkuren, ‘Kantauri’. Según detalla el juez en su extenso auto de 100 páginas, cree improbable que los miembros del ‘comité ejecutivo’ de ETA no fuera consensuada por todos ellos. Tampoco no hubieran mediado órdenes concretas y una planificación en la que estuvieran implicados. Incluso señala que pudiendo impedirlo no lo hicieron, lo que concluye que existió una “voluntad inequívoca en la producción del resultado”. Este caso se reabrió en 2022 tras una querella de Dignidad y Justicia.

De los cuatro exdirigentes de ETA procesados dos de ellos hace años que están en libertad: ‘Iñaki de Renteria’ desde 2010 y ‘Mikel Antza’ desde enero de 2019. En cambio, ‘Anboto’ y ‘Kantauri’ continúan en la cárcel, la primera en de Zaballa (Alava) y el segundo en la de Pamplona.

Vidas paralelas

No es la primera vez que la historia de los cuatro vuelve a cruzarse. El mayor de los cuatro, Ignacio Gracia Arregi (68 años), alias ‘Iñaki de Rentería’, fue el primero que cruzó la línea del terror. También el primero de ellos que se refugió en Francia. Fue allí donde tiempo después, en 1985, conocería a un joven ‘Mikel Antza’. El paso a la clandestinidad de ‘Antza’ en Francia se produjo después de participar en la fuga de prisión de dos etarras, Joseba Sarrionaindia e Iñaki Pikabea. Escaparon ocultos en los altavoces del cantautor ‘Imanol’ tras una actuación en la cárcel de Martutene. ‘Antza’ era el conductor de la furgoneta.

Quien es hijo de uno de los fundadores de ETA, Rafael Albisu Ezenarro, pasó sólo días después a la clandestinidad, fue allí donde conoció a ‘Iñaki de Rentería’. Sólo dos años después, en 1987, ya formaba parte del círculo de confianza de Gracia Arregi. Las sucesivas operaciones policiales que iban descabezando la cúpula de ETA precipitaron el ascenso de ‘Antza’. En 1989, con sólo 28 años, ya era jefe del ‘aparato internacional’ de la banda terrorista. Tres años más tarde, tras la ‘operación Bidart’, uno de los golpes más duros jamás dado a ETA, ‘Antza ascendió como número uno, puesto que ocupó desde 1993 y hasta su detención en 2004. Desde esa atalaya vio caer años antes a ‘Kantauri’, en 1999, y a ‘Iñaki de Rentería’, en 2000, en Bidart.

También fue entonces cuando conoció a la tercera de exjefa de ETA que ahora quiere juzgar García Castellón, acusados de un delito de secuestro y asesinato terrorista con agravante de alevosía –y a los que impone una fianza solidaria de dos millones de euros-. Soledad Iparragirre, ‘Anboto’ y ‘Antza’ enseguida congeniaron. Ambos son guipuzcoanos y de la misma edad: ‘Anboto’ cumplió ayer 63 años, ‘Antza’ los hará en junio. Son pareja desde hace años y tienen un hijo en común. La detención de los dos se produjo en 2004 en la ‘operación Santuario’, en la localidad vascofrancesa de Salies de Bearn. Ambos hacían vida casi normal en aquella vivienda que la policía vigilaba desde hacía tiempo. La pareja había logrado pasar desapercibida, hasta el punto de escolarizar con normalidad a su hijo y hacer una vida de familia casi normalizada.

Unos libres, otros en prisión

Tras su detención la Justicia gala les condenó a 20 años. En 2019 fueron entregados a Francia. ‘Antza’ quedó libre, por no tener causas pendientes en España, pero a ‘Anboto’ su pasado en los comandos ‘Araba’ y ‘Madrid’ le vino a pasar factura. En los últimos años se ha enfrentado a un rosario de juicios y condenas en el que aún sigue inmersa y que no hace sino acumular años de condena a su terrible historial delictivo.  

Fue en ese periodo como integrante de un comando de ETA en el que conoció al cuarto exjefe de ETA al que García Castellón quiere imputar la responsabilidad del secuestro y asesinato de Miguel Angel Blanco entre el 9 y 12 de julio de 1997. José Javier Arizkuren Ruiz, ‘Kantauri’, formó parte junto con ‘Anboto’ de los comandos ‘Araba’ y ‘Madrid’ de ETA, responsables de decenas de atentados y de, al menos, doce asesinatos. Pasó a Francia junto a Soledad Iparragirre. En 1996, cuando ‘Mikel Antza’ ya era número 1 de ETA, ‘Kantauri’ ocupó la jefatura ‘militar’ de la banda. Lo hizo durante tres años, hasta su detención en 1999 en París. La Justicia francesa le condenó a seis años de cárcel. Tras su entrega a España en 2006 fue condenado por el intento de asesinato del Rey Juan Carlos en 1995 en Palma de Mallorca, además de otras condenas.

‘Kantauri’ es uno de los miembros de ETA con el historial más sanguinario en la historia de la organización terrorista. Se le ha vinculado a las posiciones más duras del entorno de la banda. Hoy cumple condena en la prisión de Pamplona. Tras sufrir un infarto fue trasladado al centro penitenciario navarro.