"Yo sí estoy contento. Otros, seguro que no". El presidente del Gobierno abandonaba este 30 de octubre, a las 14.20, el Palacio del Senado, sonrisa amplia, y se montaba en el coche que lo recogía en la plaza de la Marina Española. Dejaba atrás algo más de cinco horas de comparecencia en la comisión de investigación del caso Koldo, de combate durísimo, a ratos estrambótico con la oposición. Una jornada muy calentada previamente por el PP —había esperado año y medio para citarle y se decidió a hacerlo tras el informe de la Guardia Civil sobre la situación patrimonial del exministro José Luis Ábalos— pero que no arrojó novedades y sí mucha tensión casi insoportable. Pedro Sánchez volvió a confirmar que había cobrado en efectivo "en ocasiones" por parte del PSOE en ingresos menores de mil euros, siempre "contra factura" y dentro de los cauces legales. Esa estaba llamada a ser la principal prueba de cargo para los populares, junto con el encadenamiento de "no me consta" o "no recuerdo" en algunas de las respuestas a su portavoz.
Pero la comparecencia de este jueves fue sobre todo combate a cara de perro —sobre todo con el PP, menos con la senadora de UPN, Mar Caballero— y poco más, en el que el presidente pasó de un lógico agarrotamiento inicial, por tratarse de un territorio hostil, a una cierta relajación. Le cogió el tranquillo a la sucesión de preguntas y respuestas, se proyectó sereno, intentó colocar su libro —todos lo hicieron, y él se afanó en cargar contra Alberto Núñez Feijóo y sus sobresueldos cuando era senador y, sobre todo, contra Isabel Díaz Ayuso y su pareja—, y hasta exhibió el tono socarrón de otras sesiones parlamentarias. Se le veía cómodo. "Encantado" de participar en la comisión a tenor de cómo se estaba desarrollando, reconoció ante sus señorías cuando ya quien le interpelaba era el representante del PP, Alejo Miranda de Larra.
Los populares intentaron derribarlo a través de un interrogatorio, el formulado en exclusiva por Miranda de Larra —no se repartió la hora de agrio cuestionario con ningún senador más de su grupo—, que en ocasiones se hizo asfixiante, por el martilleo de preguntas que apenas dejaba responder. Tanto que el presidente de la comisión, el popular Eloy Suárez, al que Sánchez reprochó su falta de "parcialidad" en varios momentos de la sesión, le pidió que le diera aire, que le permitiera darle la réplica. El portavoz popular desplegó un interrogatorio que los socialistas vieron como caótico, falto de guía y de sentido, en el que tan pronto preguntaba a Sánchez por el rescate de Air Europa, como por la residencia de su hermano en Elvas (Portugal), los negocios de su suegro, las donaciones a su candidatura en las primarias de 2017 y hasta si Venezuela es "una dictadura" o si el juez Juan Carlos Peinado, el magistrado instructor del caso Begoña Gómez, es para él un "facha con toga".
Miranda de Larra tenía la orden de ir a degüello contra el presidente desde el primer segundo. Y a partir de ahí se propuso no darle respiro. Pero la sensación que dio fue la de aturullamiento, porque lanzaba preguntas, no dejaba que el presidente las respondiera, martilleaba con ellas otra vez pero luego sorprendía con un "presidente [de la comisión], renuncio a esa pregunta", y hasta "renuncio a todas las anteriores", cuando apenas las acababa de formular. Saltaba de un tema a otro sin un hilo conductor. Se atropellaba. El ambiente no podía ser más bronco. "No me vaya por ahí, que se las lleva dobladas", le espetó el senador popular. El jefe del Ejecutivo se quejó de la falta de respeto institucional: "Eso le retrata a usted".
Sánchez, que tenía aprendida la lección de cuando perdió el debate electoral contra Feijóo en Atresmedia en las generales de 2023 —un careo que le dejó muy tocado en aquella primera semana de campaña, y del que le costó mucho recuperarse—, recurrió a una estrategia muy distinta. Responder pausadamente, tirar en ocasiones de ironía, no dejarse vencer por los nervios y salir al ataque, siempre que podía, contra los casos de corrupción del PP y singularmente contra Ayuso, aprovechando que el portavoz popular había sido director general de Infraestructuras Sanitarias de la Comunidad de Madrid durante la pandemia, por lo que sobre él recaía la responsabilidad de la construcción del hospital Enfermera Isabel Zendal, el centro que ordenó construir Ayuso como hospital de emergencias y criticado por la oposición por su coste y su limitado uso.
"Alberto Quirón [Alberto González Amador, el novio de la presidenta madrileña] obtuvo una comisión de dos millones de euros por tres emails y una llamada". El presidente también sacó a colación el negocio del hermano de Ayuso que denunció Pablo Casado, que acabó con su muerte política y que supuso el ascenso de Feijóo, "el amigo del narco" Marcial Dorado. "¿Qué diría el PP si mi hermano hubiera cobrado una comisión de 280.000 euros por un contrato de mascarillas?", le inquirió. "Los españoles le han visto retratado como lo que es —concluyó Miranda de Larra en su turno final—, como una persona sin escrúpulos, sin apoyos parlamentarios, acorralado por la verdad, incapaz de responder, salpicado por la corrupción. Ese es el resumen de su mandato".
Sánchez, cuando había transcurrido apenas media hora de comparecencia y estaba todavía respondiendo a la senadora de UPN, había definido la comisión de investigación del caso Koldo como una "comisión de difamación". Un calificativo que indignó al presidente del órgano y que a su vez suscitó la respuesta de un molesto líder socialista: "¡Esto es un circo!". "Circo" lo llamó también el portavoz socialista, Alfonso Gil, y "circo" lo volvió a llamar a Sánchez en su alegato final. Un último turno en el que lamentó que el PP haya convertido el Senado en su "sucursal parlamentaria", en una "máquina del fango", "desnaturalizando" su esencia, que es la de ser una Cámara de representación territorial. La comisión Koldo no es más, resumió, que una "comisión de difamación" en la que "se retuerce el relato", "se da crédito a bulos" y se permite una "construcción grotesta para una estrategia de acoso sin fundamento".
Las cinco horas de Sánchez en la Cámara alta fueron celebradas por los suyos. "Exitazo definitivo de Feijóo", se sonreía a la salida uno de los pesos pesados del Gobierno. "Pedro ha salido a hombros sobre todo porque enfrente no ha habido nada. El PP ni le ha rozado. Ha sido apabullante porque han sido muy torpes. Todo ha sido un horror. El interrogatorio ha sido un despropósito. Daba vergüenza ajena", analizaban por su parte en la cúpula socialista en el Senado.
Con el nivel de polarización que baña toda la política española, y el estado de excitación preelectoral reinante, cabría esperar que las dos partes, PSOE y PP, jaleasen a los suyos acríticamente. Pero al final los partidos transparentan también sus sensaciones reales. Ocurrió con el debate de Sánchez y Feijóo en 2023, en el que se vio a un presidente descolocado, perdido, ineficaz, y la dirigencia lo acabó asumiendo. No era ese el clima que dominaba este jueves. "Hoy ha sido brutal. Un presidente tranquilo, dando explicaciones serenas y un PP histriónico y sin rumbo. Yo lo veo así, y si no lo diría", aseguraba una de las responsables de la dirección federal.
En la Moncloa ya habían previsto que la jornada sería "dura" y "sucia". Pero no tanto como finalmente resultó: "Esperábamos este ruido y barro. Pero el PP nunca deja de sorprender para mal. Salimos muy satisfechos". Para los colaboradores del presidente, la puesta en escena de Miranda de Larra es la prueba de que los populares "no tienen proyecto, ni líder, como se constata con el hecho de que Carlos Mazón siga siendo president de la Generalitat". "Porque de eso iba la comisión de este jueves, de tapar el dolor de las víctimas de la dana y las vergüenzas del PP", resumen. La resaca por el funeral de Estado por el primer aniversario de las riadas que arrasaron Valencia y acabaron con la vida de 229 personas solo en la provincia (237 en toda España) todavía era muy patente. Un homenaje en el que pudieron escucharse insultos y gritos contra el president.
Para el Gobierno, el corolario de ese "circo" que buscó el PP era su propuesta de careo con Sánchez, Ábalos y el empresario Víctor de Aldama, un formato que, recuerdan, no está recogido en el reglamento de la Cámara. "Un conejo sacado de la chistera". Sí hay una concesión en la valoración de los socialistas: que el espectáculo visto este 30 de octubre en el Senado no beneficia realmente a ninguno de los grandes partidos, porque alimenta la antipolítica. "No viene bien a nadie", reflexionaban en la Moncloa. "Pero quien ha montado el circo es el PP. Hemos estado allí porque ellos nos han llevado", completaron desde Ferraz.
Los populares se agarraban a los "no me consta" del presidente. Eso fue lo que respondió a la senadora de Más Madrid Carla Antonelli cuando le preguntó si alguien del PSOE o del Gobierno le advirtió sobre la investigación a Ábalos, cuando la portavoz de UPN le inquirió si había escuchado comentarios del exministro, de Koldo García o de Santos Cerdán sobre sus negocios o sobre mujeres, cuando Gorka Elejabarrieta (EH Bildu) quiso saber si Leire Díez pudo hacer algún encargo en nombre del PSOE, cuando Miranda de Larra le insistió con las maletas que pudieron descargarse en Barajas en el episodio del Delcygate, cuando le preguntó si el expresidente José Luis Rodríguez Zapaterio medió para el rescate de la aerolínea Plus Ultra. También dijo no recordar cuándo pudo haber hablado con Koldo —su relación con él era "anecdótica", le respondió a Antonelli—, ni si había intercambiado mensajes con él, como no se acordaba de cómo conoció a Aldama (no tuvo "absolutamente ninguna relación con él", repitió), cuándo cobró del PSOE por última vez en metálico.
"Es que en eso consiste decir la verdad", explicaron en la Moncloa, "si contestó eso es porque a veces no se tiene conocimiento de cosas o porque es imposible acordarte de ciertos detalles". Lo decía así un senador socialista: "Él no puede estar en la cosa tan pequeña de una contratación pública en Navarra, por ejemplo". "La reacción del PP muestra su frustración. Solo hacía falta ver a sus senadores en la comisión", abundaban los cargos que acompañaron al líder socialista a la sala Clara Campoamor donde se celebró la sesión, y a la que no pudieron acceder los redactores precisamente por el enorme volumen de periodistas acreditados en una jornada histórica —primer presidente del Gobierno en ejercicio en una comisión de investigación parlamentaria sobre corrupción—, un total de 270.
A Sánchez sí se le vio menos confortable en el arranque de la sesión, justo cuando le tocaba enfrentarse a la senadora de UPN, la primera en intervenir. Ella disparó por la pregunta que se vislumbraba segura, si pudo cobrar en efectivo de Ferraz, algo que él ya había dicho en una entrevista en la SER el 14 de octubre. Sánchez quiso primero defender que es el presidente que "más" ha comparecido en las Cortes Generales, "unas 60 ocasiones", y reivindicó el PSOE como la formación con una financiación "absolutamente limpia". Pero Caballero apretaba: "¿Sí o no?". "Quizá les cueste entender la diferencia entre dinero negro y dinero en efectivo", contestó. La portavoz navarra volvió a la carga: "¿Sí o no?". No había forma de salir del bucle, y tuvo que intervenir el presidente de la comisión. "En ese marco de financiación absolutamente regular, estoy convencido de que en alguna ocasión he podido liquidar gastos contra factura como secretario general del PSOE", señaló por fin, para agregar que "en absoluto" había podido percibir sobres de más de mil euros.
Los socialistas admitieron que Sánchez tardó unos minutos en "coger el ritmo de la comisión", de ahí su enganchada con Caballero. Pero según avanzó la jornada, apuntaron, la cosa fue a mejor. Eso sí, novedades, pocas. Insistió, por ejemplo, en que el 75% de los ingresos del PSOE procede de recursos públicos, por un 25% que viene de cuotas de afiliados o aportaciones de cargos públicos (financiación privada). Despachó con un "depende del día" la pregunta de quiénes y cuántos iban en el Peugeot de las primarias. Reconoció que Ábalos era una persona de su "máxima confianza política", pero desconocía "sus hábitos, sus circunstancias y su cotidianeidad", y le destituyó, se enrocó, porque necesitaba introducir un revulsivo en su Gabinete tras salir de la pandemia.
Con Ángel Gordillo (Vox), Sánchez pudo confrontar a nivel discursivo. Porque el portavoz de la ultraderecha le sacó desde el estado de alarma del covid hasta la "suicida política migratoria" del Gobierno. A partir de ese punto, los representantes de los partidos socios del Ejecutivo fueron haciendo preguntas concretas en las que sí hubo respuestas más precisas, y que también le dieron ocasión para arremeter contra el PP y su corrupción del pasado (o contra los sobresueldos que Feijóo percibía del PP cuando era senador), para defender su Gabinete y el de Zapatero como "los más limpios de la democracia". Así, el presidente endosó la responsabilidad de que Ábalos entrara en las listas de las generales de 2023 a la federación valenciana, aunque reconoció que el partido siempre ofrece una salida a sus exsecretarios de Organización. O pudo sacar la cara por su mujer para insistir en que "nada tuvo que ver con el rescate de Air Europa" y mostrar su repulsa a quienes la han atacado propagando el bulo de que es trans.
El careo con Junts sí tuvo más enjundia, porque el portavoz posconvergente, Eduard Pujol, sí quiso mostrar más distancia. Lógico tras la ruptura del pasado lunes. El senador le llamó "Houdini o trilero", alguien "poco serio" que le ha "condenado" a perder apoyos y a la "debilidad parlamentaria más absoluta". Pujol le reprochó que se presentase como "un pobre Pedro Sánchez al que en el colegio le robaban el bocadillo". "No sea tan condescendiente. El paternalismo es un hábito bastante conservador, y no solo del conservador español", se burló. Un combate más áspero que en la Moncloa achacaban a que hasta la tarde las bases tenían que votar sí o no a la ruptura con el PSOE. Y ganó, por cierto, el sí, con un 86,98% (y una participación del 66,29%).
Pero "el tema del día" resultó ser otro, apuntaban con sorna en el PSOE. Lo fueron las gafas del presidente. Nunca se le había visto con ese accesorio hasta ahora, y enseguida florecieron las preguntas acerca de ellas. Unas Monsieur Dior vintage que una óptica de Madrid, Gafas Vintage, le vendió hace unos cinco años, 250 euros la montura. Los asesores de Sánchez le habían aconsejado ponérselas para leer los documentos que llevó consigo a la comisión
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