El presidente de Estados Unidos Donald Trump se hizo acompañar este lunes de Harrison Schmitt, uno de los dos últimos hombres en pisar la Luna en 1972, para presentar su Directiva 1 de Política Espacial. La comparecencia, cargada de simbolismo, venía a confirmar una de sus intenciones manifestadas en campaña electoral: volver a colocar un pie humano en el satélite natural.
"Esta vez, no sólo plantaremos nuestra bandera y dejaremos nuestra huella, sino que estableceremos una base para una eventual misión a Marte y, tal vez algún día, a muchos mundos más allá", dijo Trump. Lo cierto es que, para ir a Marte, "no hace falta pasar por la Luna", recordaba para El Independiente Podcast el astrofísico y experto en astronáutica Daniel Marín (@eurekablog).
Muchos ven a la Luna como el mejor trampolín, incluido el representante Jim Bridenstine, republicano de Oklahoma, quien fue el elegido de Trump para administrar la NASA. Hay agua y sustancias adecuadas para fabricar combustible. Al menos en el plano teórico.
Es por eso que John Logsdon, historiador del espacio en la Universidad George Washington, dice que el anuncio del lunes no es una sorpresa. "Ahora la pregunta es si la Casa Blanca propondrá y el Congreso se apropiará de los fondos necesarios para convertir las palabras en realidad", según señalaba este martes en la radio pública estadounidense. Tanto el Congreso como el Senado de aprobaron a principios de año un presupuesto de 19.508 millones de dólares para una NASA enfocada en la Luna y Marte. Hoy, EEUU destina 9 veces menos proporción del presupuesto federal que en los ejercicios previos a su primera misión lunar. La clave estaría en privatizar parcialmente las misiones.
La carrera espacial entre EEUU y Rusia contra China
"Somos los líderes y vamos a seguir siendo los líderes. Vamos a multiplicar la ventaja", ha afirmado Trump durante la firma de la directiva con la que parece responder al programa espacial asiático. En junio, China anunció los preparativos para enviar a un taikonauta (navegante del gran vacío, en traducción literal del mandarín) a la Luna. Los chinos quieren, antes, traer de manera robótica rocas de de las caras visible y oculta de la Luna. Algo que pordría verse como un aperitivo de la explotación minera, cosa "poco factible a día de hoy", según Marín, aunque nadie quiere descartar esa opción futura.
Desde la propia América, el empresario Elon Musk anunció que a finales de 2018 podrá a dos turistas espaciales en la órbita lunar. Claro que también quiere mandar un Tesla a la órbita de Marte en el cohete Falcon Heavy en apenas mes y medio.
Lo cierto es que nadie ha podido cumplir ninguna de sus promesas y la carrera, por ahora, no es sino una sucesión de anuncios. La Luna lleva abandonada desde 1972. Aunque el primer paso firme para siquiera acercarse allí es el protocolo firmado con Rusia y otros países para construir una estación espacial internacional en la órbita del satélite. La Deep Space Gateway (DSG) rompía con la tradicional oposición de Obama a empantanarse con una costosa misión lunar que, encima, tenía que contar necesariamente con la participación rusa. La administración del expresidente prefería visitar asteroides, cosa que, por otro lado, también resultó más compleja de lo esperado.
A día de hoy, "no se puede llegar a la superficie de la Luna con un solo lanzamiento del SLS [actual cohete que maneja Estados Unidos] y la cápsula Orión (la que podría ir a Marte). Y en realidad no hay nada más, no hay una arquitectura planeada, no hay un módulo lunar... por eso durante este tiempo la NASA ha estado buscando misiones para estos equipamientos y en 2012 surgió el plan de la DSG, que es lo más que nos podríamos acercar a la Luna con lo que hay", recuerda Marín.
¿Para cuándo?
Los planes de la NASA coinciden con los de una empresa con intereses lunares: Boeing. Según recuerda el autor de Eureka, la idea de la compañía aeronáutica tiene tres fases: la primera, construir la DSG; la segunda tendría lugar entre 2027 y 2029 con el objetivo de llevar astronautas a la superficie selenita. Para ello serían necesarios seis lanzamientos del cohete SLS. Y un nuevo diseño de módulo lunar, que podría servir como prototipo de descenso marciano. Boeing quiere ir al planeta rojo en 2030.
Conforme a este diseño, cuatro astronautas podrían pasar hasta dos semanas terrestres (una semana lunar) explorando el terreno para, después, ascender de nuevo a la estación espacial DSG.
¿Se cumplirán los objetivos conforme al plan de esta empresa, la NASA de Bridenstine y el propio Trump? Como en casi todo, el dinero será determinante en esta nueva carrera espacial que mira a Marte. Y con el presidente norteamericano cabe esperar cualquier cosa. Hasta pretender construir una estación en Marte y que la paguen los marcianos.
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