En Túnez escasean los taxis y los estantes vacíos asoman sin pudor por los supermercados. Con el país flirteando con la bancarrota, 9,2 millones de tunecinos estaban llamados este sábado a las urnas en unas elecciones legislativas boicoteadas por la mayoría de la oposición, ferozmente crítica con la reforma constitucional del presidente Kais Saied que reduce al mínimo el poder del Parlamento. La enésima cita electoral coincide con el aniversario de la tragedia de Mohamed Bouazizi, el joven vendedor ambulante que hace 12 años se quemó a lo bonzo y prendió la mecha de la Primavera Árabe. En mitad de la apatía general, los comicios han cosechado una participación pírrica del 8,8 por ciento, apenas 803.000 votantes.

Túnez, la gran y última esperanza de la oleada de levantamientos que recorrió entonces el mundo árabe, se halla hoy al borde del precipicio. En el resto de países de la región, las aspiraciones de transición democrática han descarrilado por completo, de la dictadura egipcia de Abdelfatah al Sisi a la victoria del tirano Bashar Asad tras arrasar su Siria natal. En mitad de un sueño devenido en pesadilla, la tunecina es cada vez menos una excepción. “Estamos ante un presidente populista que tiene problemas con la existencia de los partidos políticos”, denuncia en una entrevista con El Independiente Chaouachi Ghazi, secretario general de Corriente Democrática, hasta ahora uno de los principales bloques opositores.

Ghazi, que hace dos años llegó a ser ministro, le acusa abiertamente de protagonizar un rápida deriva autocrática. “Dice que los partidos están acabados y no tienen futuro. Lleva 16 meses en el cargo y ya monopoliza todos los poderes posibles: el judicial, el legislativo y el ejecutivo”, desliza este abogado, acusado en los tribunales de "tentativa de desestabilización" e "información falsa". El opositor es víctima del deterioro de las libertades públicas.

Chaouachi Ghazi, secretario general de Corriente Democrática, en su oficina en Túnez. FRANCISCO CARRIÓN

"Una democracia sometida a tensiones"

El pasado septiembre Saied, que gobierna a golpe de decreto, ratificó una ley que castiga con hasta un lustro entre rejas y una multa de 50.000 dinares (unos 15.000 euros) a quienes divulguen en medios de comunicación o redes sociales noticias "falsas" o rumores, un castigo que puede multiplicarse si los afectados son altos funcionarios. “Túnez sigue siendo una democracia, pero una democracia sometida a tensiones”, advierte a este diario Youssef Cherif, director de la sección tunecina del Columbia Global Centers.

“El país sigue siendo un lugar donde la gente puede debatir sobre múltiples temas relacionados con la política, la religión o la sociedad, normalmente sin temer ser perseguida; también es un lugar donde la oposición puede organizar manifestaciones y emitir descontento en gran medida sin ser molestada”, arguye. “Sin embargo, hay un claro giro autoritario y se están aplicando leyes draconianas. El país lleva casi año y medio sin Parlamento. Los resultados de las elecciones son cuestionados por un número creciente de observadores. Cada vez más periodistas se enfrentan a problemas judiciales, y el sindicato de periodistas -así como la mayoría de las organizaciones internacionales que se ocupan de los derechos humanos y la democracia- advierten de que el país se está convirtiendo en una dictadura”, agrega.

Túnez es uno de los mayores consumidores de grano del mundo. La guerra en Ucrania ha hecho más difícil el abastecimiento

Un porvenir sombrío compartido por otros observadores consultados por este diario. El contexto internacional resulta realmente negativo para el país árabe: la escasez ha sido agravada por la guerra en Ucrania, su principal cliente de grano para saciar el hambre de los tunecinos. “Túnez es uno de los mayores consumidores de grano del mundo. La guerra en Ucrania ha hecho más difícil el abastecimiento”, reconoce Fatma Omrani, embajadora de Túnez en Madrid.

Escaparate de una tienda de trajes femeninos en Túnez. FRANCISCO CARRIÓN

Una economía cada vez más precaria

Las cifras económicas exhiben con crudeza el cataclismo: el mes pasado la inflación pulverizó registros con el 9,8% y el crecimiento es escaso, tras desplomarse la economía un 8,79% durante la propagación del coronavirus. “La situación económica es un problema realmente acuciante; el Estado carece ahora de liquidez para comprar cosas en el mercado internacional. Sin embargo, la inestabilidad política y las crisis mundiales dificultan la inversión  extranjera y local y la apuesta por el país de los donantes y prestamistas tradicionales de Túnez (EE.UU., UE o el FMI)”, indica Cherif.

Estos problemas económicos se suman al malestar social del país y pueden desembocar en disturbios sociales

Técnicamente Túnez se halla al borde de la bancarrota. “Estos problemas económicos se suman al malestar social del país y pueden desembocar en disturbios sociales”, alerta el analista. En octubre las autoridades acordaron con el Fondo Monetario Internacional (FMI) un préstamo de 1.900 millones de dólares a cambio de reformas en sus finanzas públicas.

La apatía reina en las atribuladas calles de la capital tunecina, en los mercados en los que se venden baratijas chinas. Pocos muestran ya interés por la política y menos por involucrarse en unos comicios que, ante el boicot de la oposición, podrían arrojar unos paupérrimos resultados de participación. El pasado agosto el referéndum en el que fue ratificada la nueva Constitución a medida del presidente concitó una abstención del 70 por ciento.

La deriva se inició en julio de 2021, cuando – en el supuesto nombre de “preservar la paz social”- Said se arrogó plenos poderes: cesó al Ejecutivo; suspendió y disolvió el Parlamento y retiró a sus señorías la inmunidad parlamentaria. El Hemiciclo que salga de las elecciones de este sábado será testimonial: apenas tendrá poderes y habrá sido elegido en virtud de una ley que restringe la actuación de las formaciones políticas.

Clientes en un mercado de la capital tunecina. FRANCISCO CARRIÓN

Parlamento debilitado

“Said es mucho peor que Ben Ali. En su época había un Parlamento, un Tribunal Constitucional y tenía un partido fuerte detrás. Era un dictador con una fachada más o menos democrática. Said dice ser un demócrata pero en la práctica es un dictador”, denuncia Ghazi, alarmado -dice- por las salidas mesiánicas de Said. “Habla supuestamente en nombre del pueblo. El Estado es él. Tiene soluciones para todos los problemas tunecinos y dirige el Estado solo. No tiene consejo político, ni jefe de gabinete ni asesor económico. Y su experiencia en la vida es haber sido profesor de derecho constitucional. Nunca dirigió una empresa ni tuvo un cargo en la administración. Vamos directos hacia el estallido social”, pronostica el político.

Túnez se dirige inevitablemente hacia una dictadura

Para Asrar Ben Jouira, activista y feminista tunecina, “las libertades políticas están hoy en peligro”. “Hemos sido testigos de violaciones del derecho de reunión y protesta por parte del ministerio del Interior, incluidos brutales ataques con gases lacrimógenos en barrios populares, así como detenciones arbitrarias de manifestantes”, detalla. “El Estado es incapaz de satisfacer las necesidades básicas y Saied recurre a una retórica populista vacía, acusando a la oposición de todos los problemas del país”, agrega. “El poder solo le interesan los comicios: Aunque el pueblo tenga hambre, las elecciones son más importantes”.

La falta de esperanzas vuelven a encaminar el país hacia la contestación popular que vivió hace más de una década. “Si no hay diálogo social y no se restablecen los controles y equilibrios, el país podría volver a su pasado autoritario”, reconoce Cherif. “Túnez se dirige inevitablemente hacia una dictadura”, opina Ben Jouira. “Dada la realidad económica y social, llegará un día y no habrá otra solución para Kais Said que utilizar la violencia, las detenciones y el bloqueo mediático de las protestas, todo ello en aras del éxito de su camino único”, concluye.