Ha padecido lo que pocos podrían llegar a imaginar. Anastasia Shevchenko pasó dos años encerrada entre las cuatros paredes de su casa por orden de un tribunal de Rostov-on-Don, una ciudad del sur de Rusia fronteriza con Ucrania; fue espiada por unas cámaras colocadas en el aire acondicionado de su dormitorio; y, en las primeras jornadas de su arresto domiciliario, perdió a su hija adolescente. Ni siquiera le permitieron despedirse de ella.

Y ahí sigue Shevchenko, resistente y valiente, ahora refugiada en Vilna, la capital de Lituania. El encuentro tiene lugar en una cafetería con grandes ventanales al exterior, donde las últimas luces del día han dejado paso a una tarde fría en la que la nieve no concede tregua. Hace ahora tres inviernos que comenzó su calvario. “Me arrestaron a finales de 2019. Vinieron a buscarme alegando que era miembro de una organización indeseable, el movimiento cívico Rusia Abierta. Estaba en casa con mis dos hijos y mi madre. Mi hija mayor era discapacitada y se hallaba en el hospital”, evoca en una entrevista con El Independiente.

La joven, una conocida y resistente defensora de los derechos humanos en su región natal, fue condenada a cuatro años de prisión. No llegó a entrar en la cárcel pero tuvo que sufrir dos años y un mes de arresto en su hogar. Su resiliencia se terminó convirtiendo en un símbolo. Durante meses Amnistía Internacional exigió su liberación inmediata. “Anastasia Shevchenko no ha cometido ningún delito. En primer lugar, nunca debería haber sido privada de libertad, ya que fue perseguida penalmente sólo por ejercer pacíficamente sus derechos humanos. Su condena debe ser anulada”, reclamó la organización.

Antes de enfilar el camino hacia los tribunales, Anastasia había participado en una protesta contra Vladimir Putin. “Llevaba una bandera rusa y una foto suya”, recuerda. Se enfrentó, además, a un candidato del presidente en una televisión local. “En ningún caso, puede eso ser delito”, desliza quien lleva en las trincheras pacíficas desde 2014, cuando -reconoce- la deriva de Putin y su régimen eran ya más que palpables en las calles de Rusia. “Y debo decir que el veredicto contra mi fue bastante suave porque mi hija falleció una semana después”.

Me instalaron una cámara de vídeo en mi aire acondicionado, encima de mi cama. Y lo estuvieron filmando todo durante el medio año anterior a mi arresto. No se contentaron con eso. Me seguían por la calle a todas partes

Pregunta.- Su lucha concitó el apoyo de otras miles de rusas...

Respuesta.- Así es. Se organizaron protestas en Moscú contra la crueldad que demostraron que se estaba ejerciendo conmigo. Amnistía Internacional logró reunir más de 20.000 postales exigiendo al gobierno ruso mi liberación. Pero ninguna movilización sirvió entonces.

P.- ¿Cómo es pasar dos años en el hogar propio convertido en cárcel?

R.- Resultó ser una condena muy seria. No podía abandonar el apartamento ni usar internet ni comunicarme con el exterior. Estar bajo arresto domiciliario con dos hijos es una pesadilla. Tuvieron que acostumbrarse a ir solos a la escuela. Por aquel entonces tenían 7 y 14 años. Debieron encargarse de hacer todo lo que hacen los adultos, como ir a comprar o pagar los servicios públicos. Fue un castigo directo de Putin por decirle alto y claro que ya bastaba de su poder. Gente tan poderosa como él no tolera la crítica.

P.- ¿Qué hizo durante aquel tiempo?

R.- Escribí un libro y estudié mucho. Leí ensayos sobre economía y política. Aprendí neerlandés. Me desplazaba por la casa con un pequeño trineo, con tal de moverme un poco.

El mio fue el primer caso juzgado en virtud de esta ley de organizaciones indeseables y querían demostrar a todos lo que podría pasarles

P.- La huida acabó siendo en la única opción...

R.- Sí. Sucedió el pasado julio, cuatro meses después de que la guerra comenzara. En febrero, mi primera decisión fue comprar un billete y marcharme porque no quería formar parte de aquella deriva. Yo tenía parientes en Ucrania: primos, sobrinas, mi tía y mi tío. Así que compré los billetes y me fui a Moscú, pero estando allí me di cuenta de que no era buena idea dejar el país. Era mejor pensarlo y planearlo con calma, porque tengo hijos. Necesitaban terminar sus estudios en la escuela. Así que me quedé esperando. Fue durante el verano cuando opté por irme. Cruzamos la frontera con Bielorrusia y desde allí vinimos a Lituania. Un mes después de irme, me colocaron en una lista de buscados porque me había saltado la prohibición de abandonar el país con una pena de cárcel suspendida. Cada lunes tenía que presentarme en la comisaría.

P.- Se considera, de algún modo, una pionera en la persecución que el conflicto ha recrudecido durante este año...

R.- El mio fue el primer caso juzgado en virtud de esta ley de organizaciones indeseables. Querían demostrar a todos los demás lo que podría pasarles. "Si son activistas y tienen hijos, miren a Anastasia", lanzaron como mensaje. Mi hija murió porque tenía problemas pulmonares y estaba absolutamente sola en el hospital. No podía hacer nada por sí misma y realmente necesitaba mi ayuda. Cuando por fin llegué, fue como si la hubiera visto una hora antes de morir. No respiraba por sí misma y no abría los ojos, así que ni siquiera entendió que estaba allí.

P.- Durante el proceso judicial, fue consciente de la vigilancia extrema que había sufrido...

R.- Un año después de la detención, me enseñaron los materiales de mi caso. Había 36 discos con vídeos. Me quedé muy sorprendida. Entonces descubrimos que habían instalado una cámara de vídeo en mi aire acondicionado, encima de mi cama. Y lo estuvieron filmando todo durante el medio año anterior a mi arresto. No se contentaron con eso. Me seguían por la calle a todas partes. Hay muchas fotos mías sentado en una cafetería con mis amigas y me hacían fotos desde la mesa de al lado, en la calle, por todas partes... Fue muy desagradable saber que nos estaban filmando en casa, especialmente a mis hijos, que pasaban mucho tiempo en mi dormitorio. En realidad, no hay nada en esos vídeos. A veces digo algo como qué vestido ponerme y cosas así. Y luego, durante el juicio, estuvimos viendo todos esos vídeos en una pantalla de grandes proporciones con los fiscales, mis abogados y el juez, y fue un momento bastante difícil. Es desolador saber si no tienes ningún tipo de intimidad, pero era una prueba de lo que les hacen a los activistas rusos y cuánta es la presión que ejercen sobre ellos.

El nivel de vida es muy bajo, especialmente en pueblos y regiones lejanas de Rusia. Y lo que la mayoría de la gente hace es sobrevivir. Por eso el nivel de empatía también es ínfimo

P.- Ha sido un año especialmente duro para quienes militan en la disidencia interior en Rusia...

R.- Y aún así la gente sigue ofreciendo resistencia de vez en cuando. Aún acude alguno a protestar a la Plaza Roja; son arrestados, pero siguen haciéndolo y estoy muy orgulloso de ellos. Tengo muchos amigos que están en la cárcel y llevan años separados de sus familias. Por ejemplo, mi amigo Vladimir Kara-Murza, que se enfrenta a más de 20 años de cárcel. Alexei Navalni, a 30 años. Putin no es nuestro presidente porque no hemos conocido las elecciones libres en dos décadas. Me cuesta aún entender cómo la propaganda influyó tanto en la gente. Tanto como para que muchos rusos no sepan aún que hay una guerra y que estamos matando a civiles e invadiendo otros países.

P.- ¿Por qué la sociedad rusa sigue viviendo, aún ahora, en esa burbuja?

R.- Hay que tener en cuenta que el nivel de vida es muy bajo, sobre todo en pueblos y regiones lejanas. Y lo que la mayoría de la gente hace es sobrevivir. No se preocupan mucho por los problemas de los demás. Por eso el nivel de empatía también es muy bajo. Les resulta más fácil creer lo que dicen en la tela. Son muy ignorantes, pero hay gente muy inteligente en Rusia y están tomando decisiones muy difíciles como abandonar el país o permanecer allí. No es posible una protesta masiva. Recuerdo que una vez me detuvieron el día del cumpleaños de Putin a las 4 de la mañana. Quería hacer un cartel diciendo "Feliz Jubilación" con su retrato. Y no pude salir de casa. Me estaban esperando.

P.- ¿Pudo predecir lo que iba a suceder en Ucrania?

R.- Hace un año sí. Sentí que el conflicto con Ucrania era inevitable porque vivía en la frontera con Ucrania y ya se veía la acumulación de militares. Hace una década hubiera resultado inimaginable. El conflicto comenzó en 2014 y yo recuerdo estar en mitad de mi ciudad con un pedazo de papel en el que escribí “Paz en Ucrania”. Todo el mundo a mi alrededor pensó que lo que decía era una barbaridad, que no habría jamás guerra. Hace una década Dmitry Medvedev era aún presidente y fue un tiempo agradable. Era un tipo divertido que bailaba y había algunos medios de comunicación independientes en Rusia y ni de lejos el número de presos políticos era el actual. Es también cierto que durante su mandato se invadió Georgia, pero nada parecía tan terrible como luce ahora.

Putin es mi enemigo y también un terrorista y un criminal

P.- ¿Quién es Putin?

R.- Es mi enemigo y también un terrorista y un criminal. Lo único que espero es que pase en la cárcel el resto de su vida. Debería ser tratado como lo que es: un asesino. Los políticos occidentales no deberían considerarlo como un líder de mi país porque tan pronto como haya Putin pasado a la historia, todo cambiará, creo que rápidamente.

P.- Pero existe la opción de que quien acabe sustituyéndolo proceda de la misma élite que hoy le apoya...

R.- Es probable sí y resulta bastante arriesgado. Pero no creo que pueda ser alguien más cruel que él. La élite rusa necesita cambiar porque perdieron mucho debido a las sanciones. Y precisarán de un recambio. Espero realmente que las cosas terminen cambiando. Quiero ser optimista porque, en cuanto dejas de tener esperanzas, es imposible seguir luchando y yo prefiero seguir haciéndolo.

P.- ¿Encuentra alguna explicación a los horrores cometidos por los soldados rusos?

R.- La mayoría de los soldados son de regiones lejanas. No han visto nada parecido en su vida excepto su pueblo. Se trata de ignorancia, supongo. Me contaba hace unos días un taxista ucraniano que ni siquiera todos ellos hablan bien el ruso. Proceden de Chechenia o Siberia. Ni siquiera están bien equipados y lo roban todo a su paso. Algunos soldados beben mucho. Es imposible que Putin gane esta guerra con un ejército así, por muchos desfiles irreales en la Plaza Roja. Putin ha creado una falsa democracia y un falso ejército. Todo es falso y todo es propaganda, todo el tiempo.

No creo que necesariamente el fin de la guerra en Ucrania conduzca al final de Putin en el poder

P.- ¿Cuál será su herencia?

R.- No creo que necesariamente el fin de la guerra en Ucrania conduzca al final de Putin en el poder. Puede vender la retirada como una victoria. Dirán que ayudaron a Ucrania y que ahora los rusos sí podemos estar a salvo. Lo que realmente me preocupa es el aislamiento del país. Los rusos piensan que todo el mundo les odia. Muchos ni siquiera tienen acceso a Internet y todas las noticias que reciben, las obtienen de la televisión. Lo que ven en la pantalla es exclusivamente propaganda, nada más.

P.- ¿Qué le pide a 2023?

R.- Espero que veamos el fin de la guerra, porque saber que uno procede de un país que mata a habitantes de otras naciones te hace sentir culpable. Es una tortura. Y también espero que las madres y las mujeres en Rusia protesten y logren el final de esta contienda porque sus hijos están muriendo y ni siquiera son capaces de recuperar y enterrar sus cuerpos. Y luego están las lecciones de propaganda en la escuela. Nunca permitiría que alguien le lavara el cerebro en la escuela a mis hijos. Espero que el amor de una madre pueda suponer un cambio positivo en Rusia.

P.- ¿De qué acusaría a Putin?

R.- De arruinar la vida de muchos rusos. Nunca fuimos libres, pero siempre hubo un espacio para luchar por los derechos. No recuerdo ningún periodo democrático en la historia de mi país en el que dejáramos de luchar. Viviendo en Rusia luchas por todo porque no tienes nada y todos son restricciones. Putin sobrevive gracias a una mafia. Después de más de dos décadas en el poder, ha perdido cualquier conexión con la realidad. En base a informes falsos pensó que la guerra acabaría en cuestión de meses. Subestimó al pueblo ucraniano.

P.- ¿Podrá volver a casa algún día?

R.- Hace unas semanas recibí una carta de mi amigo desde la cárcel. Le había dicho que me había marchado del país y me respondió que le parecía bien. “Me alegro de que ahora estés a salvo, pero tienes que volver algún día. Vamos a construir este país juntos como un país democrático”, escribió. Y no puedo decirle que no porque es un político muy inteligente y muy valiente. Así que sí, que volveré.