"Nos hemos ido, hemos dejado nuestra casa en el norte. Ha sido muy doloroso y muy sobrecogedor tener que irnos dejando atrás nuestro hogar y nuestros recuerdos. No sabemos si podremos volver a nuestra casa, y ese no es nuestro mayor miedo, por supuesto", relata Sami, un padre palestino y miembro del personal de Unicef en Gaza.

Es uno de los cientos de miles de desplazados en los últimos días ante los bombardeos israelíes y los preparativos del inicio de la incursión terrestre del ejército israelí. Se ha marchado de casa junto a su esposa y sus cinco hijos. "Tememos por nuestras vidas, no sabemos si habrá bombardeos aquí o allá. No sabemos si este lugar es seguro, porque ninguno en Gaza lo es, básicamente", reconoce.

El destino es aún más incierto. "Estamos viviendo 17 personas en un sitio muy pequeño, de apenas 70 metros. Niños y adultos, todos juntos y sin agua corriente", desliza. "Hoy he tenido que ir a recoger agua en cubos, agua que básicamente sirve para el baño, no podemos usarla para nada más".

El agua potable se ha vuelto un lujo inalcanzable en la Franja, una de las zonas más densamente pobladas del mundo, con una población que ronda los 2,2 millones de personas. "Hemos estado bebiendo de las botellas que teníamos, pero ya se nos están acabando. Así que mi misión mañana es, básicamente, conseguir agua", replica.

El asedio que sufre la Franja desde hace 17 años se ha recrudecido estos días. "Los problemas en la comunicación son cada vez peores. No podemos llamar por teléfono y es muy difícil contactar con otros miembros de nuestra familia", agrega."Mis hermanos y sus familias también se han desplazado a otras zonas del sur, como Rafah", el paso fronterizo con Egipto que permanece cerrado a pesar del anuncio de El Cairo de que lo abrirá en las próximas horas.

"Trato de mantener la calma, de verdad que lo intento, pero a veces siento. que me voy a derrumbar, que no puedo soportarlo más. Solo el hecho de tener que cuidar de mi mujer y mis hijos me da esperanza para continuar", concluye.