"Llegan vientos de cambio". Así felicitó el primer ministro húngaro, el iliberal Viktor Orban, a Geert Wilders, líder del Partido de la Libertad de Países Bajos, de la derecha radical, por su victoria en las elecciones del miércoles 22 de noviembre. Tres días antes, el anarcolibertario Javier Milei venció en la segunda vuelta de las presidenciales en Argentina. Uno de los primeros en darle la enhorabuena fue el ex presidente de EEUU Donald Trump, que se mostró convencido de que Milei hará que Argentina sea grande de nuevo, como cree que él volverá a la Casa Blanca tras la votación de noviembre de 2024 con su "Make America great again".
La líder de Reagrupación Nacional, Marine Le Pen, interpretó la victoria de Wilders como una muestra del crecimiento "de la defensa de las identidades nacionales". El belga Tom Van Grieken, del ultraderechista Vlaams Belang, que aspira a dar la sorpresa en las legislativas de junio próximo, subrayó: “La población clama un cambio real. No solo en Países Bajos, también en Flandes. Partidos como los nuestros están triunfando en toda Europa". El líder de la Liga, Matteo Salvini, escribió en la red social X: "Una nueva Europa es posible". Según reveló The Guardian en septiembre, casi uno de cada tres europeos votan ahora por partidos populistas, de derecha radical o izquierda radical.
La ola de nacionalpopulismo que emergió en 2016 con el Brexit y Trump tiene ahora un eco adaptado a las circunstancias nacionales, pero esta forma de hacer política, encarnada en líderes carismáticos, que reivindican la grandeza nacional y el rechazo a los valores progresistas (woke), ha llegado para quedarse. En Europa y EEUU, el freno a la inmigración es prioritario en su agenda. No así para Javier Milei, que ve a los inmigrantes como emprendedores, aunque sí comparte ese rechazo el chileno José Antonio Kast, líder del ultraconservador Partido Republicano, en la oposición.
Con sus particularidades, y distintas denominaciones, que van desde nacionalpopulismo a derecha radical o extrema derecha, lo cierto es que la derecha tradicional está compitiendo, y muchas veces está siendo superada, por estos líderes del "cambio" a los que alude Viktor Orban, que se define como "iliberal", un término acuñado por el politólogo Takis S. Pappas. Si la democracia liberal se caracteriza por el respeto a las instituciones, la división de poderes, la libertad de prensa y de asociación, Hungría destaca por lo contrario. La Polonia gobernada por el Partido Ley y Justicia también, aunque va a dar un giro liberal tras las últimas legislativas de octubre.
El gran reto lo afrontarán estos partidos de derecha radical o nacionalpopulistas en las elecciones europeas de 2024. Aspiran a ser decisivos y eso será crucial para el futuro de la UE. Son eurorrealistas, como se definen los Conservadores y Reformistas en el Parlamento Europeo, como Meloni y Vox: no quieren que la UE profundice en sus reformas políticas y que se refuerce la soberanía de las naciones. Están divididos en dos grupos, el otro es Identidad y Democracia, en el que se integran Le Pen, Salvini o AfD.
Gobiernan en Italia y Hungría, participan en la coalición en Finlandia, y apoyan al gabinete en Suecia. Son la principal fuerza de oposición en Francia. Van en cabeza en Austria y rondan el 20% en Alemania. Sin embargo, en España, Vox, que cogobierna con el PP en cinco comunidades, perdió 19 escaños en las elecciones de mayo pasado, y en Polonia el Partido Ley y Justicia cosechó en octubre una victoria insuficiente para seguir en el poder.
No todos estos líderes cuestionan el sistema liberal, pero algunos han llegado al límite como Trump al avalar la toma del Capitolio por sus seguidores el 6 de enero de 2021 o Jair Bolsonaro, que vio con buenos ojos el asalto a la Plaza de los Tres Poderes el 8 de enero de 2023 tras una derrota que le costó reconocer.
El hito de Meloni en la UE
Tanto Trump como Bolsonaro son nacionalpopulistas de manual: ponen en cuestión el sistema, construyen su credo enfrentando al pueblo contra la élite y promueven la sensación de amenaza. Pero Marine Le Pen, líder del principal partido de la oposición en Francia, respeta las instituciones. Sería derecha radical nativista, como Giorgia Meloni, primera ministra desde octubre de 2022.
"Meloni es muy pragmática y adapta su discurso al tipo de público. En la Casa Blanca parece una normalísima aliada de la OTAN. Nada que ver con Trump. En Europa, busca ser la líder del conservadurismo pragmático. Cree que colaborar con la izquierda es someterse a su discurso ideológico. Ese conservadurismo quiere derrotar a la izquierda para difundir su propio discurso identitario", indica Andrea Betti, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Pontificia Comillas. Meloni se ve como una patriota, firme defensora de los valores cristianos.
Durante su mandato, ha defendido políticas migratorias restrictivas, pero avaladas por una UE que cada vez se cierra más y que no difieren de lo que pretende implantar Rishi Sunak, hijo de inmigrantes, en el Reino Unido. "Hay un retroceso en derechos y valores, sobre todo en lo referido al colectivo LGTBI, y un intento por tener la hegemonía cultural", según Steven Forti, autor de Extrema Derecha 2.0.
Después de los recientes triunfos de Milei y Wilders, este fin de semana se reúnen en Lisboa varios dirigentes de la derecha radical europea como la francesa Marine Le Pen o el alemán Tino Chrupalla (Alternativa para Alemania, AfD), del grupo europeo Identidad y Democracia, para respaldar al portugués Andre Ventura, líder de Chega, que aspira a ser decisivo en las elecciones anticipadas del 10 de marzo. En los sondeos cuenta con un 13% de apoyo. "Si no ganamos, espero que tengamos fuerza para crear una alternativa", ha dicho Ventura.
Si no ganamos, espero que tengamos fuerza para crerar una alternativa"
andre ventura, líder de chega
Es lo que está sucediendo con frecuencia: estos partidos de derecha radical o son los más votados, como en Países Bajos, o son decisivos y apuntalan el gobierno como en Suecia. En Eslovaquia, ganó en septiembre el populista Robert Fico, admirador de Viktor Orban y crítico con la ayuda a Ucrania. En Alemania, Alternativa para Alemania, a quien de momento la derecha convencional deja de lado en los pactos, es segunda en los sondeos, por detrás de la CDU pero por encima del SPD.
Hacia la normalización y el fin del cordón sanitario
Está en marcha un proceso de normalización de estas opciones: por un lado, estas formaciones adoptan tesis más pragmáticas, pero a su vez dejan su impronta en la agenda de la derecha, y también de la izquierda.
"La nueva derecha radical está instalada en casi todos los países en Europa, salvo en Irlanda. Se mueve en un intervalo entre el 10% y el 25% de apoyo. No es un globo que se hincha y se desinfla. Es una familia de partidos que ha venido para quedarse", afirma el politiólogo Guillermo Fernández-Vázquez profesor en la Universidad Complutense y autor de Qué hacer con la extrema derecha en Europa: el caso del Frente Nacional.
"En varios países europeos, como Francia o Italia, la derecha radical incluso ha sobrepasado a la derecha convencional. Quien está en una situación comprometida es la derecha tradicional: ha de plantearse cómo compite con la derecha radical y cómo se relaciona, si establece cordones sanitarios o colabora", añade. Lo vemos claramente en España con Vox, que tiene representación en el Congreso español desde las elecciones de 2019 y se mantiene. El PP ya pacta en las autonomías y está dispuesto a hacerlo para gobernar el país.
Los electores han hablado y están hartos. No podemos ser ignorados"
geert wilders, líder del partido de la libertad
La victoria del Partido de la Libertad en Países Bajos sorprendió al propio candidato, Geert Wilders, que lleva 25 años en política. Logró el 23% de los votos, 37 escaños de un total de 150. "Los electores han hablado y están hartos. No podemos ser ignorados", dijo Wilders al conocer su triunfo. Necesita socios para gobernar y el Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD), del primer ministro saliente Mark Rutte, ahora liderado por Dilan Yesilgöz-Zegerius, de origen turco, se niega a prestarle su apoyo.
Wilders ha suavizado su islamofobia pero su agenda es anti inmigración. En su discurso de la victoria, prometió parar "el tsunami del asilo". Al convertirse la cuestión migratoria en la principal de la campaña, Wilders ganó legitimidad. Su discurso, en el que vincula la mejora de las condiciones de vida de los holandeses con mayor restricción en política migratoria y de asilo, ha calado hondo, especialmente entre quienes ven que su nivel de vida ha empeorado.
Los holandeses estaban hartos del gobierno de Rutte, que no había dado respuesta a problemas como la vivienda. El discurso de Wilders es anti inmigración. Los holandeses primero, es su credo"
anne-Marie reynaers, politóloga
"Los holandeses ya estaban hartos del gobierno de Rutte porque no había dado respuesta a problemas como la vivienda, que tiene unos precios muy elevados. El discurso de Wilders insiste en que los inmigrantes y refugiados acceden con más facilidad a los recursos del Estado que el holandés medio. Los holandeses primero, sería su credo. Como la líder de los liberales dijo que no iba a gobernar con Wilders, los votantes han querido dejar claro que querían un gobierno en el que estuviera Wilders. Abogan por terminar con el cordón sanitario, la exclusión de Wilders de los pactos", señala la politóloga holandesa Anne-Marie Reynaers, de la Universidad Autónoma de Madrid.
El hartazgo de los votantes con opciones tradicionales suele beneficiar a estos partidos de la derecha radical. En ocasiones se quedan solos como fuerzas opositoras y lo rentabilizan. Así pasó en Italia con Hermanos de Italia, la única fuerza que se quedó fuera del gobierno que dirigió Mario Monti durante la pandemia. Meloni se convirtió en líder de la oposición y eso fue su catapulta para luego ser primera ministra.
Wilders pone el foco en la migración y un plan de medidas económicas destinadas a mejorar la vida de los holandeses: por ejemplo, aboga por reducir la edad de jubilación y pagarlo con el dinero dedicado a las medidas contra la lucha contra el cambio climático. Es tan euroescéptico que defiende la salida de Países Bajos de la UE, el Nexit, pero como no es una medida popular, lo dejaría de lado, aunque sí defiende que Países Bajos recupere competencias políticas, es decir, una UE con un Consejo reforzado en detrimento de la Comisión.
Si bien el partido de Wilders es liberal en lo moral, a diferencia del conservadurismo de Vox o Hermanos de Italia, sí que propone que en la Constitución holandesa se afirme que la cultura judeocristiana es la dominante. Quiere que el Estado deje de financiar escuelas que no siguen estos principios y que la Administración deje de dar información en turco o árabe. Está en contra de lo políticamente correcto, sobre todo cuando echa por tierra la tradición holandesa. Por ejemplo, defiende que el Zwarte Piet (Pedro, el Negro), el asistente de San Nicolás, según la tradición, que representa a un chico negro con labios rojos y pelo rizado y reparte con él los regalos, sea así y no con manchas de hollín, como se ha impuesto para no evocar el esclavismo en tono sarcástico. Esto respondería a una defensa de la autenticidad de las tradiciones holandesas frente a la cultura woke.
Inmigración, orgullo nacional y antiprogres
¿Cuál sería la agenda común de esta derecha radical? "El componente en común es la retórica sobre seguridad/inmigración. También el componente nacionalista/soberanista. Quieren recuperar el orgullo nacional y revivir o rehabilitar los mitos nacionales en contraposición con una izquierda a la que acusan de estar enferma de auto-odio. Lo pogre o lo woke evoca, a su juicio, una visión negativa de la nación y de su historia", señala Guillermo Fernández-Vázquez.
Comparan las naciones con las casas. Hay que cerrar la puerta a los inmigrantes. Cada generación ha de preservar la casa. La nación son los vivos, los muertos y los que están por venir"
guillermo fernández-vázquez, investigador y autor de 'qué hacer con la extrema derecha en europa'
"Casi todos comparten el nativismo. Es la idea de que la nación es propiedad de los autóctonos. Usan una metáfora en la que comparan las naciones con casas. Hay que cerrar la puerta a los inmigrantes. Son casas que pasan de generación en generación. La misión de cada generación es preservar la casa. Ahí surge la idea de que la nación está por encima de las instituciones, de la democracia y del pueblo. Las naciones no están compuestas por los vivos, los muertos y los que están por venir (desde Abascal a Marine Le Pen). Es algo más grande que el cuerpo electoral", agrega el investigador. En este sentido, hay una deriva peligrosa cuando esa derecha radical considera ilegítimos a los contrincantes políticos, porque de esa manera justifican actuar contra él, como pasó en el asalto al Capitolio. "En la UE es difícil pensar en golpes de Estado pero se introduce una polarización política muy fuerte. Esa crítica demoledora que lleva a deslegitimar al rival político implica una degradación de la democracia", subraya Fernández-Vázquez.
Milei, el paleolibertario
El caso Milei es particular. Su discurso de campaña ha sido populista en el sentido de que es un outsider contra la Casta, donde engloba a todos los políticos y empresarios que se han beneficiado del sistema en los últimos años. Sin embargo, para Milei el populismo lo encarna el kirchnerismo. Tiene un programa ultraliberal, que va más allá de lo que propugna Vox. Quiere aplicar las leyes del mercado a la sociedad.
Es nacionalista, en el sentido de reivindicar la grandeza del siglo XIX o principios del XX, cuando Argentina era una potencia. Su inspiración es Thatcher o el primer Menem"
javier franzé, profesor de teoría política en la universidad complutense de madrid
"Es nacionalista, pero en el sentido de reivindicar la grandeza del siglo XIX y principios del XX, cuando Argentina era una potencia mundial. Quiere hacer Argentina grande otra vez, pero aunque Trump le ha felicitado no le ha citado como referente. Su inspiración es Margaret Thatcher o el primer Menem", explica el argentino Javier Franzé, profesor de Teoría Política en la Universidad Complutense de Madrid. Con Trump coincide en el uso de los medios audiovisuales para conseguir popularidad. Y en su estilo rupturista. "Es autenticidad más allá de la coherencia", añade Franzé, quien recuerda que, a diferencia de Trump, Milei proviene de la clase media. Además, es doctor en Economía.
"Ha logrado erigirse en el estandarte del cambio. Los argentinos habían agotado las otras opciones, tanto el kirchnerismo más o menos duro y el macrismo. Milei impugna el sistema y derrota al oficialismo y a la oposición en una situación de crisis económica y social", apunta Franzé.
A diferencia de la derecha tradicional, Milei es más radical, más promercado, pero también hablaba del empoderamiento de las clases populares, gracias a su esfuerzo individual, eso sí. Pero necesitó el apoyo del ex presidente Mauricio Macri para ganar y Macri siente que también es su victoria. "Macri vivió el triunfo de Milei como un triunfo cultural propio", señala el profesor.
Y los primeros pasos que está dando Milei siguen más la estela de esa derecha liberal de Macri, marcadamente antikirchnerista. Milei no quería nada con la Casta pero se ha dado cuenta de que necesita a parte de la Casta para poner en marcha parte de sus planes.
Milei ha logrado erigirse en el estandarte del cambio. Los argentinos habían agotado las otras opciones, tanto el kirchnerismo más o menos duro y el macrismo"
javier franzé, politólogo, ucm
El año 2024 será clave para los movimientos que abandera Trump en Estados Unidos y Orban o Meloni en la Unión Europea. Primero se celebrarán las elecciones europeas y si esta derecha radical consigue buenos resultados la presión para que los populares se inclinen hacia ellos para las nuevas políticas comunitaria será grande. Y en noviembre Trump va a aspirar a volver a la Casa Blanca, a pesar de los innumerables juicios a los que hace frente. Encabeza los sondeos frente a un Biden cada vez más frágil. Si gana Trump, su victoria tendrá un indudable efecto tracción.
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