Europa se conjuró contra el fascismo después de la Segunda Guerra Mundial. "Nunca más" fue un credo sagrado sobre el que se forjó la Unión Europea. Sin embargo, en el siglo XXI la ultraderecha, tuneada gracias a los nuevos medios de comunicación, ya no está proscrita. En Francia, Agrupación Nacional (RN), la versión desdiabolizada del Frente Nacional que justificaba al general Pétain, ronda por Matignon. En Países Bajos, el Partido de la Libertad, que lidera el xenófobo Geert de Wilders, controla cinco ministerios, entre ellos Migración y Asilo. Y en el Reino Unido Reform UK, liderado por el padre del Brexit, Nigel Farage, ha superado el 14% de los votos en las elecciones. El nacionalpopulismo es un tsunami que recorre Europa.

Quedó confirmada la tendencia en las elecciones al Parlamento Europeo, donde siguen siendo los mayores grupos políticos el popular y el socialista pero mientras los liberales decrecen los ultras, con sus divergencias, van ganando espacio en Conservadores y Reformistas (ECR), Identidad y Democracia (ID) y los novísimos de Patriotas por Europa, donde el iliberal Viktor Orbán acaba de captar a los españoles de Vox, la portuguesa Chega y apunta a reforzar el eje de Visegrado con el Partido Ley y Justicia (PiS).

El partido de Marine Le Pen fue el más votado en Francia el 9J: logró 30 eurodiputados, de modo que es la formación política más numerosa en la nueva Eurocámara. Su éxito es lo que llevó al presidente, Emmanuel Macron, a convocar elecciones anticipadas el 30 de junio y el 7 de julio. Quería clarificar el panorama político, según adujo. Ahora se enfrentan en segunda vuelta RN, el izquierdista Nuevo Frente Popular y la centrista Juntos por la República, donde está integrado Renacimiento, el partido de Macron.

Alternativa para Alemania (AfD) logró el segundo puesto, por encima de los tres partidos en el gobierno federal (socialdemócratas, liberales y verdes). También Giorgia Meloni, primera ministra de Italia, que había planteado la convocatoria como un referéndum, al figurar su nombre como carta de presentación de Fratelli d'Italia (FdI), obtuvo un contundente éxito: 24 eurodiputados. Son las dos reinas de la ultraderecha europea. El pragmatismo de Meloni es un referente para el resto de los dirigentes de la derecha radical en la UE. Si bien Meloni, como destacan los expertos, es un caso peculiar, ya que es la heredera del fallecido Silvio Berlusconi, precursor de nacionalpopulistas como Donald Trump.

El pragmatismo de Meloni es un referente para el resto de los dirigentes de la derecha radical de la UE

Cas Mudde, el politólogo holandés de referencia en el estudio de la extrema derecha, distingue varias oleadas de su avance en el siglo XX hasta llegar al momento actual, cuando el movimiento "se ha globalizado, con manifestaciones en todos los continentes, y se ha normalizado". Mudde, en un evento en CCB Interviews, insistía en su distinción entre la extrema derecha y la derecha radical. "Cuando uno piensa en la extrema derecha, piensa en Franco o Falange, gente que no creía en la democracia. Pero la derecha radical es más como Vox, gente que cree que el pueblo debe elegir a sus propios líderes. Tendrían un gobierno democrático. Sin embargo, creen que la nación tiene un solo tipo de intereses y valores. No aceptan el Estado de derecho, la separación de poderes, que son como los pilares de la democracia liberal".

Los partidos de ultraderecha o de la derecha radical en la UE no se reconocen así, sino que se presentan como la verdadera derecha. Ni siquiera encajan bien la denominación nacionalpopulistas, aunque el populismo también es de ultraizquierda, y el nacionalismo adopta colores diversos como vemos en Cataluña. Es decir, los votantes, salvo los más extremistas en países como Alemania o Grecia, no evocan el nazismo o el fascismo, aunque muchos de estos partidos, como FdI, conservan la Fiamma tricolore, un guiño al pasado que estremece a los que lucharon contra los totalitarismos en el siglo XX.

Javier Redondo, profesor de Política y Gobierno en la Universidad Francisco de Vitoria, apunta que se ha perdido el miedo a votarles "porque se se ha abusado de los prefijos hiperbólicos. El ciudadano medio vive alejado de la disputa terminológica. Le influye y condiciona a corto y medio plazo, pero con el paso del tiempo, cada vez menos. Y acaba preguntándose con sentido común: qué hay de ultra en la ultraderecha, qué es y cuánto. La trayectoria de los Le Pen es una carrera de fondo, y en política, toda carrera de fondo conlleva una metamorfosis, una naturalización. Aquí hemos normalizado a Otegi, Iglesias y Puigdemont".

Razones de la moda ultra

¿Por qué ha dejado ser un tabú votar a la ultraderecha? ¿Por qué, incluso, parece estar de moda? Hay razones estructurales y de contexto, a juicio de Steven Forti, historiador y analista político, autor de Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla. "Hay un aumento de la desigualdad en las últimas tres o cuatro décadas en Europa y en el mundo occidental, por la ruptura del ascensor social, la falta de expectativas sobre el futuro, sobre todo entre los jóvenes, aunque también en otras franjas de edad. A ello se suma una reacción cultural a los cambios sociales de las últimas décadas: el feminismo, el debate sobre el aborto, el movimiento LGTBI, y sobre todo la inmigración", señala Forti. El inmigrante se convierte en el enemigo que delinque, el enemigo que amenaza los puestos de trabajo, el enemigo a quien culpar de la degradación social, y el enemigo que amenaza la identidad nacional.

Este fenómeno crece gracias a la crisis de la democracia liberal. "Hay un aumento de desconfianza de los ciudadanos en las instituciones: parlamento, gobierno y partidos; una atomización de la sociedad, relacionada con cambios tecnológicos, un aumento del individualismo; y una crisis de los cuerpos intermedios como los sindicatos", añade Forti. Además, en su opinión, se dan elementos concretos que benefician a un determinado partido en un momento dado, como la crisis de los refugiados en el caso de AfD, la corrupción que favoreció a Chega, o la crisis del macronismo que ha beneficiado a RN.

Víctor Lapuente, catedrático de Ciencia Política en la Universidad de Gotemburgo, recuerda que hay estudios sobre la relación entre la pérdida de puestos de trabajo en la industria y el voto a Trump en EEUU. "Lo que les une, sobre todo, es el rechazo a las élites intelectuales, urbanas... En todos los casos hay diferencias por territorios: urbe y campo. En Francia las regiones se ven más en decadencia, se sienten abandonados por la metrópoli. Y eso ocurre en un país con una elevada inmigración. Hay una sensación de pérdida de control".

Pero destaca Lapuente que también influye que la oferta de estos partidos políticos "ha mejorado sustancialmente", ya que son más habilidosos a la hora de presentarse ante el electorado. "En los 90 eran incapaces de aglutinar el voto de resentimiento, y sí que existía. Duraban unas elecciones. Ahora se han estructurado muy bien gracias a las nuevas tecnologías, a que cuentan con liderazgos más mediáticos, asesores de imagen. Ahora esta oferta les parece una opción", señala Lapuente. "Ese voto encuentra en estos partidos representación. Son votantes que no se sienten satisfechos con la democracia y al optar por estos partidos aumenta su satisfacción", añade el politólogo español afincado en Suecia. Allí Demócratas Suecos influyen en el gobierno de centroderecha desde fuera.

Es clave este punto para muchos politólogos. "Los partidos tradicionales no dan respuestas a los problemas de los electores y estos partidos ven así una oportunidad política. En algunos países, se suma el problema del coste de la vida, la desigualdad o la crisis cultural", señala Ángel Rivero, profesor de Ciencia Política y Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid. Rivero apunta que en el caso de Francia, Le Pen capitaliza el voto obrero, por el enfado que les genera su pérdida de estatus. "Es un movimiento de autodefensa frente a la degradación social. Las clases industriales buscan de alguna manera protegerse", agrega Rivero.

El uso (y abuso) de las redes

Si hay algo que aprovechan de forma magistral los partidos de ultraderecha son las posibilidades de las nuevas tecnologías. Son unos maestros en el uso de las redes sociales. Iago Moreno, sociólogo y analista especializado en amenazas digitales, explica cómo estos partidos han hecho "una adaptación muy astuta a los códigos de esas plataformas. Keiko Fujimori, la hija del dictador, baila ante sus seguidores. Jordan Bardella, el aspirante a primer ministro de la formación de Le Pen, recurre a canciones creadas por Inteligencia Artificial. Les funciona para desdiabolizarse. Así impugnan la imagen tenebrosa que se hace de ellos", afirma Moreno. "Son muy creativos y lo aprovechan muy bien".

Bardella, el escudero de Le Pen, con apenas 28 años acapara las miradas este 7 de julio, ya que sería primer ministro si RN tuviera la mayoría absoluta, o suficientes apoyos externos aunque no alcanzara. Bardella tiene 1,7 millones de seguidores en TikTok, plataforma en la que se muestra como un joven más a quien le gusta el pastís o los caramelos.

"Y a la vez aprovechan la desregulación de las plataformas para que los trols afines viralicen mensajes de odio, de furia, o bien comparten verdades ocultas y noticias falsas. La propaganda de ultraderecha trabaja con contenidos emocionales. Y esa visceralidad, por su sesgo natural, es fomentada por las plataformas", añade Moreno, quien asegura que no se produce este fenómeno en la misma escala en otros espacios políticos. Destaca cómo "las redes favorecen ese discurso porque no ponen coto a la acción organizada de desinformadores y diseminadores de odio, que tienen mucha interacción que produce visibilidad, fenómeno que luego se blanquee a con esa dulcificación de los personajes centrales". Es una actuación en redes a dos bandas.

¿Ha funcionado el cordón sanitario?

Pedro Riera, profesor de Ciencias Políticas y director del Departamento en la Universidad Carlos III de Madrid se ha dedicado al estudio de los cordones sanitarios. Destaca un éxito concreto: el griego Amanecer Dorado. Pero advierte al igual que Mudde: entran en otra cosmología de partidos. Son neonazis. Aprecia que "los cordones no están dando los frutos que se esperaban" de ellos.

Señala el caso francés, que "ha permitido a Le Pen jugar al 'todos son iguales' o 'soy tan diferente que no quieren hablar conmigo'". En Alemania parece más consistente, pero eso no impide a AfD seguir creciendo. Riera, en concreto, ha estudiado las consecuencias de dejar a estos partidos tocar poder: "Cuando invitaban a un partido populista a gobernar, perdía más votos que los otros con quien lo hacían".

Con el cordón sanitario "no se pretende que un partido no tenga un resultado positivo, sino que no toque poder, no acceda a las instituciones". Ahora bien, hay un riesgo adicional: que la derecha clásica adopte ejes discursivos de ese competidor para intentar salir reforzado. "Por eso, que queden fuera no necesariamente supone que no influyan", añade Riera. Indica que los partidos clásicos pueden "copiar, ignorar o combatir". "Muchos copian y no les sale bien, porque refuerzan al partido radical". Vuelve a Francia, y señala cómo Nicolas Sarkozy incorporó políticas del FN: "Ahora, este domingo, vemos dónde está cada partido... Lo ideal es combatir o ignorar".

España: de Abascal a Alvise

Riera distingue dos devenires de estos partidos. según su base electoral. Si es amplia, "pueden jugar la baza del sorpasso a la derecha convencional", como ha hecho RN. Wilders también lo ha logrado, al igual qu los suecos de Jimmie Åkesson. No es el caso de Vox, que tras asentarse, parece orientarse más a ser partido muleta, complementario de un PP que no solo está fuerte, sino que sigue creciendo con un cambio ya consolidado del sistema de partidos español. La adaptabilidad al mercado electoral es clave.

Un cordón bien ejecutado como el alemán "puede llevar a un desinfle de los partidos radicales, si los votantes ven a la larga inútil seguir votándoles cuando no influyen". Pero también si, por ejemplo como pasa con Vox, siguen prolongándose victorias de la derecha, pero se ejecutan gobiernos con la socialdemocracia como cabeza por la falta de entendimiento nacional vigente.

Frente a un ascenso generalizado de este tipo de marcas electorales, y tras un bajón en las generales por voto útil, Vox se ha reforzado en el ciclo regional. Está por ver su recorrido futuro, pero lejos de predicciones previas, no está en riesgo de desaparecer. Más cuando, a diferencia de otros países, el sistema bipartidista sigue reforzado por su juventud.

Que PP y Vox puedan crecer a la vez, para Rivero, demuestra que "Vox va a permanecer porque su electorado ya es distinto al del PP" pese a que se trate de una escisión fomentada por el abandono de la batalla cultural de los populares hecha durante el periodo de Mariano Rajoy. Uno está "muy centrado" y otro tiene tirón en el ala electoral más ultraliberal. Si bien comparten una parte del electorado, Abascal prospera igualmente por el abstencionismo y "el descontento", indica.

"Vox va a permanecer porque su electorado ya es distinto del PP. Está por ver el impacto de Alvise"

ÁNGEL RIVERO, PROFESOR DE CIENCIA POLITICA EN LA UAM

En esa proyección de futuro entra el recorrido que tenga Luis Alvise Pérez y Se Acabó la Fiesta. El marco electoral deja por un lado a un partido escindido de la derecha clásica, algo que diferencia a los de Abascal de la mayoría de sus socios, y a otro ente novedoso e íntegramente nativo digital como es SALF. Rivero añade que Vox y SALF "compiten por el electorado". "Una parte capital de ambos es el enfado, que puede traspasarse y afectar a Vox. Hemos visto cómo después de las elecciones había disposición a contacto, porque ven en Alvise una amenaza", señala Ángel Rivero, autor de Geografía del Populismo.

Aunque, tras acusaciones "falsas" de "irregularidades" en las cuentas de Vox denunciadas por Alvise y rechazadas por los de Abascal, se evidencia un odio mutuo. Sobre todo, cuando el activista digital ha pasado por Tizona Comunicación [afín a Vox] y ha convivido con sus principales voces internas, de una forma u otra. Con el propio Abascal o con su mano derecha Kiko Méndez-Monasterio. "Veremos hasta dónde llega Alvise, porque en el pasado ya tuvimos muchas extravagancias pasajeras y esta puede ser una más", añade Ángel Rivero.

Se abre una posible competencia como la de Salvini y Meloni, o Le Pen y Zemmour, que han ganado las dos dirigentes hasta el momento. "Es un buen paralelismo" para Rivero, que ven en Alvise un prototipo cercano a Bardella: "educado, no tan en la estridencia" como líderes anteriores. Dentro de las similitudes que se puedan establecer entre Vox y SALF, como la actividad digital como forma de hacer política. Hay dos elementos que los distinguen: la crítica al régimen del 78 y la monarquía. Es un hecho que hay elementos rupturistas o antimonárquicos, más cercanos al tradicionalismo falangista dentro de Vox. También ha habido ciertos comportamientos críticos con la Corona, o que apuntaban a ello y de lo que advertían exdirigentes, en relación a la firma de la amnistía. Pero Alvise, en cambio, es claramente antisistema y rechaza la monarquía.

"Me recuerda, por el enfado, mucho a Chega", menciona Rivero. "Denuncian el sistema post revolución de los claveles". "Hasta ahora Vox solo lo ha hecho con el sistema de las autonomías, por ejemplo". En el aire están los posibles cambios, como han hecho otros partidos para evolucionar o sobrevivir, que estén por delante. Tras la pandemia, sin demasiado éxito y a imagen de Le Pen, intentaron abrirse a un ala más obrerista. Intentando aprovechar el descontento con el confinamiento y en previsión de una crisis socioeconómica posterior. Se hizo entrando en el juego de los sindicatos, con el suyo propio: Solidaridad.

Ahora Vox ha dado un nuevo giro cuyas finalidades están por ver. Se suma al bloque europeo de Orbán con el consecuente disgusto de Meloni al abandonar ECR. La duda es si con ello Abascal solo confirma la ya amistad que tiene con Fidesz y los polacos de Ley y Justicia, a quien une el ultraconservadurismo moral. Si lo hace por oportunismo y previsión de un mayor rédito y protagonismo en Bruselas, y tras un descontento por el acercamiento de Meloni al PP europeo (EPP). O si éste es el inicio de un giro prorruso inédito hasta la fecha. Con la entrada en ERC en 2019, creada anteriormente por los tories británicos para distinguirse de los populares, Vox recalcaba su compromiso con el atlantismo, Occidente y Washington. Ahora compartirá filas con Orbán, que lo primero que ha hecho al estrenar presidencia semestral de la UE ha sido visitar a Putin, y con el declarado filorruso FPÖ austriaco.

En Italia la ultraderecha lleva en el gobierno casi dos años. En Alemania, a pesar del cordón sanitario, cada vez es más fuerte en lo que era la República Democrática y en las europeas fue el segundo partido más votado. Y este domingo en Francia será el partido con más apoyo electoral, a pesar de la presión para forjar un nuevo frente republicano. Los tiempos están cambiando. Y los votantes, también. Queda por ver si, una vez que ejercen el poder y los electores son conscientes de que pueden perder los logros que la democracia les ha brindado, los sistemas políticos acaban inmunizados o no.