Es historia viva del siglo XX. Lech Wałęsa, a sus 81 años, contempla el mundo desde su atalaya en Gdansk. Su oficina está en la primera planta del Europejskie Centrum Solidarnośći (Centro Europeo de Solidaridad), el museo y centro de investigación dedicado a preservar la memoria del movimiento que lideró en Polonia. Allí nos recibe, junto al diario polaco Rzeczpospolita, ante la bandera de la UE, la polaca y la ucraniana. Es pequeño y vivaracho, viste una camisa blanca con la palabra "Solidarność" bordada en rojo. Lleva adherida una virgen. Su papel fue crucial para poner fin al comunismo en su país, donde empezó a caer el castillo de naipes del bloque soviético. El Centro se ubica justo al lado de los astilleros que eran todo un emblema en Polonia. Wałęsa trabajaba como electricista. En agosto de 1980 fue quien llevó la batuta de una huelga contra el régimen de Wojciech Jaruzelski, un pulso al comunismo que acabaron ganando Wałęsa y los suyos. Diez años más tarde, después de participar en la Mesa Redonda como líder de la oposición, se convertiría en el primer presidente de Polonia elegido por sufragio universal.
Ha conocido a todos los presidentes de EEUU desde Ronald Reagan, incluido Donald Trump, quien quiso rendirle homenaje en su visita a Varsovia en julio de 2017. El gobierno polaco de entonces, liderado por Ley y Justicia (PiS), tuvo que aceptar el deseo de Trump a su pesar. Sin embargo, Wałęsa no tiene reparos ahora en distanciarse de Trump. "No hay que hablar con él. Solo si nos ataca, hemos de responder. Cuando nos golpee, le golpeamos". Asegura, convencido, que habría sido posible la democracia en Rusia con Boris Yeltsin. En una esquina, la imagen del Papa Juan Pablo II nos observa. Probablemente fuera Karol Wojtyla la única persona con quien Wałęsa se sentía profundamente unido. “Nos entendíamos sin hablar”.
Pregunta.- Hace veinte años falleció Juan Pablo II. Ronald Reagan también murió hace dos décadas. Mijail Gorbachov, hace tres años. Entre las grandes figuras que condujeron a la caída del Bloque del Este y de la propia Unión Soviética, sólo usted permanece. Hoy la democracia liberal se está derrumbando bajo la presión del populismo nacionalista. ¿Se está desvaneciendo todo aquello por lo que luchó?
Respuesta.- El truco está en entender los tiempos en que vivimos. Y vivimos en tiempos de cambio. Hasta finales del siglo XX, el mundo estaba organizado en torno a Estados nacionales que libraban guerras entre sí. Pero la tecnología ha avanzado tanto desde entonces que esto ya no es suficiente. Hay cuestiones que necesitan organizarse a escala continental y otras a nivel global. ¿Funcionará? En el pasado, muchas grandes civilizaciones cayeron porque no reconocieron los desafíos que enfrentaron. A mi generación se le dio la oportunidad de reconocer lo que había que hacer. ¿Pero tendrá la próxima generación la misma suerte? Esto no lo sabemos. Hoy vivimos entre una era y otra. Lo viejo está muriendo, pero lo nuevo no termina de nacer aún. Y no se puede simplemente saltar de una etapa a otra. Solidarność fue posible porque teníamos un enemigo: la Unión Soviética, el comunismo. O lo amabas o lo odiabas. Pero hoy en día ya no existe un denominador común y subsisten multitud de intereses. Por eso organizar todo esto es mucho más difícil que en el pasado.
P.- ¿Fue inevitable la caída del viejo orden, de la democracia liberal? ¿O quizás cometimos errores fundamentales que llevaron a este declive?
R.- Ninguna de las soluciones de la antigua era sirve ya, así que ¿cómo íbamos a salvarla? Dejemos a un lado la teoría y vayamos a la práctica. ¿De dónde viene el comportamiento actual de estadounidenses, franceses e italianos? La gente ha perdido la fe en la democracia. Por lo tanto, se necesitan soluciones globales. Llevo veinte años proponiendo que ningún político pueda permanecer en el poder durante más de dos mandatos de cinco años. El ejemplo más llamativo sobre las consecuencias de las malas soluciones sintéticas es la evolución de Rusia y la conquista de Ucrania. Porque el problema no es realmente Putin, ni lo fue Stalin. El problema es el sistema de gobierno que tienen los rusos.
"El problema no es realmente Putin, ni lo fue Stalin. El problema es el sistema de gobierno que tienen los rusos"
Las relaciones con Rusia
P.- Hubo, sin embargo, un momento en que, aunque inestable y en sus inicios, Rusia aún tenía algo parecido a la democracia. Estamos en los años 90, la era de Boris Yeltsin. Usted trató mucho con él. Si Estados Unidos hubiera decidido en ese momento incorporar gradualmente a Rusia a las instituciones de integración occidentales, ¿habría sido posible otra evolución en Rusia?
R.- El problema viene del punto de partida. Después de todo, existía la Unión Soviética, existía el Pacto de Varsovia. Y aún así logramos romperlo. También provoqué la retirada de las tropas soviéticas de Polonia. Y así fue como esta cooperación siguió adelante. Incluso con Putin, el hombre del KGB, habría sido posible llegar a un acuerdo. Al fin y al cabo, fue a Katyń [el 7 de abril de 2010 rindió homenaje junto a Donald Tusk, entonces primer ministro, a miles de oficiales ejecutados allí por los soviéticos en 1940]. Como si hubiera empezado a creer en la cooperación con Europa. Yo planeaba establecer relaciones con Rusia durante mi segundo mandato. Pero me lo arrebataron [perdió las elecciones de 1995]. Y Jarosław Kaczyński inmediatamente empezó a decir que Putin era un bandido. Y así terminó todo.
Incluso con Putin hubo un momento que habría sido posible llegar a un acuerdo; y más con Yeltsin"
P.- ¿Por qué está tan seguro de que habría sido posible una cooperación a largo plazo con Yeltsin? ¿Era Yeltsin un auténtico demócrata?
R.- No, Yeltsin simplemente aceptó argumentos prácticos. Por ejemplo, el tratado polaco-ruso [de 1993] contenía varios puntos erróneos. Uno de ellos se refería a que Rusia mantendría su base militar cerca de Szczecin. Pero se señalaba que el ejército ya no estaría estacionado allí y que comenzaría la producción de ladrillos huecos. En un radio de 200 kilómetros no había arena adecuada. Tampoco agua. Iba a ser necesario cavar un pozo profundo. Y al final, estos bloques serían tan caros de producir como si estuvieran hechos de oro. Así que convencí a Yeltsin: señor presidente, quienes escribieron este tratado querían arruinarnos. Es mejor, por tanto, prever una cooperación económica veinte veces mayor entre nuestros países, pero basada en el cálculo económico y la lógica, y no en bases predeterminadas. Yeltsin estuvo de acuerdo.
P.- ¿Este acercamiento a Rusia podría incluso llevar a su ingreso en la OTAN, como propuso en su día Radosław Sikorski [actual ministro polaco de Exteriores]?
R.- Salimos heridos de la Guerra Fría. Y si tienes heridas, primero tienes que limpiarlas y sanarlas. Por tanto, era necesario actuar con educación y habilidad con Rusia. Intentar conseguir que cambiara el sistema. Pero sí: en mi segundo mandato quería impulsar la admisión de Ucrania y Bielorrusia en la UE y la OTAN simultáneamente con Polonia. Hablé con ellos y realicé consultas en todo el mundo, en Canadá y Brasil. Lo tenía todo planeado.
La transición en Polonia
P.- Fue Mijaíl Gorbachov quien anunció a Wojciech Jaruzelski y a otros dirigentes de los países comunistas de Europa Central que no les llegaría ninguna ayuda: tendrían que arreglárselas solos. Esta fue, después de todo, la razón principal por la que el general aceptó la Mesa Redonda [conversaciones entre el gobierno comunista y Solidarność desde febrero a abril de 1989]. ¿No le debe Polonia en parte su libertad a Gorbachov?
R.- Pero Gorbachov intentó resistirse y ordenó disparar al menos cuatro veces. Toda nuestra filosofía fue desarrollar un movimiento por la libertad tan grande que para detenerlo tendrían que haber matado a millones de personas. Y Gorbachov era un hombre inteligente, entendió que simplemente no podía darse por vencido. Entonces decidió hacerlo de otra manera. Tenía que hacer que Europa dependiera del suministro energético ruso y, como mínimo, revitalizar a la propia Rusia, ya que eso no se podía hacer con todo el imperio. Le dije: ‘¡Cambia el sistema, el sistema político!’ Pero él no era un verdadero demócrata y por eso no lo hizo. Hablé con él cuando ni él ni yo éramos presidentes. Y me dijo que su objetivo era reformar el comunismo, no abandonarlo. Porque siguió siendo comunista hasta el final.
P.- ¿La inspiración de la Mesa Redonda fue España, que también logró una transición incruenta a la democracia?
R.- Yo nunca había estado en España entonces, ni tampoco había estado en el extranjero. No sabía los idiomas. Sólo me he fijado en los asuntos polacos. Fui criado en un espíritu anticomunista y antisoviético. Soñé con reconstruir lo que mis padres habían perdido. La vida está hecha de accidentes, de oportunidades. Aprendí a usarlos. Y lo hice cuando el destino me empujó hacia esa escalera. Cuando me convertí en el líder de la huelga en diciembre de 1970, rápidamente me di cuenta de que allí no se podía hacer nada. No sé a quién tengo a mi lado, no sé si esto es una provocación. Ellos encuentran las mejores personas para mí. Necesitamos pensar de alguna manera para salvar a esta gente y prepararnos para jugar este juego. Al final dije: Dios, déjame volver aquí, dame una oportunidad más. Y 10 años después Dios me dio esta oportunidad. Era agosto.
"El Papa sabía que si se oponía demasiado a los comunistas, todos sus enemigos se unirían contra él"
La cercanía con Juan Pablo II
P.- Acaban de cumplirse veinte años de la muerte del Papa Juan Pablo II. En sus conversaciones con usted, ¿compartió el Santo Padre alguna preocupación sobre el futuro?
R.- El Papa razonó de forma muy parecida a como lo hice yo, sólo que a un nivel superior. Creía que el mundo había estado dividido desde Adán y Eva y que todos los países querían expandir su territorio. Pero los nuevos tiempos acabaron con esto. Él lo entendió perfectamente. Pero también sabía que si aceleraba este proceso y comenzaba a expulsar a los comunistas con demasiada brutalidad, fracasaría. ¿Tal vez tenía miedo de que algunos cardenales estuvieran involucrados en el sistema comunista y lo envenenaran? Prefirió mantener la unidad de la Iglesia y esperar pacientemente hasta que la ola de libertad desatada por las nuevas tecnologías barriese con el viejo sistema. ¡Era un hombre muy sabio! Pero tenía que desempeñar dos papeles. Por un lado era el Santo Padre, pero por otro era un político. En este segundo papel sabía que si se oponía demasiado a los comunistas, todos sus enemigos se unirían contra él. Por eso prefirió esperar hasta que la situación madurase naturalmente.
P.- ¿Habría caído el comunismo sin Juan Pablo II?
R.- Aquí debemos entender cuál era la filosofía del comunismo: no permitir que la sociedad se organizara por sí sola. A nosotros, la oposición clandestina, nos decían constantemente que éramos inútiles. Nos sentimos tan humillados que perdimos toda esperanza de victoria. Se acercaba el final del segundo milenio después del nacimiento de Cristo, oramos al Santo Padre. Después de un año vino a Polonia [en 1979] para organizarnos la oración. ¿Qué más se suponía que debía hacer? Pero al mismo tiempo vimos cuántos éramos. Antes de la visita del Papa, buscaba gente que me acompañara en la lucha. Éramos unos diez, incluidos dos agentes. Y un año después de la peregrinación del Papa éramos diez millones. La nación había despertado. Y luego llegó la ley marcial. Querían convencerme de que no te puedes bañar dos veces en el mismo río. Y yo seguía pensando que no hay libertad sin solidaridad. Podían matarme, pero no convencerme.
P.- ¿Recuerda su última conversación con Juan Pablo II?
R.- Estábamos hechos de la misma materia, aunque cada uno luchaba a su nivel. Nos entendíamos incluso en silencio. Por eso nuestras conversaciones eran distintas a las demás. Nos saludábamos, nos sentábamos y hablábamos. Pero cuando veía que el Papa empezaba a moverse en su silla, paraba porque quería decir que ya sabía de qué iba todo. Y conmigo él hacía lo mismo. Me sentía incluso avergonzado de que al hablar con el Santo Padre estaba quitando tiempo a otros que necesitaban más esa conversación. Pero teníamos que dedicar tiempo a conversar; de lo contrario se habría difundido inmediatamente que habíamos discutido.
La polarización actual en Polonia
P.- Vayamos a la Polonia actual. ¿Qué espera de las presidenciales?
R.- Apoyo a Trzaskowski; es bueno. Pero, sobre todo, tenemos muchísima suerte con Tusk [primer ministro]. Polonia tiene suerte de tener un político tan fenomenal en un momento tan difícil. Porque es fenomenal. Bodnar [ministro de Justicia] también, por cierto.
P.- Al marcharse a Bruselas como presidente del Consejo Europeo, ¿Donald Tusk no entregó en bandeja el poder a Jarosław Kaczyński?
R.- Entonces lo arregló él mismo. Pero la experiencia que adquirió entonces nos sirve muy bien hoy. Sin su experiencia no tendríamos muchas posibilidades hoy en día. Así que realmente compensamos lo que perdimos.
P.- Sin embargo, en el pasado, ¿se cometieron errores que alimentaron el populismo? Después de todo, la terapia de choque marginó a millones de personas.
R.- Recientemente, alguien me abordó en una gran manifestación en Varsovia. Y me preguntó: ¿no se podría haber hecho mejor? Y entonces lo expliqué así: el comunismo era como ir en coche marcha atrás a cinco kilómetros por hora. Pero cuando finalmente nos dimos cuenta de que íbamos hacia atrás, tuvimos que detener el coche primero. Cualquier conductor sabe que no hay otra manera. Y sólo entonces seguir adelante. A cien por hora. Cuando la gente escuchó esto en la manifestación, empezaron a aclamarme. Así que necesitas encontrar argumentos simples para convencer a la sociedad de hacer lo que tú estás haciendo.
"No hay que hablar con Trump, en absoluto. Solo si nos ataca debemos responder"
La América de Trump
P.- En noviembre de 1989, usted se convirtió en el tercer extranjero en la historia en comparecer ante una sesión conjunta del Congreso de EEUU. Usted habló entonces de lo que Estados Unidos es para las naciones oprimidas: un modelo de libertad y una fuente de esperanza. Pero hoy tenemos a Donald Trump. ¿Qué pasó con Estados Unidos?
R.- Los estadounidenses han perdido la fe en la democracia porque vieron cómo varias mafias tomaron el control del país. Han construido fortalezas tan grandes que ningún hombre decente puede atravesarlas. Dije hace una decena de años que este problema no puede ser resuelto por un solo país. Propuse que Estados Unidos identificara quince problemas globales y explicara al mundo una solución común para ellos. Además de Alemania, Francia e Italia, se decidió identificar otros quince temas que requieren una solución continental. El destino de nuestra civilización depende de si tenemos éxito en esto. Tenemos quizá cien años para esto. A simple vista. Pero si fracasamos, recordemos lo que ocurrió en el pasado con las grandes culturas que construyeron pirámides e imperios. Fracasaron porque no fueron capaces de pensar más allá de la escala nacional.
P.- Por ahora, sin embargo, Trump está haciendo acuerdos con Rusia y arruinando el comercio internacional. ¿Qué estrategia debemos adoptar?
R.- No hay que hablar con él en absoluto. ¡En absoluto! Sólo si nos ataca, debemos responder. Cuando él nos golpeé, nosotros le golpeamos.
Conocí a Trump en 2010. Me interrogó hasta agotarme. Quería saber cómo se hacía para ser presidente. Yo lo animé, joder"
P.- ¿Es Trump un hombre peligroso?
R.- No, porque es estrecho de miras. Tiene una fábrica allí, algún negocio y quiere ganar dinero. Pero carece de una perspectiva más amplia y global. Lo conocí en 2010. Le dije: yo, electricista, obrero, llegué a ser presidente. Entonces, ¿por qué no tú? Me interrogó hasta agotarme. Quería entender cómo se hacía. Yo lo animé, joder.
P.- ¿Es confiable la América de Trump?
R.- No. Pero lo que está haciendo es un retroceso y por eso al final perderá. Porque como dije, el futuro pertenece a las soluciones globales. Y a esto inevitablemente volveremos. El problema es que perderemos muchos años por culpa de Trump.
P.- Los aliados de Trump, como Elon Musk, tienen una enorme influencia en la opinión pública, especialmente a través de las redes sociales. Ya no son tiempos en los que uno podía interactuar con una multitud a través del contacto directo, como usted hacía.
R.- De acuerdo: no es posible. Estaba decidido a destruir el antiguo orden. Y lo hice genial. Pero cometí un error. Creí demasiado en la democracia. Estaba convencido de que una vez que llegáramos a la parada de la Libertad todo encajaría. Y dejé de preocuparme. Pero hoy resulta evidente que esta democracia se está arraigando demasiado lentamente. De ahí es de donde vienen estos Trumps. Así que ahora soy un perdedor. ¿Pero mañana? No se sabe. O volvemos al camino que emprendimos o morimos.
Las alternativas de Europa
P.- Rusia está a la ofensiva y no se puede confiar en Estados Unidos. ¿Qué hacer?
R.- Solidarność dio al mundo entero un ejemplo de cómo ganar. Pero el mundo se ha olvidado de ello. Volvió a sus viejos métodos, asustando a la gente con la energía atómica y demás. Pero hasta que esto cambie, incluso si Ucrania derrota a Rusia, en 10 o 15 años Rusia se levantará y atacará nuevamente a sus vecinos. Por lo tanto, debemos recurrir a una propaganda simple, como la utilizada durante el movimiento Solidarność. Preparar folletos para cada ciudad de Rusia y así convencer a los rusos: ‘Escucha, te amo, no tengo nada contra ti, quiero ser tu amigo. Pero mira lo que le pasó a tu vecino. ¿Qué ocurrió con sus dos hijos? ¿No sabes que mañana Putin podría venir a buscarte? Él te llamará a filas y morirás. ¿Y por qué ocurre esto? Porque vives en el sistema equivocado. Quiero salvarte, quiero ayudarte a cambiar este sistema’.
Ahora soy un perdedor. ¿Pero mañana? No se sabe. O volvemos al camino que emprendimos o morimos"
P.- ¿Tal vez la solución sea construir una Europa fuerte, incluso federal?
R.- Europa se está dando contra la pared. Para reconciliar a los europeos, es necesario decidir en primer lugar sobre qué base se quiere seguir construyendo la integración. Habría dos vías: las libertades o los valores religiosos.
P.- ¿Y qué responde?
R.- Soy demasiado mayor para decidir esto. Especialmente porque este no es el final. Europa también debe decidir qué sistema económico la unirá. Aquí también hay que mirar en términos prácticos y no teóricos. Porque teóricamente el comunismo era genial. En sus programas todo estaba bellamente escrito: honestidad, justicia. Esto podría gustar, pero no se pudo implementar. El capitalismo al revés: competencia desleal, desempleo. Pero se puede implementar y así vencer al comunismo. Hay que ser prácticos, no ideológicos.
P.- Por ahora, después de años de inactividad, Europa se ha dado cuenta de que quizá tenga que defenderse. Y empezó a invertir masivamente en armamento, aunque hay países como España que están muy por debajo del 2% del PIB en defensa.
R.- Hoy en día la humanidad ya dispone de tantas armas que serían suficientes para destruir diez veces la vida en la Tierra. Entonces ¿por qué deberíamos comprar los medios para destruir la vida por undécima vez? Esto no tiene sentido. Se necesita una filosofía de acción diferente. Esto es todo lo que tenemos que recopilar y organizar para que sirva y no cueste aún más. Si Francia construye buenos aviones, que se concentre en eso para el bien de todos. Y si los alemanes se especializaran en tanques, que los fabricaran para todos.
P.- Donald Tusk anima a los aliados europeos a enviar más tropas a Polonia en caso de que los estadounidenses se retiren. ¿La reconciliación de Polonia con Alemania es ya lo suficientemente profunda como para que los soldados alemanes puedan proteger a Polonia en la frontera oriental?
R.- Los alemanes mataron a mi padre. En aquel entonces, el patriotismo significaba odiar a los alemanes tanto como a los soviéticos. Pero los tiempos han cambiado y como dije necesitamos buscar soluciones globales. Por eso hoy el patriotismo significa amar a los alemanes. Tenerlos como amigos.
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