El PSC, en palabras de Miquel Iceta, fue diseñado para no tener que elegir entre “papá y mamá”. Mientras el eje ideológico marcaba la agenda en Cataluña, había sido una fuerza que integraba a independentistas, soberanistas, catalanistas y españolistas bajo una siglas de izquierdas que luchaban por arrebatar el monopolio del Govern de la Generalitat a Pujol. Tanto así, que en el año 2003, socialistas, independentistas y ecosocialistas decidieron unir fuerzas para desalojar a los convergentes del Govern en un pacto conocido como Tripartit. Aquella alianza duró dos legislaturas y un nuevo Estatuto de Autonomía, que tras ser recurrido ante el Tribunal Constitucional desencadenó un cambio de agenda en la política catalana.

Cuando el eje ideológico dejó paso al territorial el sistema de partidos catalán y sus lógicas implosionaron. En la legislatura 2012-2015 Convergencia se tornó un partido independentista, rompió con Unió, éste ultimo desapareciendo de la escena parlamentaria; ERC duplicó su base electoral; la CUP triplicaba resultados y Cs se convertía en la referencia no nacionalista en detrimento del PP. Este movimiento de las placas tectónicas provocó un terremoto en las filas del PSC. El partido ideado para no elegir entre la estelada y la rojigualda debía posicionarse, lo que provocó una ruptura emocional en sus bases y en su dirigencia con el consecuente hundimiento electoral. En el 2015 obtuvo su peor resultado electoral.

Tras una travesía desde el referéndum pactado hasta la reforma federal sin consulta independentista, el PSC con Iceta a la cabeza trata de recuperar su identidad apoyado en la senyera. En estas elecciones, el PSC ha decidido hacer de la bandera autonómica catalana su mejor baza electoral. Tras el terremoto soberanista, los socialistas han observado que los dos bloques dejan un espacio huérfano que han denominado “la casa grande de acogida del catalanismo” -un concepto acuñado por Mas en el 2007-. Aquel refugio para los que, tras el terremoto, quieren recuperar aquella Cataluña en la que convivían y acordaban, desde la discrepancia, electores y electos de diversa sensibilidad nacional. En este relato se enmarca el pacto del PSC con “Units per avançar” el partido de ex dirigentes de Unió Democrática de Catalunya. Este acuerdo electoral entre socialistas y democristianos hubiera sido impensable antes del seísmo soberanista, tanto como ver a Duran i Lleida pedir el voto para Miquel Iceta.

La campaña del PSC es la campaña de Iceta: el protagonismo de su candidato es incuestionable

Según la última encuesta del CIS, los socialistas recuperarían parte del apoyo electoral perdido, un total de 4 puntos. Según la matriz de trasvase de voto, absorbería un 10% de los votantes del 2015 de Cs, al mismo tiempo que otorgaría un 11,8% de sus votantes al partido naranja. Su fidelización de voto se sitúa en un 55,8%, una cifra algo escasa que podría aumentar si durante la campaña logra convencer al 13% de su electorado que todavía duda. Así mismo, cabe señalar que, según la misma encuesta, un 10,9% de la abstención que se activaría en estas elecciones podría decantarse por Iceta. Por lo tanto, atendiendo a los datos, la campaña electoral va a ser decisiva para activar a esos votantes que en las pasadas no participaron y decantar a los dudosos.

La campaña del PSC es la campaña de Iceta. El protagonismo de su candidato es incuestionable, también en el slogan “Soluciones, ahora Iceta”, en un ejercicio retórico que pretende situar a su cabeza de cartel como la única vía para solventar el conflicto. Han apostado por una cartelería institucional, con una foto que bien podría ser la oficial de cualquier gobierno: fondo neutro, bandera oficial y político encorbatado. La senyera es el gran icono de la campaña, aparece en todos los materiales y protagoniza la escenografía diseñada para actos electorales, un elemento que pretende reafirmar el carácter catalanista de su campaña, en un intento de reivindicar una bandera que representa a todos los catalanes.

Sin embargo, la estrategia de Iceta también es postelectoral y empieza con su discurso tras la publicación de los resultados electorales. Durante toda la campaña, el equipo de campaña socialista está inoculando a la opinión pública con la teoría Borgen. El nombre proviene de una serie política danesa en la que los vetos cruzados de unos partidos hacia otros, posibilitan que la cuarta candidata recabe los apoyos para ser investida presidenta. Esta posibilidad resulta remota, pero no imposible, y es precisamente la estrategia que el PSC lleva trabajando durante toda la campaña en el backstage. Quién formaría parte del plan de Iceta todavía es una incógnita, pero resultaría plausible que él tampoco quiera decidir a quien quiere más, si a papá o a mamá, retomando aquellos acuerdos basados en lo ideológico tan habituales en Cataluña antes del terremoto territorial.