El viejo Rey -no le gusta que le llamen Emérito- ha acumulado en los últimos años motivos sobrados para hacerle un buen puñado de reproches, todos ellos sobre sus actividades privadas, algunas de las cuales le han valido las más aceradas críticas por parte de la opinión pública y han provocado además que el prestigio de la Corona cayera en la consideración popular a niveles mínimos, desconocidos hasta esos momentos. Eso es así y no habrá nadie que se atreva a discutirlo.

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