El presidente del Gobierno acudió ayer ante las tumbas de Manuel Azaña y de Antonio Machado para rendirles homenaje  con motivo del 8o aniversario del exilio español. Pero dice que ese homenaje llega "tarde, muy tarde" como si nunca antes de hoy ningún representante político español hubiera reconocido a ambos personajes su papel en vida, su valiosa contribución a la Historia de España y su determinante aportación en defensa de una concordia que no se alcanzó plenamente en términos jurídicos hasta la aprobación de la Constitución de 1978 pero que se había consolidado ya en términos políticos en junio de 1977 cuando se celebraron las primeras elecciones libres.

Es un buen gesto del Gobierno el acudir en persona, acompañado de una delegación compuesta por familiares y personas vinculadas a la memoria histórica o el exilio, a honrar a estos dos grandes españoles pero deja de serlo cuando Pedro Sánchez decide por su cuenta excluir a cuantos mucho antes que él han reconocido a Azaña, a Machado y a tantos otros republicanos que murieron en el exilio o pudieron regresar entre 1976 y 1977 a una España que se dirigía con paso firme hacia una vida en democracia y en libertad. Es injusto y ofensivo. Y demuestra que su gesto forma parte más de una campaña electoral que de un acto de Gobierno.

Porque si así hubiera sido, si su visita la hubiera hecho en su calidad de presidente y no de candidato a las próximas elecciones, entonces tendría que explicar con qué argumentos ha excluido de su viaje a los representantes de otras formaciones políticas, porque resulta que todos los españoles somos deudores y herederos de las aportaciones políticas de quien fue primero presidente del Gobierno y más adelante presidente de la República y no digamos ya del legado literario de unos de los más grandes poetas de la historia de nuestro país.

Pedro Sánchez debería haber invitado a acompañarle a una amplia representación de la clase política

Azaña y Machado nos pertenecen a todos y, por lo tanto, Pedro Sánchez debería haber invitado a acompañarle en el avión a una amplia representación de la clase política española de hoy. Y no solo no lo ha hecho sino que ha cometido un error todavía más grave: se ha llevado en el Falcon a sus amigos, o a los que él cree que le proporcionan la vitola progresista que ahora mismo le conviene exhibir.

¿Por qué ha invitado a Almudena Grandes y no también a Soledad Puértolas? ¿Por qué a Ian Gibson y no también a César Antonio Molina? ¿Por qué a Rosa  León y no también a Luz Casal? ¿Por qué no ha invitado a José María Aznar, gran admirador de Manuel Azaña, cuyos pensamientos cita muy a a menudo en sus intervenciones públicas? Esta es una pregunta retórica, ya lo sé porque lo de Aznar es un imposible categórico, pero la hago para subrayar lo obvio: que Pedro Sánchez ha organizado un viaje con sus compis, con sus amiguetes. Y eso no se compadece con lo que decía la leyenda impresa en la bandera española que cruzaba las coronas funerarias de recuerdo y homenaje colocadas al pie de sus tumbas: "El Gobierno español rinde homenaje a Manuel Azaña" o "a Antonio Machado".

En definitiva y lamentablemente, un acto más de campaña electoral a bordo del Falcon y con unos cuantos invitados elegidos a capricho

Como dijo el presidente durante los actos de homenaje, las palabras de ambos hombres "nunca fueron de confrontación, sino de encuentro". Y eso es exactamente lo que le ha faltado a un Pedro Sánchez mucho más interesado en sacar rédito político partidista a ese acto que en acompañarse de una representación plural de la sociedad y la política españolas para haber podido hablar verdaderamente en nombre de todos los ciudadanos que se esforzaron por lograr la reconciliación y que plasmaron ese esfuerzo en la Constitución de 1978.

En definitiva y lamentablemente, un acto más de campaña electoral a bordo del Falcon y con unos cuantos invitados elegidos a capricho y a gusto de su anfitrión. Un acto excluyente en la medida en que él ha hablado en su calidad de presidente del Gobierno y, por eso, nos debería haber representado a todos, no solo a los suyos.