El debate que el personal quiere ahora no es a cuatro, a cinco, cara a cara con Casado, con Vox o sin Vox. El debate que el personal quiere ahora es con Cayetana Álvarez de Toledo. Pedro Sánchez tiene mucho cuidado con dónde y con quién debatir, por no forzar demasiado el débil hilo que une su cartelería con sus orejas. Iván Redondo le dice que al españolito entre el centro y la izquierda con gaseosa le basta su estampa presidencial de moqueta y paragüero, que es suficiente con no caerse para ganar a “las derechas”, que ellos ven como la pella para hacer un botijo o algo así. Pero lo que está consiguiendo Sánchez, en realidad, es que perdamos interés por verlo en cualquier debate, sabiendo que se va a limitar a poner cara de banderillero asomadizo. Y no sólo estamos perdiendo interés por verlo a él, sino también a Casado, a Rivera y a Iglesias, que ya tienen todos algo como de Nochevieja antigua de Martes y Trece. Podría haber interés en ver a Abascal, pero a pesar de tanto pecho de lata, ya hemos descubierto que él tampoco quiere debatir, que sólo funciona en modo Bertín Osborne, que lo que quiere es volver a salir en jaca o cortando un gran queso como el Algarrobo, que es lo que pide la España viva. Mientras Sánchez nos esquiva poniendo dobles de cartón y los demás nos aburren como un largo partido empatado a cero, el personal a quien quiere es a Cayetana. Para asombrarse o para ponerla a parir. Pero a Cayetana.

Para seguir leyendo Regístrate GRATIS