Ruido, ruido, ruido. Hasta ahora ha habido mucho ruido. Posiciones inamovibles, vetos, retos, órdagos e indigesta abundancia de esas famosas lineas rojas que es como ahora se llama a las condiciones innegociables. Eso es lo que estamos viendo y escuchando hasta ahora, cuando se ha abierto el mercado de ofertas y contraofertas políticas, estadio previo y obligado al momento en que se hará necesario cerrar los pactos para gobernar ayuntamientos, comunidades autónomas y para hacer posible que Pedro Sánchez sea investido presidente del Gobierno.

Los de Ciudadanos se han apeado ya de aquella posición de intransigencia absoluta hacia el PSOE

De momento, y aunque ellos lo nieguen en redondo, los de Ciudadanos se han apeado ya de aquella posición de intransigencia absoluta que llevó a Albert Rivera a sobreactuar durante toda la larguísima campaña electoral que hemos padecido todos cuando insistía en que con Pedro Sánchez no había acercamiento posible y que Ciudadanos no le daría al PSOE ni agua. Bien, eso ya es historia. Reunida este lunes la cúpula ampliada del partido naranja, la decisión unánime de los presentes ha sido la razonable: consideran al PP el socio potencial prioritario y, si no se pueden alcanzar pactos con este partido en determinadas plazas, entonces Ciudadanos se abre a llegar a acuerdos con el PSOE "por el bien de España".

Atentos a esta frase que encabeza la crónica de Carmen Torres porque en ella se esconden algunas claves para el inmediato futuro. Y eso es así porque "el bien de España" no va a descansar de ninguna manera en quién ocupa el ayuntamiento de Oviedo o de Zaragoza. Y tampoco "el bien de España" se va a ver dañado si en la comunidad de Castilla y León o en la de Aragón gobierna el Partido Popular o el Partido Socialista. Pero sí quedaría seriamente perjudicado ese interés si Pedro Sánchez se viera obligado a buscar los apoyos para su investidura en los partidos secesionistas. Ese posible apoyo, ya lo dijeron ellos hace varias semanas, nunca sería gratis. Es más, como explicó entonces alguno de los líderes independentistas catalanes, "se cobraría por adelantado". Y se cobrará muy caro, añado yo. Estratosféricamente caro, inasumiblemente caro, de hecho.

No hay más que ver las sutiles sugerencias que el PNV le ha hecho al PSOE en el sentido de recordarle que sus seis diputados en el Congreso le son imprescindibles a Pedro Sánchez para lograr la investidura y que sería muy "interesante" que la líder del Partido Socialista navarro cerrara un acuerdo de gobierno con Geroa Bai (que es la versión navarra del propio PNV), Izquierda- Ezquerra (Izquierda Unida) y Podemos, opción que necesitaría la abstención de nada menos que Bildu, partido que, a su vez, reclama que, a cambio de ese apoyo encubierto, los socialistas navarros voten a favor de su candidato a la alcaldía de Pamplona, desalojando así al cabeza de lista de Navarra Suma, que se ha quedado a un solo concejal de la mayoría absoluta.

Este es un ejemplo mínimo del precio que tendría que pagar Sánchez si tuviera que mendigar entre el independentismo y el nacionalismo los apoyos para su sesión de investidura. Y digo que el ejemplo es mínimo, no porque lo sea el problema que se plantearía en Navarra si este plan de la socialista María Chivite se llegara a consumar, sino porque desde la dirección del PSOE ya le han dicho a su candidata que se olvide de semejante pacto. Pero aquí viene a cuento otra vez lo de los retos, los órdagos y demás fanfarronadas a las que aún tendremos que asistir en los próximos días. Porque resulta que, habiendo hablado ya la dirección de su partido por boca de su secretario de Organización José Luis Ábalos, y la propia vicepresidente del Gobierno en funciones Carmen Calvo, en el sentido de que no hay nada que discutir en lo que se refiere a cualquier tipo de presencia, aunque sea indirecta, de Bildu en relación con un hipotético gobierno del PSOE en Navarra, la secretaria general del PSN-PSOE insiste en mantener la reunión prevista este miércoles para un acuerdo que no se va a sustanciar. Ella insiste e insistirá hasta que tenga que rendirse a la fuerza de los hechos porque desde Ferraz ya le han puesto el veto a su plan.

Un veto que le conviene mucho a Pedro Sánchez si se abre, como podría estar abriéndose ya, la posibilidad de que "por el bien de España" Ciudadanos decidiera facilitar su investidura y librarle así de las servidumbres tremendas que conllevaría un voto favorable de, por ejemplo, ERC. Esta es solo una hipótesis pero basada en el mensaje que hoy ha enviado algún alto dirigente del partido de Albert Rivera en conversación con la periodista Carmen Torres. Y este ámbito es el más importante, aquí es donde hay que trabajar por el interés y por el bien de España, lo hemos dicho muchas veces. El resto es secundario aunque para los intereses de cada partido sean cuestiones esenciales.

Si tuviera que apostar lo haría a que el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid van a ser para el PP

Habrá acuerdos Ciudadanos-PP pero no en todas las plazas. Si tuviera que apostar lo haría a que el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid van a ser para el Partido Popular. Otra cosa es lo que suceda en Castilla y León o en Aragón, que serán plazas objeto de negociaciones y pactos más globales. Y luego está el asunto de Vox. Ciudadanos ha puesto unas condiciones realmente inasumibles para cualquiera que tenga un poco de dignidad, aunque sea un partido político. Los de Rivera los quieren tratar como unos apestados y éstos, naturalmente, no se dejan.

Su primera respuesta a la actitud de Cs ha sido la de presentar una enmienda a la totalidad a los Presupuestos presentados por el gobierno de PP-Cs en Andalucía. Un órdago a la grande, órdago que Vox no puede, sin embargo mantener mucho tiempo porque estaría firmando su sentencia de muerte, políticamente hablando. Es decir, si con sus vetos y sus rechazos, Vox propiciara gobiernos de izquierda donde hubieran podido constituirse gobiernos de centro derecha, el partido de Santiago Abascal habría dado un paso decisivo para su desaparición. Y algo parecido le podría ocurrir a Ciudadanos si insiste en imponer unas condiciones tan humillantes a Vox, un partido de la derecha radical pero que puede resultar imprescindible para que el PP ocupe el poder en algunas plazas, si le empuja a actuar a la desesperada.

Pero los escenarios catastróficos no interesan a nadie y menos que a nadie a los partidos en liza postelectoral. Lo previsible es que, andando los días, esas posiciones se vayan suavizando de modo que ninguno de los contendientes se vea obligado a cargar con la responsabilidad de haber saboteado gobiernos que a sus respectivos electores les parezcan deseables. Por eso es prematuro alarmarse y procede recurrir a ese consejo popular con el que se ha titulado este artículo: quietos hasta ver, que a lo mejor no es nada. O casi nada.