Esta de Murcia no es la primera pero sí es la más contundente prueba del nivel de frívola irresponsabilidad con el que se desenvuelven estos nuevos partidos que iban a enseñar a los otros cómo se hace política de la buena. Bien, ya lo estamos viendo. Se hace así, saboteando gobiernos, negándose a sentarse con aquellos cuyos votos necesita el que se siente ofendido ante la sola idea de estampar una mera firma en un documento en el que coincide con su, ya no adversario sino directamente enemigo, "al 99%" o levantándose de la mesa porque alguien a unos cuantos cientos de kilómetros se ha permitido despreciar el nivel de la negociación hasta dejarlo en un al parecer demasiado humillante "tomar un café".

Éste es el nivel en el que este jueves se estuvieron moviendo unos políticos que, en el caso de Murcia, han estado dispuestos a dejar a la región varada hasta no se sabe cuándo y a los que no parecen importarles nada las necesidades de los ciudadanos a cuyo servicio se suponía que trabajaban. Murcia se queda sin nuevo gobierno y ahora, como se han enfadado los unos con los otros, ya no se quieren volver a hablar. Así tal cual lo ha dicho el murciano Teodoro García Egea, secretario general del PP y presente y activo en la negociación fallida que habría de dar el gobierno a su candidato Fernando López Miras.

Cuando crezcan y maduren, que me llamen, mientras tanto no tengo nada más que hablar con ellos, ha venido a decir García Egea, quien ha calificado el comportamiento de los de Vox de "grotesco". Tiene razón, vaya si la tiene, pero no menos grotesca es la postura y también la actitud de los dirigentes de Ciudadanos, que siguen manteniendo la pretensión inaudita e inadmisible de beneficiarse de los votos de un partido al que le niegan incluso posibilidad de sentarse con ellos. Eso del "grandísimo esfuerzo" que en opinión  de Egea había hecho el representante de Ciudadanos por compartir esa conversación con Luis Gestoso, el negociador de Vox en el parlamento murciano, sonaría a broma si no fuera porque retrata milimétricamente hasta dónde han llegado las cosas. No se puede llegar a menos. O quizá sí.

Naturalmente, en Madrid han quedado de momento paralizadas las conversaciones que, si nos atenemos a la versión suministrada por fuentes próximas a la candidata del PP a la presidencia de la Comunidad de Madrid, tienen a Isabel Díaz Ayuso literalmente desesperada. El gobierno de Madrid también está en el aire.

Esto es lo que tiene compartir acuerdos de gobierno con partidos incapaces y que se han demostrado inútiles para cumplir con su única obligación institucional, que es la de servir a los ciudadanos a los que han pedido su apoyo precisamente para devolvérselo en forma de esfuerzo y de trabajo en favor de la comunidad.

Aquella idea tan atractiva de que el bipartidismo por fin cedía su dominio para dar paso a un pluripartidismo liberador y la mar de democrático se ha revelado un fiasco

España no es país para pactos, ya lo estamos viendo. Y aquella idea tan atractiva de que el bipartidismo por fin cedía su dominio en la vida política española para dar paso a un pluripartidismo liberador y la mar de democrático se ha revelado un fiasco. Ninguno de los partidos que ha nacido a un lado y al otro de los dos grandes -que siguen siendo y serán por mucho tiempo el Partido Popular y el Partido Socialista- está cumpliendo la función para la que se suponía que habían llegado.

Podemos se debilita por momentos y no tiene más afán que el de su líder Pablo Iglesias por sentarse a la mesa del consejo de ministros. Ya le ha dicho Pedro Sánchez que no y se lo ha dicho muchas veces, la última este jueves por la noche en Tele5 con un argumento que no había usado hasta ahora y que es el más inapelable de todos: porque con sus posiciones, reiteradas hasta la saciedad por el propio Iglesias, sobre el desafío independentista catalán no puede formar parte del Gobierno de España. Fuera de esa obsesión, Podemos no ha podido ni siquiera amortizar en su propio beneficio iniciativas como la subida del salario mínimo interprofesional porque, como siempre pasa, quien se beneficia políticamente de una medida es quien la toma efectivamente, es decir, el Gobierno. Esto lo saben hasta los tontos.

Sánchez dio un argumento que no había usado hasta ahora: con sus posiciones sobre el desafío catalán, Iglesias no puede formar parte del Gobierno

Fuera de eso, Podemos nació con un propósito: dar la vuelta al "régimen corrupto" del 78 y a la Constitución que lo había consagrado. Pero ahora se ha quedado en un punto de fragilidad mendicante que lo hace perfectamente prescindible si de lo que hablamos es de una fuerza de nuevo cuño capaz de darle la vuelta a los modos de la llamada por Iglesias, pero no sólo por él, "vieja política". Para hacer, y hacer mejor, lo que está haciendo él ya teníamos a Izquierda Unida, que se ha diluido entre las filas de Podemos pero que cumplió en su día un papel digno aunque minoritario, el mismo que le está destinado en el partido morado. Para este viaje no hacían falta tantas alforjas.

¡Y qué decir de Ciudadanos! Como ya le hemos dedicado unas cuantas consideraciones críticas, no vamos ahora a repetir los argumentos. Sólo a insistir en que ha dejado de cumplir con su objetivo primero, que fue oponerse al avance del independentismo en Cataluña porque, una vez alcanzada la hazaña histórica de ganar las elecciones en esa comunidad autónoma, ha dejado al partido desmantelado allí y se ha propuesto cumplir un sueño que no va a poder lograr, que es el de alzarse con el liderazgo de la derecha en España.

El comportamiento de Albert Rivera de los últimos tiempos es, además de inexplicable, inadmisible. Y su pretensión de entrar en los distintos gobiernos autonómicos y municipales aupados en los votos de Vox pero negándose siquiera a sentarse en una mesa con ellos y mucho menos a que esa "vergüenza" quede plasmada en imagen, habla de un partido y, sobre todo, de un líder incapaz de jugar en la primera división y que necesita mucha, pero mucha más experiencia y más solidez de la que ha acumulado hasta ahora.

Pero lo que queda brutalmente de manifiesto es que no sirve tampoco para desempeñar el papel fundamental que estaba vacante en nuestro país y que, de haberlo hecho asumiendo su honroso destino, habría dado un vuelco formidable al mapa de pactos bajo el que hemos vivido hasta ahora y bajo el que volveremos a vivir si las urnas no lo remedian: el papel de partido bisagra de ámbito nacional que liberara al partido ganador de las elecciones generales de tener que recurrir a los nacionalistas depredadores para conformar una mayoría de gobierno.

Ciudadanos es otro partido que no sirve a las necesidades de la política española. Porque sólo intenta servirse a sí mismo. Para eso no lo necesitamos

Al señor Rivera eso le ha debido de parecer poco. Quiere ser otra cosa que no va a poder ser nunca, y los resultados del 28 de abril lo demuestran. Y por si fuera insuficiente el error cometido, resulta que no quiere hablar ni pactar con nadie, ni en la izquierda ni en el centro ni en la derecha. Este es, por eso, otro partido que no sirve a las necesidades de la política española. Porque sólo intenta servirse a sí mismo. Para eso no lo necesitamos.

Vox. Un partido que nació con arrancada de caballo pero que ha sufrido una parada de burro y cuyo futuro se presenta oscuro. Y no es que no tengan razón, que la tienen de sobra, al reclamar que aquellos que se van a beneficiar de sus votos tengan la mínima deferencia de evidenciar que ellos existen y que con ellos se habla. Nadie, tampoco en la izquierda, les discute que lo que plantean es lo razonable. Pero, como todo nacionalista, tienen una sensibilidad extrema y el alma de cristal, no digamos ya la mandíbula.

Lo que hizo ayer el señor Gestoso, portavoz de Vox en la comunidad murciana, no tiene un pase. No se puede uno levantar de la mesa en la que se ha llegado a un acuerdo casi total con las otras dos formaciones políticas porque unos irresponsables señoritos les desprecien desde Madrid. Esto no es serio, es bochornoso.

El bipartidismo ha dado históricamente mucho mejores resultados porque ha proporcionado gobiernos estables aunque dependientes, ay, de los nacionalismos insaciables

Y ahora veremos qué pasa. En Murcia la palabra la tiene Ciudadanos porque sin sus votos o su abstención el PSOE tampoco puede aspirar a forma gobierno. Puede que tengamos que esperar hasta septiembre para deshacer definitivamente esta madeja, que ha quedado enredada por la frivolidad de los contendientes, o puede que haya que repetir las elecciones autonómicas en Murcia. En ese caso, la abstención masiva y el desapego rotundo y definitivo de una ciudadanía harta de los manejos de sus representantes estarían más que justificadas.

La conclusión de todo ese enredo es que los nuevos partidos políticos no han contribuido a higienizar el sistema democrático sino a complicarlo, oscurecerlo y paralizarlo. No han cumplido la función que se esperaba que cumplieran y para la que fueron recibidos con alborozo, a izquierda o a derecha, en el momento de su nacimiento.

El bipartidismo ha dado históricamente mucho mejores resultados porque ha proporcionado durante décadas al país gobiernos estables aunque dependientes, ay, de los nacionalismos insaciables.

El experimento del que se esperaba que nos resolviera ese atolladero está resultando un fracaso rotundo. España no es país para pactos, es evidente, y hay que admitirlo aunque haya que lamentarlo.