El presidente del gobierno apareció este jueves en TVE para justificar por qué no cede ante la pretensión de Pablo Iglesias de tener ministros en el gobierno a cambio de apoyarle en la investidura y por qué su oferta se reduce a un "gobierno de colaboración", que consiste en acordar las políticas sociales y ofrecerle cargos en segundos niveles a Unidas Podemos (UP).

Pedro Sánchez recurrió a un argumento demoledor: "Un gobierno con Unidas Podemos se paralizaría por las diferencias en políticas de Estado". Y remachó: "¿Qué haría Pablo Iglesias si hubiera que volver a aplicar otra vez -cosa que no deseo- el artículo 155 de la Constitución?".

Hasta ahora, la razón esgrimida para rechazar la propuesta del líder de Podemos de pactar un gobierno de coalición era que PSOE y UP no suman una mayoría absoluta. Ahora resulta que esa explicación pierde sentido, porque, incluso sumando, Iglesias sería tan incompatible como lo es ahora con sus 42 escaños para llevar adelante las políticas de Estado que el presidente casi circunscribió a Cataluña.

Los motivos van cambiando, pero cada vez son más rotundos. Sánchez no se mueve de su idea de no dejar entrar en el gobierno a UP, aunque está abierto a ofrecerle "multitud de cargos" en la administración para que Iglesias pueda fortalecer su posición y, de paso, evite un adelanto electoral que podría ser letal para su partido.

El presidente ha convertido la negociación de su investidura en una herramienta para convertir al líder de  Podemos en una caricatura de lo que fue

El presidente no sólo no se ha movido en aras a facilitar un acuerdo con su llamado "socio preferente", sino que le ha ninguneado abiertamente. Las formas, en una negociación, son importantes y el presidente lo sabe. Anunciar que va a llamar a Iglesias en televisión, sin antes avisarle previamente, y, después, dedicarle un mensaje en twitter en el que hace recaer sobre él la responsabilidad del fracaso en las conversaciones no es la mejor manera de crear un clima de confianza.

Ahora bien: ¿qué es lo que pretende el presidente? En buena lógica se podría decir que lo que está construyendo es un escenario propicio para el adelanto electoral. Las encuestas dan al PSOE una sensible subida en votos y escaños, que el CIS eleva hasta el 40%. Aunque en Moncloa son menos optimistas, sí contemplan un aumento del apoyo al PSOE a costa de Unidas Podemos. Aunque la suma no sea sustancialmente distinta a la que ahora da el PSOE más UP (165 escaños), sí que  podría aproximarse a los 170 escaños, lo que facilitaría la investidura y la conformación de un gobierno sólido. Pero lo más importante es que el PSOE destrozaría a Podemos, que perdería muchos diputados porque, además de no atravesar por su mejor momento, tendría que competir a nivel nacional con el partido de Íñigo Errejón.

El presidente, por tanto, tiene siempre esa baza en la mano. Si no hay acuerdo, elecciones. Toda una amenaza para un debilitado Iglesias.

Esa es una opción, sin duda. La que más le gusta al estratega de cabecera del presidente, Iván Redondo, que, hasta ahora, ha acertado prácticamente en todo.

Pero no es la única. El presidente puede estirar la cuerda hasta el máximo, para ver hasta qué punto Iglesias puede ceder. Ni Sánchez ni él van a cambiar su posición en los próximos diez días, así que la investidura fracasará y habrá una segunda vuelta en septiembre. Veremos entonces quién da su brazo a torcer. Tic, tac, tic, tac...

Sánchez no da puntada sin hilo y este jueves deslizó una hipótesis que puede ser su baza para lograr la abstención del centro derecha y, de esa forma, no necesitar el apoyo de UP. Por esas fechas se conocerá la sentencia del procés, en la que se dan por hechas duras condenas. En un contexto de radicalización del independentismo, es muy probable que el gobierno se pueda ver obligado a aplicar de nuevo el artículo 155 u otras medidas igualmente duras. ¿Puede ser ése el elemento que utilice Sánchez para convencer a Pablo Casado y Albert Rivera para que le apoyen, aunque sea absteniéndose, en la investidura? Algo así como 155 a cambio de apoyo parlamentario.

Esta es otra de las alternativas que están sobre la mesa. Sánchez ha insistido una y otra vez en que quiere negociar la abstención con el centro derecha. Pero tendrá que ofrecer a cambio. Y es ahí donde entra el pacto sobre Cataluña.

En todas las hipótesis siempre hay un ganador (Sánchez) y un perdedor (Iglesias). El presidente ha planteado la negociación para su investidura en una herramienta para debilitar a Podemos, hasta convertirlo en un partido residual. ¡Qué lejos quedan aquellos tiempos en los que Iglesias soñaba con el sorpasso al PSOE! Tic, tac, tic, tac... El reloj corre ahora contra el hombre que quiso asaltar los cielos.