La campaña electoral no ha empezado todavía y, sin embargo, ya está en pleno apogeo. Por lo menos lo está el presidente del Gobierno en funciones que se está multiplicando en mítines, visitas a zonas donde pretende recuperar el voto perdido y entrevistas múltiples en todos los medios de comunicación habidos y por haber. Por lo que al Partido Socialista se refiere, Pedro Sánchez es el único candidato, el principio y el fin de todas las cosas y el único referente de ese partido.

Pero lo llamativo no es eso, con serlo ya bastante, sino la batería de promesas que está empezando a hacer sin pausa, un día detrás de otro, y eso que la cosa acaba de empezar. Ya ha prometido que en diciembre, si gana -y hay que recordar que, aunque gane, seguirá estando en funciones- va a subir las pensiones y las va a indexar al IPC.

Eso supondrá un gasto adicional de más de 1.000 millones de euros pero eso no le ha arredrado en absoluto. "Hay recursos económicos", ha dicho con total tranquilidad ignorando por completo las advertencias del Banco de España y las del Fondo Monetario Internacional, según el cual ya se está notando la desaceleración económica, una ralentización que se notará de lleno el año que viene y que podría afectar a toda una generación, es decir, que podría durar más de 10 años.

Sánchez se ha lanzado a la carretera y a los platós de las televisiones prometiendo el oro y el moro a todos los sectores de los que pueda rascar un puñado de votos

No importa, en España, a lo que parece, "hay recursos económicos" de sobra para eso y para más cosas que el presidente -insisto, en funciones hasta comienzo de 2020 aunque gane- ya se ha apresurado a prometer en estos pocos días desde que se han convocado las nuevas elecciones para el 10 de noviembre.

Va a subir las pensiones; va a subir el salario mínimo interprofesional hasta los 1.200 euros antes de que acabe el año; va a acabar con los copagos farmacéuticos; va a incrementar la inversión en educación hasta el 5% del PIB. Y, atención ¡va a reducir las peonadas en Andalucía y en Extremadura para acceder subsidio agrario! (Las peonadas mínimas para acceder a ese subsidio son 20 al mes) Eso fue lo que dijo este martes en Jaén en respuesta a una petición del secretario general del PSOE en la provincia.

Ahora bien, no ha explicado en ningún momento de dónde va a sacar el dinero para hacer frente a tanto gasto como se está comprometiendo a hacer, ni cómo se las va a arreglar el país si las promesas que está empezando a hacer en esta hemorragia de anuncios tipo "¡quietos, que va a haber pa tós!" acaban disparando el déficit y, a más largo plazo, también la deuda pública de manera insostenible para España e inaceptable para la Comisión Europea.

Porque no es verdad. Ni "va a haber pa tós" ni va a haber de dónde sacarlo. Pero sucede que el líder socialista necesita imperiosamente prometer a los electores días de fruta y miel porque necesita dramática, imperiosamente, recabar todos los votos que le permitan, por lo menos, no perder los escaños que consiguió en las elecciones de abril.

Y resulta que, según los sondeos, ese riesgo existe y es muy cierto. Por eso Sánchez se ha lanzado a la carretera y a los platós de las televisiones prometiendo el oro y el moro a todos los sectores de los que pueda rascar un puñado de votos. No nos extrañe si en los próximos días el presidente asegura a los funcionarios que se compromete ante ellos a no permitir que pierdan poder adquisitivo. Porque eso es exactamente lo que éstos le han reclamado este martes, vista la promesa que ya les había hecho a los pensionistas.

Toda esta incontinencia de promesas cuando aún no ha empezado la campaña electoral no puede tener más que una explicación: Pedro Sánchez tiene miedo, mucho miedo, a que sus cálculos y los de su gurú Iván Redondo se estrellen contra la realidad. Si no, no se explica este frenesí disparado en el que está sumido el presidente en funciones. Está realizando una huida hacia adelante que tiene algo de angustioso y no va a reparar en gastos, nunca mejor dicho, para lograr su ansiada victoria electoral.

Otra cosa es lo que se pueda hacer buenamente una vez que consiga, si lo consigue, ganar las elecciones porque parece claro que los datos de la economía y el comercio no permiten tantas alegrías para el futuro. Pero "cuando lleguemos a ese río cruzaremos ese puente", han debido pensar en el círculo cercano al presidente. Así que tira millas y que por prometer que no quede.

Lo que atenaza hoy al presidente no es el temor a la crisis que se anuncia sino el miedo cerval a perder posición en las elecciones que él se empeñó en convocar

El problema es que una situación parecida ya la hemos vivido tiempo atrás, cuando el ministro de Economía del presidente socialista Rodríguez Zapatero, Pedro Solbes, se empeñó en negar ante el representante del PP, Manuel Pizarro, en un memorable debate la crisis que España tenía ya encima. Solbes decía que, antes que reducir los costes, él prefería gastar más en políticas sociales y que hablar de crisis y de recesión era algo "demagógico, molesto y que está lejos de la realidad". Y esto es lo que dice Pedro Sánchez: "Nosotros vamos a dar una respuesta social, absolutamente distinta a la que dio el PP cuando gobernó este país".

Ninguna de las promesas que ha hecho Sánchez hasta el momento ha incluido ninguna explicación de cómo se van a financiar esos gastos. Y, sin embargo, un poco de prudencia no vendría mal porque las perspectivas económica no son ni mucho menos prometedoras.

Me temo que Sánchez está ya metido en la campaña de reclamo del voto al precio que sea, no importa lo que prometa ni si después se puede pagar. Porque lo que atenaza hoy al presidente no es el temor a la crisis que se anuncia sino el miedo cerval a perder posición en las elecciones que él se empeñó en convocar de nuevo, convencido de que los españoles le llevarían en volandas a La Moncloa con bastante más poder que el que había logrado en abril.

Y eso es lo que ha dejado ya de estar claro. De ahí su miedo.