Tras más de cuarenta años en democracia, estas elecciones han decidido que uno de cada tres escaños elegidos por los españoles sea contrario a la Constitución y a la Unión Europea.

Así piensa uno de cada tres votos otorgado a las formaciones políticas, cada vez más escoradas a izquierda y derecha y menos al centro. No ha votado nuestro cerebro, sino nuestras vísceras. La España que nos viene encima tras cuatro años consecutivos de elecciones y bloqueo, es una España más cabreada con sus representantes políticos, igual que sucedió en Gran Bretaña antes del Brexit o en Estados Unidos antes de Trump. Ahora le toca a nuestro país.

Bildu ha conseguido los mejores resultados de su vida en generales, la CUP dos escaños “contra el régimen, la monarquía y el Ibex”, Junts per Catalunya, sin condenar la violencia, crece un escaño y Vox arrasa y le come terreno a un PP que calienta, pero no quema. Abascal cabalga a galope mientras Casado camina lento. Ahora entendemos por qué Salvini ondea con una mano la bandera de Vox y con la otra la independentista de Puigdemont.

A Pedro Sánchez hay que agradecerle habernos gastado 200 millones de euros en convocar unas elecciones para que estemos peor que antes y que su partido haya perdido casi 800.000 votos, aunque lo celebre con fiestas en Ferraz. ¿Cómo lo hará ahora para gobernar con los independentistas cuando les repudiaba hace una semana? Debemos agradecer a Pedro Sánchez que Vox se convierta en tercera fuerza política de este país.

Se ha votado con las vísceras y no con la cabeza, hartos como estamos de tantos políticos burócratas que piensan más en su partido que en España. Las imágenes de violencia en Cataluña han alimentado el voto de Vox, no el de Ciudadanos o PP, y contra los violentos buena parte del electorado exige contundencia y no buenas palabras.

No ha votado nuestro cerebro, sino nuestras vísceras. La España que nos viene encima tras cuatro años de bloqueo es una España más cabreada con sus representantes políticos

Es el voto que grita ¡Visca terra lliure!, por eso se hunde cerca de 200.000 votos ERC, por intentar ser fuerza independentista de pacto y negociación y no echarse al monte como Junts per Catalunya. También tenemos este resultado por una ley electoral injusta y que pide reformas urgentes. Para conseguir un escaño de ERC son necesarios 66.374 votos mientras que para Ciudadanos casi tres veces más, 162.082 votos por cada diputado. Con estas circunstancias de visceralidad, el partido más moderado, Ciudadanos, ha quedado devastado políticamente. Ha tocado fondo y ahora le toca resurgir. A diferencia de Vox, Ciudadanos no es un partido de moda, ni está aquí de paso, ha venido a quedarse y paga su error mucho más caro que el resto de partidos porque su ideología es la gestión. Si no consigue estar en cabeza, el voto útil de unos u otros le arrasa. A Ciudadanos se le vota para gobernar, a Vox para revolucionar. El grito más escuchado en la sede de Abascal la noche electoral fue “¡A por ellos!”.

Los mayores errores de Ciudadanos han sido haber perdido la centralidad y haber tirado la toalla en Cataluña, pero se pueden recuperar en un espacio vacío políticamente como es el centro.

Un ejemplo de la visceralidad con la que se ha votado en estas elecciones es que hasta Rafa Lomana, hermano mediático de Carmen Lomana, ha pasado de ser finalista de Supervivientes a diputado de Vox por Albacete, cuando la propia Carmen me contaba que nunca había pisado esa ciudad.

No es mejor la situación de Unidas Podemos que en tres años ha pasado de tener 75 diputados a 35, el aspecto en apariencia moderado de Pablo Iglesias no gusta a sus votantes, aunque con haber hundido el proyecto de Errejón, Pablo ya se siente ganador. Humillarle era su objetivo. Y además ahora entrará sí o sí a formar gobierno con Sánchez.

El problema general de esta España ingobernable es que la mayoría de nuestros líderes políticos no tienen visión de Estado y anteponen sus intereses a los de España. Y eso va por todos los que nos han obligado a votar cuatro veces en cuatro años. Si no se ponen de acuerdo y volvemos a terceras elecciones, la visceralidad ganará aún más terreno a la serenidad y la violencia al consenso. Cada vez peor.