Pablo Casado se ha debatido tras el 10-N entre dos opciones: ofrecer un acuerdo a Pedro Sánchez condicionado a la ruptura con Podemos, que dejaría a los independentistas de ERC fuera de juego; o bien, negarle al presidente en funciones el pan y la sal, permitiendo la formación de una nueva versión del gobierno Frankenstein para posicionar al PP como la única y real alternativa en unas futuras elecciones.

Ese debate se ha vivido de manera intensa en el seno del PP. Cayetana Álvarez de Toledo (en principio partidaria de una gran coalición) y Alberto Ñúñez Feijóo (a favor de apoyar una investidura con una abstención condicionada) han hecho públicas sus posiciones sin que Casado haya querido acallar la polémica. "Quiero que la gente vea al PP como un partido vivo, no como un partido monolítico, muerto, en el que no existen diferencias", argumenta en privado el líder del PP.

Casado, antes de tomar una decisión, antes de decidir qué hacer, ha escuchado a mucha gente. Se ha reunido con empresarios, con representantes de la sociedad civil, etc. Para escuchar. Todos le transmiten su preocupación ante la perspectiva de un gobierno de coalición de los socialistas con los populistas de Podemos, apoyado además por los independentistas catalanes. El joven dirigente, que ha salido políticamente vivo de milagro al lograr recuperar 33 escaños en seis meses tras los desastrosos resultados del 28 de abril, cree que ha llegado el momento de marcar el rumbo pensando en devolver a España a la centralidad. Por eso le preocupa tanto el ascenso de Vox (alimentado, dice, por el PSOE para debilitar al PP).

La decisión final, "pensando en el interés de España, no en el del PP", explican en Génova, es descartar de forma clara y meridiana el apoyo por activa o por pasiva a un gobierno de Sánchez.

Pablo Casado rechaza cualquier tipo de acuerdo con Sánchez porque le considera un oportunista, un trilero que nunca cumple sus compromisos

Que el presidente pierda toda esperanza de recurrir al PP para ser investido. Sólo un desastre, una situación de emergencia nacional, haría cambiar ese planteamiento de Casado, que ya es irreversible.

Como casi siempre, detrás de una decisión política, hay un componente personal. Casado considera a Sánchez como un trilero profesional, un mentiroso compulsivo, un oportunista, alguien del que no te puedes fiar en ninguna circunstancia. El líder del PP comenta entre sus íntimos que no quiere ser la rana de la fábula atribuida a Esopo, en la que el escorpión termina picando al anfibio que le ayuda a cruzar el río, aun a costa de hundirse él mismo.

Con ese planteamiento es imposible llegar a ningún acuerdo. Casado está seguro de que Sánchez, si le pidiera ayuda, le traicionaría sin tardanza para buscar cobijo entre los que ha definido como sus "socios prioritarios".

España afronta unos meses de vértigo. Con un gobierno de coalición de izquierdas en plena desaceleración económica, con un populismo crecido, un nacionalismo vasco que reclama autodetermianción e integración de Navarra y un independentismo catalán que espera convertir en realidad la ensoñación del 1-0.

La cuestión es si la mayoría de españoles que se mueven en el centro político (de izquierda y de derecha) va a asumir el sacrificio a que nos lleva la decisión de Casado. "Será un gobierno débil, no durará mucho", vaticinan en el cuartel general del PP. Puede que tengan razón, pero hay un riesgo evidente de radicalización que haría muy difícil recomponer puentes entre los dos grandes partidos (PP y PSOE) y que podría impulsar el ascenso de los partidos extremistas. Lo que está en juego, en definitiva, es el consenso constitucional de la España de la Transición.

Pablo Casado se ha debatido tras el 10-N entre dos opciones: ofrecer un acuerdo a Pedro Sánchez condicionado a la ruptura con Podemos, que dejaría a los independentistas de ERC fuera de juego; o bien, negarle al presidente en funciones el pan y la sal, permitiendo la formación de una nueva versión del gobierno Frankenstein para posicionar al PP como la única y real alternativa en unas futuras elecciones.

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