España se va a la porra y ni siquiera nos ha tocado la lotería. Aun así, te vi levantarte temprano, como cada año, para ver el sorteo y adorar con fe de panadero a los polvorones con mantos dorados y azules y rojos de Sagrada Familia, dispuestos como ellos entre corchos de nieve, estrellas de pan y lana caliente, los dulces sagrados que desnudas luego con ceremonia de eucaristía blasfema, con el café dando campanadas de azúcar. Tú esperando igual que un soldado de invierno o un pastor con puchero, mientras la suerte hace ruido de perlas caídas por escaleras, y de niños abotonándose con oro, y de repartidor de periódico en bicicleta, y de jaula de querubines cantores chocando las alas.
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