El presidente del Gobierno dio ayer a conocer oficialmente su equipo ministerial, confirmando las filtraciones que se habían venido produciendo durante la semana, primero desde las filas de Unidas Podemos; después, en continuado goteo, desde la Secretaría de Estado de Comunicación.

Pedro Sánchez reconoció en su declaración institucional que en su Gabinete hay "ideas plurales", "varias voces" y se comprometió a gobernar con el "propósito de la unidad".

Sin duda, ese va a ser uno de sus principales retos, que su gobierno no se comporte como una orquesta desafinada en la que cada grupo de músicos interpreta la sinfonía a su manera. Los primeros roces entre Sánchez y Pablo Iglesias a cuenta de las filtraciones del equipo ministerial o de la creación de una cuarta vicepresidencia, dato que desconocía el líder de UP, no auguran precisamente que la tarea de unificar intereses e ideologías vaya a ser fácil, sino todo lo contrario.

El presidente ha compuesto un equipo diverso y complejo. Ha incorporado, además de a Iglesias como vicepresidente, a cuatro ministros propuestos por el partido que forma con el PSOE la coalición (entre los que figura un destacado miembro del Partido Comunista, Alberto Garzón); ha mantenido a los pesos pesados de su anterior gabinete (Carmen Calvo, José Luis Ábalos, María Jesús Montero, Teresa Ribera, Nadia Calviño o Margarita Robles), y luego ha incorporado algunos ministros menos políticos con perfil marcadamente económico (José Luis Escrivá o Arancha González Laya). Ha premiado al PSC nombrando al eficiente Salvador Illa ministro de Sanidad; a una mujer con carnet del PSOE pero también con una sólida base económica, Carolina Darias, como responsable de Política Territorial, y a un diputado socialista y juez, Juan Carlos Campo, a la cabeza de un ministerio tan complicado como Justicia, malherido tras el paso de Dolores Delgado.

Nos guste o no, este es el Gobierno legítimo de España. Y la Oposición tendrá que ejercer su función crítica con la lealtad y el respeto que se le debe al Gobierno de España

Sánchez no sólo tendrá que aunar disparidades de criterio tan evidentes como las que han exhibido su ministra de Trabajo (Yolanda Díaz) y su ministro de Seguridad Social (Escrivá). Tendrá además que frenar las ansias de protagonismo de Iglesias o Irene Montero, cuando no tratar de que no marquen perfil propio en cuestiones como Cataluña o la amnistía para los condenados por el procés o los presos etarras (Podemos mandó una delegación a la manifestación del sábado en Bilbao). Y, por si eso fuera poco, deberá poner sordina a los que van a su aire porque aún no se han enterado que forman parte del Gobierno de España. Por ejemplo, Manuel Castells (Universidades), que el viernes se despachó con un artículo en La Vanguardia atribuyendo la muerte del general Soleimani a "una manipulación política -de Trump- para diluir los efectos del proceso de impeachment en el Congreso de Estados Unidos el mes que se inicia la campaña electoral". Esperemos que la Embajada de EE.UU. no haya tomado nota o atribuya el comentario no a una posición del Gobierno español, sino al atolondramiento de quien se cree todavía un profesor sin más limitaciones que las de su intelecto.

Nos guste o no, este es el Gobierno legítimo de España. Y la Oposición deberá ejercer su trabajo con el respeto y la lealtad que le debe al Gobierno de España.

Vox ya puso de manifiesto ayer en las calles de pueblos y ciudades de todo el territorio nacional que no le va a dar un respiro a Sánchez. Santiago Abascal parte de una posición falsa. El presidente no tiene por objetivo cargarse la unidad de España, ni ha pactado con ETA, ni puede darle a ERC el derecho de autodeterminación de Cataluña, sencillamente porque no puede hacerlo.

Es verdad que Sánchez dijo una cosa en campaña electoral y después ha hecho lo contrario. Pero la torpeza del PP no le ha dejado más remedio que pactar con Unidas Podemos.

Es a Pablo Casado a quien corresponde ejercer el liderazgo de la Oposición y debe hacerlo con la cabeza fría, pensando en que la labor de desgaste del Gobierno tiene unos límites, no sólo legales, sino formales y éticos. Casado tiene la oportunidad de demostrar que es un hombre con sentido de Estado. Hacerlo implica unir fuerzas, llegando a acuerdo con Ciudadanos, para darle al centro derecha el carácter serio y sensato (no gamberro) que le convertirá en alternativa de Gobierno.

Vox tiene todo el derecho a hacer lo que quiera, siempre que sea legal naturalmente, pero sus posiciones políticas, por más que hayan recogido el voto de millones de decepcionados, no representan a la opinión de la mayoría de los españoles. Su visión sobre la igualdad de la mujer, la inmigración, o la traición a la Constitución por parte del PSOE, son, por fortuna, minoritarias en España.

El presidente del Gobierno dijo ayer algo con lo que estoy de acuerdo: "No hay nada más progresista que unir a España".

Los ciudadanos moderados, situados en el centro político, con los que se identifica El Independiente, esperan que tanto el presidente como la leal Oposición no olviden que su principal obligación es precisamente salvaguardar la unidad de España, su democracia, sus libertades y su Constitución.

El presidente del Gobierno dio ayer a conocer oficialmente su equipo ministerial, confirmando las filtraciones que se habían venido produciendo durante la semana, primero desde las filas de Unidas Podemos; después, en continuado goteo, desde la Secretaría de Estado de Comunicación.

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