Este pacto vergonzoso e imposible de justificar y ni siquiera de explicar por mucho esfuerzo que le pongan el presidente del Gobierno y algunos de sus ministros va a seguir produciendo oleadas de información y de análisis sobre las consecuencias de lo perpetrado el miércoles de la semana pasada en la trastienda del debate político que se estaba celebrando en esos momentos en el Congreso.

Hay que decir de antemano que la explicaciones que, con el afán de sacudirse el muerto de encima, se han dado desde las filas gubernamentales son mentira. Y si alguna verdad esconden es la de certificar la falta absoluta de moralidad de un presidente que ha demostrado estar dispuesto a todo, hasta a la más indigna maniobra, para garantizarse su objetivo, sea éste el que sea.

Es mentira que el No anunciado por Pablo Casado la víspera del pleno fuera el causante de un desesperado intento por parte del Gobierno para sacar adelante la prórroga del estado de alarma y que eso provocara el acuerdo suscrito por el PSOE, Unidas Podemos y EH Bildu. Y es mentira porque un acuerdo de esa naturaleza y de semejante envergadura, como al más analfabeto de los participantes no se le podía escapar, no ha podido ser negociado en 24 horas a menos que la parte supuestamente más sensata y menos ideologizada del combo negociador estuviera dispuesta a arrasar en un instante con la estabilidad económica, laboral e institucional del país, sin importarle un bledo la consecuencias a cambio de unos votos que sabía ya que no iba el Gobierno a necesitar. Eso no es de ninguna manera verosímil, esto ha sido negociado durante días y cn la plena conciencia por parte de Pedro Sánchez de lo que suponía.

No ha habido ninguna urgencia dramática capaz de nublar el entendimiento de la señora Adriana Lastra hasta el punto en que se llegara a comportar como quien, dominado por el pánico a causa del fuego que se ha desatado a sus espaldas, se tira por la ventana sin ser capaz de calibrar que se va a estrellar contra el suelo y va a morir. Mentira. La tal urgencia no ha sido tal.

Este pacto indigno con quienes son herederos de una banda de asesinos y que nunca hasta ahora han condenado la sangrienta trayectoria criminal de quienes les precedieron es algo pensado y bien calibrado por el presidente del Gobierno que, insisto, ha demostrado no tener ningún límite moral a la hora de garantizarse sus objetivos.

Este pacto indigno con quienes son herederos de una banda de asesinos es algo pensado y bien calibrado por Sánchez

Desde que el PP anunció su No y Ciudadanos anunció su Sí, el PSOE tuvo tiempo sobrado para frenar el insensato y ultrajante acuerdo con los de Otegi. No lo hizo porque no quiso. La verdad del asunto es que Pedro Sánchez ha decidido incluir entre sus socios posibles a los proetarras. Ya lo hizo en Navarra, donde la señora Chivite acaba de negociar los presupuestos de la comunidad foral con Bildu en la que fue la primera demostración de que nada se le pone por delante si se trata de ganar.

Y lo ha repetido ahora consciente y deliberadamente porque se sabe que el contenido de este acuerdo fue una propuesta de la formación proetarra con el objetivo de colocarse en una posición más favorable en las elecciones vascas del 12 de julio. Porque este documento incluye, además de "la derogación íntegra de la reforma laboral antes de que se suspenda el estado de alarma", un compromiso de aceptar un aumento de gasto en todas las instancias administrativas del País Vasco y Navarra, aumento que estará exento de cumplir el cómputo de la regla general de gasto. El endeudamiento de las dos comunidades "se establecerá en función exclusivamente de la situación financiera" de cada una de las dos comunidades.

El poder exhibir ante su electorado este privilegio conquistado es lo que le interesaba a Bildu, mucho más que la derogación de la reforma laboral, que sí era del interés de Podemos. Con esa segunda parte del acuerdo, los proetarras se pueden presentar ante los electores como un partido que tiene algo que decir, y que ganar, en Madrid. Y que obtiene del Gobierno lo que no obtiene su rival más inmediato, el PNV. Y no ha sido un error ni una torpeza de la señora Lastra, no. Pedro Sánchez ha bendecido esta jugada.

Luego está la táctica de intentar endiñar al otro la responsabilidad y la culpabilidad de las atrocidades que un sujeto ha podido cometer, que es exactamente la misma que practican los maltratadores cuando culpan a su víctimas de la agresión sufrida por ellas: "Es que me obligas a pegarte ¿no lo ves? Si no te portaras mal yo no me vería en la necesidad de castigarte. La culpa es tuya".

Bien, pues éste es, trasladado a la política, el mismo esquema: "Si el PP no hubiera votado que No, yo no habría tenido que pactar con los proetarras arrasar el marco laboral vigente, engañando al PNV y a Ciudadanos y dándole una baza impagable a Bildu en pleno periodo preelectoral", como son los privilegios asociados que constan en el acuerdo. La culpa de lo que yo he hecho no es mía, es de estos otros.

Sánchez pudo montar otra coalición pero optó por la que le garantiza enfrentar a los españoles en un esquema izquierda-derecha cuanto más virulento mejor porque eso le garantiza permanecer en la presidencia

La enormidad cometida, independientemente de que no es posible llevarla a cabo porque para derogar una legislación tan amplia y con tantas repercusiones económicas y laborales tienen que estar ya preparadas las leyes que han de sustituirla so pena de provocar un agujero negro inconcebible en un Estado de Derecho como es España, no es culpa del PP ni de Ciudadanos, ni de ERC ni de Compromís, ni de Vox, es culpa del Partido Socialista Obrero Español y de su secretario general y presidente del Gobierno.

Pero no es una metedura de pata cometida por alguien incapaz. Eso forma parte de un plan que además resulta muy del agrado del vicepresidente segundo, señor Iglesias, muy próximo a los batasunos y a sus planteamientos políticos. Por eso el líder de Podemos, encantado con lo conseguido, se lanzó a reclamar públicamente al día siguiente el cumplimiento de lo pactado. Él sí es perfectamente consciente de lo que políticamente ha significado ese folio firmado por los portavoces de los tres partidos: un acuerdo de fondo -no importa que no pueda llevarse a cabo ahora- con quienes, como él, están dispuestos y decididos a acabar con la Constitución de 1978 y con las instituciones amparadas por ella.

Fue cosa de no olvidar el escuchar a Pedro Sánchez decirle con un tono almibarado a la portavoz de Bildu, Mertxe Aizpurua, que "entre partidos progresistas como el suyo" -eso le dijo Sánchez sin sudar de la vergüenza- se podían acordar proyectos como el que la propia Aizpurua acababa de desvelar desde su escaño. Ese trato por parte del presidente, cuando ya sabía que no iba a perder la votación, demuestra una vez más que él está deliberadamente en favor de acercarse por propia voluntad a todas las formaciones políticas cuyo propósito es liquidar la Constitución.

Estos son los socios que prefiere, son los que él ha elegido para que le acompañen durante el tiempo que dure la legislatura. Pudo montar otra coalición pero optó por la que le garantiza enfrentar a los españoles en un esquema izquierda-derecha cuanto más virulento mejor porque eso le garantiza permanecer en la presidencia del Gobierno.

Haciendo las cesiones que sean necesarias -esta con Bildu es muy representativa de lo que persigue- a todos los partidos anticonstitucionales y cerrando acuerdos con ellos, se garantiza el apoyo de todos ellos ante la disyuntiva de que una caída de este Gobierno en minoría parlamentaria traiga como consecuencia un gobierno de los partidos de centro derecha, en cuyo caso no podrían medrar en sus propósitos disgregadores. Ninguno de estos partidos dejarán caer jamás a quien es el único que les garantiza avanzar en el debilitamiento de las instituciones constitucionales. Todos saben que les interesa mantener a Sánchez en La Moncloa.

Este pacto ha descrito definitivamente a Pedro Sánchez y ha dejado clara la debilidad de los límites morales de su código particular

Y eso sucede, por ejemplo, con ERC si los de Gabriel Rufián consideraran que de cara a las inevitables elecciones catalanas les interesara alzarse con algún trofeo político reseñable. Si eso fuera así y Pedro Sánchez vuelve a necesitar de su apoyo -cosa que ocurrirá enseguida- se reabrirá sin duda la mesa de negociación Gobierno-Generalitat y se harán a ese partido independentista las concesiones que le satisfagan para estar en mejores condiciones de ganar su batalla electoral contra JxCat.

Y luego están los damnificados por las tretas gubernamentales que en este caso son claramente el PNV y Ciudadanos, a los que se hurtó una información determinante para sus respectivas posiciones a la hora de emitir su votos. Ambos fueron engañados delante de su misma cara porque el pacto con Bildu, que estaba firmado desde la mañana, fue ocultado a petición del propio PSOE demostrando así su voluntad inequívoca de mentir a aquellos a quienes había pedido, y obtenido, ayuda para sacar adelante la prórroga del estado de alarma. No se podía anunciar semejante acuerdo antes de que Cs y PNV hubieran entrado en la ratonera y hubieran votado Sí. Un auténtico timo y también por eso un vergonzoso escándalo. Esas son prácticas propias de tahúr engolfado en plena timba.

Al PNV Sánchez le ha hecho un roto de considerables dimensiones desde el punto de vista electoral y sobre todo le ha dejado claro que donde las dan las toman porque esto mismo, aunque es verdad que sin engaño de por medio, se lo hicieron los señores Urkullu y Ortuzar a Mariano Rajoy -diez días después de haber votado a favor de sus Presupuestos- en la moción de censura ganada por Pedro Sánchez y para la que fueron determinantes los votos de los nacionalistas vascos sin los cuales aquella moción no habría podido salir adelante.Por eso no pueden ahora mismo alzar la voz: ellos también tienen su propia historia de traición política y lo único que les queda es tomar nota de con quién se están jugando los cuartos.

No es del todo descartable además que desde el PSOE de Madrid y desde luego desde Podemos, se pudiera alentar después de las elecciones vascas la formación de un tripartito PSE-Podemos-EH Bildu. Eso sería un calco de la fórmula que se está manejado en Cataluña como posible acuerdo tras las elecciones: un gobierno de coalición PSE-ERC-En Comú Podem.

O aplican su doctrina contra todos los nacionalismos, o lo que le espera al partido naranja es el descrédito político por incoherentes, además del ridículo por insustanciales

Dice aquí mismo Mikel Segovia que esa combinación es improbable en el caso vasco porque al PSE le separan de los de Bildu dos cuestiones insuperables: las posiciones en el proyecto de nuevo estatuto, donde los proetarras reivindican la independencia y soberanía del País Vasco, y el destino final de los presos de ETA, que Bildu quiere libres.

Tiene razón pero, como ya se ha visto, el papel lo aguanta todo y yo no descarto que, ante la posibilidad de acceder al gobierno de esa comunidad, los batasunos encontraran una fórmula que les facilitara y abriera el camino al poder. Se ha hecho ya en Navarra con cesiones por parte del PSN que en otro tiempo hubieran sido impensables. De hecho. María Chivite es presidenta de esa comunidad foral gracias a la abstención de Bildu, con quien ya se ha visto que acaba de pactar los presupuestos.

Y, desde luego, esa sería una fórmula muy del agrado de Pablo Iglesias, siempre muy cercano a los postulados políticos de los proetarras, así que no descartemos esa hipótesis aunque resulte de difícil digestión para los socialistas vascos de la generación anterior, que guardan memoria viva de lo que fueron aquellos terribles años sangrientos que Bildu sigue sin condenar.

Y luego está Ciudadanos, que se encuentra ahora en la necesidad de preservar su dignidad como partido de centro y liberal, pero al que no le cuadran sus propias posiciones. Es verdad que es muy duro admitir públicamente que han sido víctimas del timo de la estampita, pero no pueden razonablemente sostener que ellos consiguieron mantener fuera del acuerdo a los de Esquerra para la votación de la prórroga del estado de alarma por su radical incompatibilidad con el partido nacionalista y asegurar a continuación que no descartan su voto positivo en sucesivas votaciones, cuando el Gobierno al que apoyaron les ha colado un gol por la escuadra pactando con los independentistas de Bildu, que más nacionalismo no cabe.

O aplican su doctrina contra todos los nacionalismos, no digamos ya el de quienes ni siquiera han condenado los crímenes de la banda terrorista, o lo que le espera al partido naranja es el descrédito político por incoherentes, además del ridículo por insustanciales.

Este pacto, malamente corregido con unas aclaraciones a vuela pluma que no alteran al contenido de lo firmado, ha descrito definitivamente a Pedro Sánchez y ha dejado clara la debilidad de los límites morales de su código particular y su decisión de pactar su supervivencia en el poder aunque sea a costa de poner en riesgo la continuidad de la España constitucional a la que debemos lo mejor de nuestra historia reciente .

Este pacto vergonzoso e imposible de justificar y ni siquiera de explicar por mucho esfuerzo que le pongan el presidente del Gobierno y algunos de sus ministros va a seguir produciendo oleadas de información y de análisis sobre las consecuencias de lo perpetrado el miércoles de la semana pasada en la trastienda del debate político que se estaba celebrando en esos momentos en el Congreso.

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