
El presidente de la Generalitat, Quim Torra y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau
Sólo el 1% de los barceloneses tiene como principal problema ahora la cataluñidad, la nación, la republiqueta, el encaje en España, cosa que confirma que es un asunto ocioso, esnob como dice Savater, de gente que se reúne, se busca y se gusta haciendo patria igual que haciendo catas. Ahora hay que sobrevivir, al bicho y a la ruina, y el personal ya no hace tanto caso al nacionalista coñazo, que es como el cultureta coñazo. Uno se da cuenta de que Torra sigue ahí, hablando radiofónicamente delante de sus escudos de piedra, como un falangista, pero eso no hace nada contra la epidemia ni contra la incertidumbre. Y ya ni nos acordamos de Puigdemont, que parece sólo un San Cristobalón de una época en la que se decía San Cristobalón, esa época de santos protectores de taxistas, borriquillos o casaderas, todos confundidos de gremio, de oración y de ofrenda de velas y forraje.
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