Los abogados y los contables lo saben todo y por eso son propensos a los resbalones, a los accidentes y a despertarse junto a una puta muerta con pupila de canica resquebrajada. Calvente, abogado algo triste y temblón como todos los abogados sin mafia, ha denunciado ante el juez del caso Dina que lo acosa la “kale borroka” de Podemos y que teme por él y por su familia. Dicen las crónicas que se ha “derrumbado”, como por un electroshock de miedo o de verdad. Uno se imagina a Calvente antes de declarar, ahí en un motel, protegido por un par de federales con pinta de empleados de la Coca-Cola, mientras le sobresaltan los pestillos y los frenazos. Pero resulta que esto ocurre en la España del Gobierno de progreso y que los que dejan pescado en el buzón y advertencias a través del gato son sus heraldos de la democracia.
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