Lo previsto pero algo más lejos de lo imaginado. Lo previsto es que la ultraizquierda, los independentistas y los proetarras iban a atacar al Rey dijera lo que dijera en su discurso de Nochebuena porque lo que pretendían era que Felipe VI se humillara ante sus exigencias, casi sus órdenes, y sus amenazas en caso de que no obedeciera sus mandatos y cumpliera exactamente el guion que ellos le tenían preparado.

Y ese guion incluía que el Jefe del Estado se detuviera a hablar de las actividades presuntamente fraudulentas de Juan Carlos I y le repudiara de palabra porque buscaban el espectáculo del hijo apuñalando al padre a la vista de 47 millones de españoles para, a continuación, retomar sus ataques a la Monarquía como institución corrupta.

La ultraizquierda, los independentistas y los proetarras pretendían que Felipe VI se humillara

No ha habido más que escuchar a esa luminaria de occidente llamada Rafa Mayoral para calibrar el alcance de su estrategia: “Se ha podido ver una Jefatura del Estado sin control, ni control democrático ni control judicial […] El problema ya no va de personas, es un problema institucional de primer orden”. Por eso dice el diputado de Podemos que el Parlamento tiene que abordar “los cambios constitucionales y evaluar el funcionamiento de la institución”. Ojo a esto, que es una enmienda a la totalidad de la Corona y, por eso mismo, a la Constitución.

Esto es lo que tenían preparado para el caso, que afortunadamente se ha producido, de que el Rey no se sometiera a ellos y a sus pretensiones. El mismo jueves, día de Nochebuena, aseguré que la exigencia de que el Rey Felipe renegara de su padre de palabra a pesar de haber tomado ya muy contundentes medidas sobre él por escrito en los meses d marzo y agosto constituía un abuso manifiesto además de una crueldad.

Y no puedo sino celebrar con alborozo que el Rey haya sabido despreciar tales pretensiones y se haya mantenido en su sitio haciendo una referencia clarísima a su compromiso de honestidad, transparencia y cumplimiento de sus deberes, también éticos, como Jefe del Estado, lo cual incluye sus relaciones privadas y familiares. Es decir, sus relaciones de afecto.

Pero todos los enemigos de la Constitución y de la Monarquía parlamentaria querían más. Querían que Felipe de Borbón se echara a la espalda as investigaciones de la Fiscalía sobre las actividades privadas y oscuras del viejo rey Juan Carlos I de modo que él se viera implicado implícitamente en ellas. Así tendría más sentido la pregunta que ayer se hizo públicamente el susodicho Mayoral: “¿Es la institución monárquica el instrumento idóneo para delinquir?”. Lo mejor que tienen estos señores es que no disimulan. Su respuesta es que sí, y su conclusión inmediata es que, en consecuencia, hay que acabar con ella.

Juan Carlos I fue un grandísimo Rey de España que ha tirado por la borda el respeto de los españoles

Pero el Rey estuvo en su sitio y no se dejó conducir al cepo que le tenían preparado. Habló a los ciudadanos de las cosas que les preocupan y les angustian, y lo hizo con claridad, con cercanía y sin adornos retóricos.

Y no era eso lo que pretendían quienes tienen como objetivo el de acabar con el artículo Primero de la Constitución, que es tanto como quitar la piedra clave que sujeta y da equilibrio a una bóveda. Si se retira la piedra, toda la construcción se viene abajo.

Por eso el interés de los enemigos de la Constitución de disparar contra la Monarquía parlamentaria que encarna con excelencia Felipe VI utilizando los  proyectiles que les ha proporcionado con una extraordinaria irresponsabilidad, no sabemos si también delictiva, su padre, que fue un grandísimo Rey de España y que ha tirado por la borda, no la tarea política y constitucional llevada entonces a cabo, que está viva y en pleno vigor, sino el respeto, la admiración y el afecto de los españoles. Y que ha causado un daño inmenso, a través de la acción de estos activistas anticonstitucionales, a su hijo el Rey.

El discurso de Nochebuena del Rey Felipe VI había generado una enorme expectación desde hacía semanas por el delicado contexto […]