España se está comportando en la lucha contra la pandemia como el ejército de Pancho Villa, que ha pasado a la historia popular como una suma heterogénea de soldados aficionados, mal pertrechados y rigurosamente indisciplinados. Y en el caso que nos ocupa, el papel del caudillo de la Revolución mexicana de 191o sería ocupado por el presidente del Gobierno y responsable último del caos en que está sumido el país en esta batalla que, a juzgar por los datos de ayer mismo, seguimos perdiendo de forma dramática.

Los casos de Covid no paran de subir, lo mismo que los fallecimientos y la tasa de incidencia, que más que triplica la establecida por la OMS como de máximo riesgo. La población de toda España está asustada. Cuatro comunidades autónomas  -Castilla y León, Murcia, Asturias y Andalucía-  ya le han pedido a Gobierno que les autorice a decretar en sus territorios el confinamiento domiciliario, pero el ministro-candidato les ha dicho que no.

El Gobierno se desentendió de toda responsabilidad desde que delegó en las autonomías toda la capacidad de decisión"

Sin embargo, es un hecho que el Gobierno se desentendió de toda responsabilidad efectiva desde el momento en que delegó en las autonomías toda la capacidad de decisión en la lucha contra el virus. ¿De toda? No. El Ejecutivo se reserva la opción de no transferir a las comunidades la opción más drástica, la que ahora necesitan implementar porque los contagios están a punto de alcanzar los máximos históricos y cuando los hospitales advierten de que el colapso del Sistema Nacional de Salud se acerca y será una realidad en el plazo de unas semanas. Entonces se producirá el desastre total.

Y en estas condiciones dramáticas en algunos puntos de España, Fernando Simón secunda a su jefe político, Salvador Illa, y declara que "no parece necesario" adoptar esa medida. Ahora bien, ninguno de los dos explica por qué en marzo sí lo era y ahora, cuando la incidencia acumulada alcanzó ayer los 522 casos por cada 100.000 habitantes, y subiendo, el Gobierno, que se ha  desentendido de todo y lo ha dejado en manos de las comunidades, no les cede también esa potestad para que cada una de ellas la ponga en marcha si lo ve necesario.

¿A qué está esperando, a que la curva baje gracias a las medidas restrictivas que se han ido adoptando? De eso no puede estar seguro nadie, y no hay más que mirar a otros países para comprender que no hay receta más eficaz que la que ya se aplicaba en la Edad  Media y la que dio resultado clarísimo en la ciudad china de Wuhan: que la gente se encierre en su casa y no salga más que para lo imprescindible.

Esto es precisamente en lo que coinciden todos los expertos, estos sí con nombres y apellidos, consultados por los distintos medios de comunicación y a los que, mire usted por dónde, el Gobierno no quiere hacer ni caso.

Tanto escudarse tras aquellos fantasmales "expertos" a los que el presidente Pedro Sánchez y sus ministros citaban constantemente para justificar las decisiones, políticas que no científicas, que iban adoptando, y ahora que los científicos hablan y recomiendan el urgente confinamiento domiciliario de la población durante dos o tres semanas al menos, algo corto para que afecte lo menos posible a la economía, el Gobierno los ignora porque considera, sin que nos expliquen por qué, que "no es necesario".

Puede que no todas las comunidades crean que necesitan implantar el confinamiento domiciliario, pero no tiene justificación alguna que el Gobierno impida a las que lo han solicitado que se modifique el último decreto del estado de alarma para que se les ceda a las autonomías también esa competencia.  

Tanto escudarse tras aquellos fantasmales 'expertos', y ahora que los científicos recomiendan el confinamiento, el Gobierno los ignora"

En vista de la negativa gubernamental, los gobiernos de Galicia y de La Rioja han optado por pedir a sus ciudadanos que se confinen voluntariamente. No es lo mismo, por supuesto, porque habrá quien siga el consejo, más bien el ruego, de sus responsables políticos y habrá quien se lo tome a título de inventario y siga haciendo su vida normal, pero es lo máximo a lo que, visto lo visto, estos presidentes pueden aspirar.

Convendría muy mucho saber qué hará el Gobierno si con las medidas ya aplicadas por cada comunidad la tasa de contagios sigue al alza. Porque resulta escandaloso escuchar al señor Simón declarar ayer que las medidas que se adoptaron en Navidad "eran buenas" pero que  "sabíamos que esto iba a pasar", es decir que ya se sabía que el índice de contagios iba a subir porque la gente no iba a cumplir con lo que se le pedía.

Hombre, pues si lo sabían, haber impuesto por decreto medidas drásticas aunque fueran impopulares, como se impuso en marzo el estado de alarma. Lo que sucede es que el Gobierno no quería seguir haciéndose cargo de la responsabilidad de la lucha contra la pandemia y prefirió cederla a las comunidades para que cada cual en su territorio, y no Pedro Sánchez ni su ministro de Sanidad, cargara con el peso que le hubiera tocado en suerte a cada una.  

De manera que, con el virus campando hoy a sus anchas por todo el territorio nacional, el ejército de Pancho Villa sigue actuando según su criterio. Y no digamos con las vacunas. Aquí no se cumplen en muchos lugares los protocolos que se anunciaron con solemnidad, porque se está vacunando prácticamente a quien pasa cerca de un punto de vacunación.

Parece que en determinadas comunidades no se cumple la Estrategia de Vacunación que presentó en su día el ministro Salvador Illa. Por lo visto, están vacunando al personal sanitario, aunque no sea el considerado de "primera fila", porque es más fácil acceder a esos trabajadores que están en los hospitales y así se mejora en las cifras de vacunación.

El problema es que eso se está haciendo, mientras hay centenares de residencias de mayores a las que no ha llegado ni siquiera la más mínima información sobre cuándo van a ser vacunados sus ancianos y su personal.

Más de un tercio, que se dice pronto, de las residencias de Madrid no han recibido aún ninguna vacuna pero, eso sí, parece que en hospitales como el de Fuenlabrada o Torrejón han vacunado ya a más personas que a todos los residentes en centros sociosanitarios, las residencias de ancianos, para entendernos mejor. Y eso puede estar pasando también en otras comunidades.

Y no es que tengamos nada contra la protección de quienes son personal sanitario. Al contrario, son trabajadores que deben ser protegidos al máximo. Contra lo que estamos es contra la liberalidad de los criterios que se están utilizando para aplicar una programación que se debería respetar escrupulosamente y un paso más allá.

Pero, ¿quién controla la perfecta ejecución de ese programa? Pues el general Pancho Villa en persona, es decir nadie, así que cada cual hace lo que le considera adecuado o conveniente a sus propios intereses. Y así nos está yendo.

España se está comportando en la lucha contra la pandemia como el ejército de Pancho Villa, que ha pasado a la historia popular como una suma heterogénea de soldados aficionados, mal pertrechados y rigurosamente indisciplinados. Y en el caso que nos ocupa, el papel del caudillo de la Revolución mexicana de 191o sería ocupado por el presidente del Gobierno y responsable último del caos en que está sumido el país en esta batalla que, a juzgar por los datos de ayer mismo, seguimos perdiendo de forma dramática.

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