Por si la reñida precampaña de las elecciones autonómicas madrileñas del próximo 4 de mayo no acumulaba ya suficiente crispación política, en los últimos días se ha unido a esa tensión un elemento nuevo: el habitual embrollo a cuenta de los debates televisivos. El ‘tira y afloja’ entre Díaz Ayuso, candidata a la reelección, y el resto de los aspirantes, se ha resuelto, de momento, con la aceptación de un debate el próximo miércoles 21 de abril en Telemadrid, la televisión pública de todos los madrileños. Pero por encima de la polémica concreta de cada ocasión… ¿qué aportan este tipo de formatos?, ¿cuáles son sus ventajas y sus inconvenientes?, ¿cuáles son las claves para salir victorioso de los mismos? Intentaré desvelarlo en este artículo.

No descubro nada si recuerdo que, tradicionalmente, quienes más resistencias presentan a debatir, y por lo tanto a confrontar su programa electoral con el resto de los candidatos, son quienes parten con más ventaja en el inicio de la carrera electoral, en este caso, la presidenta en funciones y candidata por el PP a la reelección, Isabel Díaz Ayuso. Es sabido que aquellos a quienes los sondeos otorgan una mayor ventaja, y en este caso la suya es abrumadora respecto al resto de sus competidores, son quienes más pueden perder -nunca están a salvo de un patinazo de los que se convierten en virales y restan un buen puñado de votos- y, por tanto, no tienen absolutamente nada que ganar. ¿Les resulta un comportamiento censurable desde el punto de vista democrático? Por supuesto que lo es... O a mí, al menos, me lo parece. Pero la pura estrategia y el cálculo electoral suele tratar de anteponerse siempre, lamentablemente, a los intereses reales de los ciudadanos, que tienen todo el derecho a escuchar a los distintos aspirantes discutir, en buena lid, la conveniencia de sus propuestas para hacerse una idea más cabal de cuál es la opción que más les convence. 

¿Ayuso contra todos? Nada nuevo bajo el sol

Desde el momento en el que Isabel Díaz Ayuso anunció por sorpresa su disolución de la Asamblea de Madrid y su convocatoria de elecciones anticipadas, las principales cadenas televisivas echaron su cuarto a espadas: Atresmedia fue la primera en hacerlo, La Sexta en este caso, aunque RTVE lo hizo casi de forma simultánea. También, como no podía ser de otra manera, la televisión pública madrileña ofreció sus instalaciones y sus medios técnicos para albergar la contienda, así como la posibilidad de poner a disposición de todos los medios que la quisieran, de forma gratuita, la señal realizada. El PP, la presidenta y sus asesores han permanecido durante semanas encastillados en la aceptación de un único debate en lo que consideraban territorio neutral: la Academia de Televisión. ¿Querían dar a entender que cualquiera de las cadenas citadas no lo era? No me atrevo a llegar tan lejos. Finalmente, con buen criterio, se ha impuesto la cordura y el pugilato dialéctico tendrá lugar, como he dicho, el próximo miércoles 21 en Telemadrid.

La comunicación, amén de una buena gestión, es una de las mejores armas de cuantas dispone un líder político. Sobre todo, cuanto se encuentra en proceso de captación de votos. Es por ello por lo que, desde el mismo punto de vista táctico al que antes me refería, yo no recomendaría jamás rechazar un debate... aunque se parta, sobre el papel, con una ventaja sideral. 

¿Qué claves deben manejar los líderes para salir triunfantes de este tipo de formatos? 

Siempre he manifestado mi crítica acerca de la forma en la que, hasta la fecha, se han venido realizando estos debates en España. Casi siempre resultan demasiado encorsetados y con un formato tan enlatado que se vuelven aburridos y previsibles, impidiendo a los candidatos la posibilidad de exhibir sus mejores registros para que surjan sorpresas, como sí ocurre en otros países.

A pesar de ello, la regla de oro para salir airoso de un debate es, en primer lugar, ¡no huir de él! Son legión los políticos que los odian. Pocos se enfrentan a ellos con una actitud positiva, necesaria para proyectar ese éxito que los televidentes -es decir, los electores- esperan. Es comprensible. Sin embargo, es fundamental dar la cara ante millones de ciudadanos que tienen todo el derecho del mundo a escuchar las propuestas de sus candidatos. Son arriesgados, claro, porque en ellos se exponen a la crítica periodística y se desnudan frente al público. Esto hace que el miedo a meter la pata se convierta en el peor obstáculo. Pero tratar de evitarlos es un grave error.  Los debates ofrecen la oportunidad, no solo de confrontar con los adversarios, sino también de mostrar el lado más humano y emocional de cada candidato.

¡Prohibidas las agresiones personales! ¡Son un tremendo error!

Los golpes ad hominem son contraproducentes. Hay que confrontar con hechos, con datos, con argumentos de peso… no con descalificaciones o miserias personales de unos u otros. A eso me refiero cuando hablo de la "humanidad" de los candidatos. Incluso en la más reñida batalla electoral hay líneas rojas que no deben traspasarse. En el caso que nos ocupa, sería impensable imaginar a un ciudadano tan correcto como Ángel Gabilondo, o acaso Edmundo Bal, entrando en ese territorio. Pero advertiría, con todo el respeto, tanto a Díaz Ayuso como a Mónica García o a Pablo Iglesias, incluso a la propia Rocío Monasterio, que caigan en esa trampa. Y no lo digo en detrimento de estos últimos… es, simplemente, que les considero más apasionados en un posible momento de electricidad dialéctica.

Es imprescindible conocer a los adversarios para mantener una actitud correcta hacia ellos. El candidato tiene que trabajar con su equipo para conocer los puntos fuertes y débiles del oponente. Es capital estudiar su estrategia política, su estilo como orador, sus trucos... Casi siempre los debates se ganan antes de ponerse ante de las cámaras y los atriles. Estudiar minuto a minuto las intervenciones de los adversarios con material audiovisual puede permitir llegar al momento cumbre con la batalla ganada. 

La clave estriba en alcanzar el equilibrio entre la audacia dialéctica -que no agresión- y la cortesía. La educación y las buenas formas junto a mensajes duros y ganadores. Proyectar siempre el éxito y mostrarse como ganador, pero con una actitud lo más polite y respetuosa posible. Mano de hierro en guante de seda… pero, claro, combinando ambos materiales. Si esa mezcla fuera perfecta, Ángel Gabilondo sería un candidato insuperable. Lamentablemente, no solo con buenas maneras se decanta una victoria electoral sino también con algo de mordiente.

El mal estilo o el insulto personal son detestables y se vuelven contra quien los emplea. Díaz Ayuso podría haberse ahorrado en estos meses algunas cargas de gruesa munición contra el gobierno central y su presidente, y el propio Sánchez, que aunque no juegue en este debate estará presente sobrevolando en espíritu sobre el mismo, podría haber evitado, por ejemplo, esos datos -cuestionados incluso por Fernando Simón- sobre la mortalidad en Madrid, que tanta cola han traído.

Estudiar, entrenar, preparar…

Atacar al adversario es lo más sencillo… y lo más socorrido. Es lo que menos preparación y entrenamiento requiere. Sin embargo, lo recomendable es lo contrario. Antes de los grandes debates, los participantes deben prepararse a conciencia, estudiando a la perfección sus propuestas y su argumentario, además del ajeno, como es natural. También desde el punto de vista escénico, reproduciendo en todos los aspectos las condiciones que se van a encontrar.

Es crucial el predebate, donde se negocian los formatos y las reglas del enfrentamiento. Los candidatos tienen que conocer al dedillo la escenografía, los tiempos, sus turnos y los previsibles temas y preguntas. Después, hay que ensayar con el equipo de campaña los discursos, los argumentos y por supuesto las anécdotas personales. Es nuclear entrenar la comunicación verbal, la no verbal y la paraverbal, con sus correspondientes énfasis, silencios y modulaciones discursivas. Todo tiene que estar ensayado para transmitir la máxima seguridad. 

Los participantes deben estar preparados para que las cámaras les sorprendan en cualquier momento y no olvidar que cualquier error o conducta inapropiada en televisión tiene un efecto exponencial que puede volverse gravemente en contra. Por ello es primordial establecer la estrategia a seguir ante las cámaras. La mejor improvisación debe estar perfectamente guionizada y ensayada. Cuanto más seguro se está de uno mismo en mayor medida fluirá la creatividad cuando sea necesaria. Es vital conseguir buena sintonía con los moderadores, condensar los mensajes y ofrecer titulares de impacto, que se puedan traducir en el instante en tuits. En este terreno, Pablo Iglesias, tal vez el más rápido y eficaz en estas lides de entre todos los candidatos, tiene una innegable ventaja. El mismo territorio que debe cuidar la candidata a la reelección, que no es precisamente lenta ni está desacostumbrada al manejo profesional de las redes sociales, pero a la que en ocasiones sobra encorsetamiento y falta frescura para el regate corto, en el que no es infrecuente ver que acaba metida en jardines como los célebres "atascos de madrugada" de la última campaña de los que luego no es fácil salir.

Como en cualquier discurso, la apertura y el cierre son los momentos clave y tienen que prepararse al máximo. El primer y el último mensaje suelen quedarse en la retina y en la mente de los votantes. Desde este punto de vista, el minuto de oro es de vital importancia.

No aburrir a la audiencia… ¡Conectar con el público!

Los políticos españoles suelen ser tediosos. Están acostumbrados a centrarse en fórmulas institucionales, antitéticas con el lenguaje televisivo. La televisión es espectáculo y no hay que olvidar que estamos en un debate, no pronunciando un discurso. El candidato no puede usar el mismo lenguaje que utilizaría en el Parlamento. Es crucial desterrar tecnicismos o términos jurídicos; palabras solemnes pero que no llegan a la gente, que es lo que debe importar.

El sentido del humor y el uso de anécdotas es siempre una ventaja. En España se usa poco y es una pena. Ni Aznar ni Zapatero tenían excesivo sentido del humor -a menos que lo impostaran- por citar solo dos ejemplos. Por lo que a los líderes actuales se refiere… ¡qué decir! ¡Incluso Gabilondo, con su sosería, ha intentado darle la vuelta a lo que se considera un hándicap!

Si el candidato o la candidata no es la alegría de la huerta, al menos, muéstrese natural. Percibo aquí un territorio de oro para Mónica García o la propia Díaz Ayuso, a las que su condición de mujeres y una especial sensibilidad a la hora de transmitir determinadas emociones puede beneficiarlas: García es médico de profesión y conoce muy bien la sanidad madrileña; Ayuso ha demostrado una gran capacidad para manejar la calle y conectar con el pueblo llano, que la ve en muchos casos como ‘una de ell@s’. No me extrañaría que la presidenta en funciones fuera con un amplio rosario de anécdotas personales acerca de inquietudes o peticiones que le hayan hecho llegar miles de madrileños anónimos durante sus casi dos años de gobierno. Debo decir en favor de la candidata del PP que tiene mercado, y que besa niños y señoras como nadie… ¡Mejor desde luego que Pablo Iglesias!

La imagen… esa ‘obviedad’ que no lo es en absoluto

Debo añadir que recomiendo usar el traje más cómodo y que mejor dé ante las cámaras. Por obvio que parezca, no todos los políticos lo tienen en cuenta. No es conveniente disfrazarse. Uno debe aparecer tal como es y tal como se le espera. Nadie imaginaría ya a Iglesias sin su indumentaria habitual, que le ha hecho famoso desde que saltó a la vida pública. Nadie espera verlo disfrazado con pajarita, como en aquella célebre gala de los Goya. Gabilondo y Bal son dos señores clásicos a los que poco puede objetarse en este terreno, de igual forma que Mónica García tiene un estilo definido y adecuado a su forma de ser, o a su personaje. Recomendaría en cambio a Díaz Ayuso y a Monasterio una cierta audacia, sin por ello dejar de ser ellas mismas, no fuera a ser que despistaran, sobre todo en el caso de la candidata de Vox, a sus potenciales electores y electoras. No favorecen a la presidenta en funciones ni un pelo tan oscuro como el que luce últimamente, porque endurece sus rasgos que son dulces de natural, ni faldas o vestidos tan largos y anchos, que ponen sobre ella más edad de la que tiene en realidad. Lo importante es, sobre todo, que los candidatos se muestren relajados y con el control de la situación. Confiados y seguros. Sin reticencias y sin miedos. A todos les deseo suerte y contención… y mentalidad positiva, para que los madrileños puedan elegir en paz y sin ruido la mejor opción de entre todas las posibles.

Por si la reñida precampaña de las elecciones autonómicas madrileñas del próximo 4 de mayo no acumulaba ya suficiente crispación política, en los últimos días se ha unido a esa tensión un elemento nuevo: el habitual embrollo a cuenta de los debates televisivos. El ‘tira y afloja’ entre Díaz Ayuso, candidata a la reelección, y el resto de los aspirantes, se ha resuelto, de momento, con la aceptación de un debate el próximo miércoles 21 de abril en Telemadrid, la televisión pública de todos los madrileños. Pero por encima de la polémica concreta de cada ocasión… ¿qué aportan este tipo de formatos?, ¿cuáles son sus ventajas y sus inconvenientes?, ¿cuáles son las claves para salir victorioso de los mismos? Intentaré desvelarlo en este artículo.

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