Como en la célebre novela a Agatha Christie tantas veces llevada al cine y aunque el asesinato en este caso sea solamente político, el hecho es que, desde dentro y desde fuera, todas las manos se encuentran alrededor del cuello de Ciudadanos para conseguir que deje de respirar cuanto antes. Y si eso va a ser pronto así, como parece a tenor de los sondeos, España se habrá privado de un contrapeso de centro y liberal capaz de moderar las políticas de cualquiera de los dos grandes partidos, PSOE y PP, que previsiblemente seguirán turnándose en el poder en los próximos años. Lo cual será una pérdida importante de la que sus propios dirigentes deben asumir la responsabilidad por haber participado en la muerte de su criatura.

Primero fue Albert Rivera y sus delirios de grandeza cuando soñó con adelantar al PP y erigirse él y su partido como la gran alternativa de centro derecha en nuestro país. Los 57 escaños ganados en las elecciones de abril de 2019, a tan solo nueve de los obtenidos por el PP, nublaron la capacidad de entendimiento político del líder del partido naranja.

Rivera no fue capaz de darse cuenta de que los populares estaban sufriendo en aquellos momentos su particular travesía del desierto pero que aún le quedaban fuerzas de las que tirar, entre otras cosas porque disponía de un enorme arraigo territorial capaz de aguantar la respiración debajo del agua durante mucho tiempo para luego salir a la superficie y continuar el camino.

Y, enganchado a aquel monumental error de apreciación, se empeñó en mantener la primera gran equivocación, la que asestó a su partido una herida de muy difícil sanación: negarse a ofrecer a Pedro Sánchez, que había ganado las elecciones con una mayoría muy minoritaria de 123 diputados, un pacto de coalición. Si lo hubiera hecho habría forzado al hoy presidente del Gobierno a valorar y a pronunciarse sobre la posibilidad de gobernar con Ciudadanos apoyado en una comodísima mayoría de 180 escaños.

Arrimadas ha sido la encargada de rematar el asesinato de su partido por adolecer de la misma incompetencia política que demostró tener su antecesor

No sabemos cual hubiera sido la respuesta de Sánchez porque la tal oferta nunca se produjo. Y a partir de ahí, y con el apoyo entusiasta y público de quien había sido su alter ego en Cataluña pero se había trasladado ya a Madrid abandonando su papel de brillante ganadora de las elecciones catalanas de diciembre de 2017, con ese apoyo entusiasta a sus tesis insostenibles, digo, el partido Ciudadanos inició su imparable recorrido descendente en la confianza ciudadana hasta recalar siete meses más tarde en la respuesta electoral a su grandísima equivocación del mes de abril cuando en las elecciones de noviembre perdió la friolera de 47 escaños y se quedó con 10.

Aquella fue la respuesta de los electores a la miopía política de Albert Rivera, que dimitió de su puesto al día siguiente de cerradas las urnas. En febrero de 2020 le sustituyó al frente del partido Inés Arrimadas, la encargada de rematar el asesinato de su partido por adolecer de la misma incompetencia política que demostró tener su antecesor.

Al margen de sus intentos de acercar a su partido a los costados del PSOE para poner en valor su papel de partido bisagra sin darse cuenta de que Pedro Sánchez ya había elegido un socio, Pablo Iglesias, y que éste a su vez había construido en torno a sí y al Gobierno al que pertenecía una segunda alianza concéntrica a éste con los independentistas de ERC y los proetarras de Bildu a la que se sumaba el PNV y los pequeños partidos territoriales con representación en el Congreso, Arrimadas persistió en su ciega apuesta.

En esas condiciones, el papel de Ciudadanos estaba condenado a ser irrelevante, como se demostró con el paso de los meses. Y es entonces cuando la señora Arrimadas comete el segundo gran error con ribetes de homicidio contra su partido: se pone de acuerdo con la presidencia del Gobierno y con el secretario de Organización del PSOE para embarcarse en una operación contra el PP que se inició con un intento de derribar el gobierno de Murcia del que, para mayor disparate, Ciudadanos formaba parte.

La torpeza infinita de la señora Arrimadas la llevó a fracasar una vez más en su propósito. Pero ese torpe movimiento produjo unas consecuencias terribles para su partido que son las que ahora amenazan su vida como formación política: Isabel Díaz Ayuso convocó elecciones anticipadas en Madrid porque se temió que lo que habían intentado en Murcia y en Castilla y León, con pleno fracaso en ambas ocasiones, acabara por ser rematado contra esta Comunidad.

Los muy meritorios esfuerzos de Edmundo Bal por poner en valor la necesidad imperiosa de que España cuente con un partido de centro liberal como Cs van a resultar en vano

Y es ahora cuando Ciudadanos comprueba hasta qué punto ha perdido la confianza de los electores y se enfrenta a la amenaza cierta de desaparecer porque, si no logra entrar en la Asamblea de Vallecas, su futuro estará escrito.

Ésta es su única oportunidad de recuperar el aliento para seguir viviendo pero los sondeos anuncian que los muy meritorios esfuerzos de Edmundo Bal por poner en valor la necesidad imperiosa de que España cuente con un partido de centro liberal como Cs van a resultar en vano porque su partido no va a lograr representación parlamentaria.

Pero ésta no es una cuestión de mala suerte ni de que fuerzas malignas se hayan conjurado con éxito y estén a punto de acabar con el partido naranja, no. Éste es el resultado de los dramáticos y sucesivos errores de su cúpula dirigente, en concreto de los de Albert Rivera y los de Inés Arrimadas.

Pero no ha acabado ahí la cosa. Albert Rivera, el hombre que asestó la primera puñalada mortal a Ciudadanos, está dispuesto y dedicado hoy a cerrar aún más las manos sobre el cuello de su partido agonizante.

No otra cosa es que haya actuado de intermediario para que una persona tan relevante dentro de esa formación como lo era Toni Cantó se haya pasado con armas y bagajes al Partido Popular que, naturalmente, lo ha acogido con los brazos abiertos porque su llegada certifica públicamente que está definitivamente abierta la absorción del partido naranja por el PP.

Pablo Casado hace bien en intentar ensanchar la base ideológica de su formación política y ahora tiene más fácil que nunca la posibilidad de absorber a Ciudadanos entre sus filas en lo que podría definirse como una reconfiguración o regeneración del PP, que incluye el objetivo, además del de abandonar la sede de Génova por lo que tiene de símbolo de un tiempo oscuro, de abrir los brazos a la incorporación de lo más representativo del partido liberal en lo que llaman en el PP "fichar talento" para la nueva andadura del partido liderado por su joven presidente.

Nada que objetar a ese intento pero sí señalar que para llevar a cabo esa reunificación parcial del centro y la derecha españolas -la absorción de Vox está ya fuera de toda consideración- los dirigentes populares están contando con la impagable colaboración del propio ex presidente de Ciudadanos Albert Rivera además de con la ayuda inestimable de Fran Hervías, quien fue su secretario de Organización hasta las elecciones generales de noviembre cuando dimitió de su cargo junto al propio Rivera, José Manuel Villegas, secretario general de Cs y Fernando de Páramo, secretario de Comunicación.

Veamos: Fran Hervías, que se incorporó oficialmente al PP en marzo de este año y que está haciendo una eficacísima labor de captación dentro de la red territorial del partido naranja que él controla como ninguno; Villegas, que ya está colaborando con una fundación creada por el Partido Popular; Albert Rivera, cuyo futuro en las filas del PP está más que cantado y que está ayudando a los populares en su estrategia de atracción; Toni Cantó, que trabaja dentro del Partido Popular como independiente, condición que tiene los días contados; Marcos de Quinto, que tras su marcha de Cs ha aceptado colaborar también con los populares aunque no se va a incorporar a sus filas.

La sola enumeración de esta lista de viejos dirigentes de Ciudadanos que ya están de una manera u otra en el PP -más la desconocida cantidad de militantes de base que estarán haciendo lo propio- dan una idea precisa de hasta qué punto la enfermedad mortal e irreversible de ese partido ha anidado en su interior y se extiende imparablemente con la decisiva colaboración directa de sus antiguos líderes de modo que, salvo un improbable milagro de última hora, todos ellos llegarán a acabar con su vida antes de que Pedro Sánchez convoque las próximas elecciones generales.

Una auténtica pena, pero ya no hay quien lo salve. Entre todos lo mataron.

Como en la célebre novela a Agatha Christie tantas veces llevada al cine y aunque el asesinato en este caso sea solamente político, el hecho es que, desde dentro y desde fuera, todas las manos se encuentran alrededor del cuello de Ciudadanos para conseguir que deje de respirar cuanto antes. Y si eso va a ser pronto así, como parece a tenor de los sondeos, España se habrá privado de un contrapeso de centro y liberal capaz de moderar las políticas de cualquiera de los dos grandes partidos, PSOE y PP, que previsiblemente seguirán turnándose en el poder en los próximos años. Lo cual será una pérdida importante de la que sus propios dirigentes deben asumir la responsabilidad por haber participado en la muerte de su criatura.

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