Escena de película que vimos el pasado domingo en las portadas de los medios internacionales: poco antes de aterrizar en Vilna, un avión de Ryanair que había despegado de Atenas desviaba su ruta para aterrizar en Minsk, capital de Bielorrusia, escoltado por un caza MiG-29.
Por desgracia, no era cine de acción. La decisión del dictador bielorruso, Alexander Lukashenko, alegando una falsa amenaza de bomba de Hamas, tenía por objeto el secuestro y la detención del joven activista Roman Protasevich y su pareja, la ciudadana rusa Sofia Sapega. Lukashenko demuestra que está dispuesto a todo. Su escalada de represión le llevó a este episodio de piratería aérea, contrario al derecho internacional y que puso en peligro el espacio aéreo europeo y la vida de los pasajeros. Un verdadero acto criminal de un Gobierno ilegal, una amenaza directa contra la UE, cuya condena, y la del G7, ha sido unánime.
La reacción europea fue inmediata: el pasado lunes, tras la cumbre del Consejo Europeo, se aprobó la futura adopción de un cuarto paquete de sanciones económicas e individuales y se prohibió el sobrevuelo del espacio aéreo de la UE y su acceso a los aeropuertos por parte de las aerolíneas bielorrusas.
Una respuesta rápida para aislar al régimen bielorruso. Pero, sobre todo, un movimiento eficaz que llevó a la UE de la consternación a una verdadera acción conjunta.
Esta vez no hubo titubeos ni vetos de ningún gobierno. La amenaza que supone este acto nos recuerda que una verdadera política exterior común no es solo un objetivo geoestratégico, sino algo necesario para garantizar nuestra seguridad.
Es muy difícil imaginar que una maniobra como la de Lukashenko haya ocurrido sin el aliento o conocimiento de Putin
En un contexto global cada vez más dividido y polarizado entre democracias y autocracias, debemos entender que esto excede el caso de Bielorrusia. Es muy difícil imaginar que una maniobra así haya ocurrido sin el aliento o conocimiento de Vladimir Putin, principal soporte de Lukashenko.
Ante ello, la UE necesita una política exterior sólida y capaz. No es un lujo; es una exigencia para la seguridad y los valores, y para el propio proyecto europeo.
No podemos condicionar nuestra política exterior a la voluntad de un Estado miembro: avanzar hacia la decisión por mayoría cualificada en materia de sanciones y derechos humanos se revela cada vez más urgente.
Más allá de lo que ha supuesto el ejercicio de terrorismo de Estado, no podemos olvidar la naturaleza de la maniobra contra Roman Protasevich. Su delito es haber trabajado como editor en la plataforma de comunicación Nexta, un canal de Telegram clave en la difusión de contenidos relacionados con las protestas en Bielorrusia.
Lo tengo muy presente, porque desde Ciudadanos en el Parlamento Europeo impulsamos la candidatura de la oposición democrática en Bielorrusia para el Premio Sajarov 2020 a la libertad de conciencia. Entre los galardonados estaba Stsiapan Putsila, fundador de Nexta. Hoy, Roman Protasevich está en todos los medios de comunicación, pero detrás de él están esas 35.000 personas detenidas de forma arbitraria desde las protestas en torno a las elecciones presidenciales de agosto de 2020.
La Comisión de Exteriores del Parlamento decidió convocar urgentemente al Servicio Europeo de Acción Exterior e invitó a la candidata presidencial y líder de la oposición Svetlana Tijanovskaya a participar. La descripción de la situación en Bielorrusia es verdaderamente espantosa.
El Parlamento y la UE tienen una responsabilidad con la sociedad civil bielorrusa que lucha por la libertad. Hemos asumido un compromiso, y necesitamos adoptar medidas adicionales para la protección de activistas, defensores de los derechos humanos, periodistas y disidentes que, literalmente, se juegan la vida en un país donde la pena de muerte sigue vigente.
Hay que reforzar el apoyo a los medios de comunicación independientes y salvaguardar la integridad física de los activistas, incluyendo facilitar visados y asilo. Iniciativas en desarrollo, como la Plataforma contra la Impunidad en Bielorrusia, deben mantenerse para registrar y controlar las violaciones a los Derechos Humanos. Pero no es suficiente.
La UE puede ser un actor clave en la resolución de la enorme crisis que vive Bielorrusia: ha de negociar la salida del dictador y que haya elecciones libres
Ayer, la presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen, y el Alto Representante para la Política Exterior, Josep Borrell, anunciaron un paquete de apoyo financiero de 3.000 millones, congelado por el momento y condicionado a instauración de la democracia en el país, en línea con las peticiones de Tijanovskaya, que volverá a participar en el próximo Consejo de Exteriores de junio.
La UE puede ser un actor clave en la resolución de la enorme crisis que vive el país; debe convocar de manera urgente una conferencia política internacional para negociar la salida del dictador y la celebración de elecciones democráticas y con garantías.
Lukashenko, como viejo aliado de Putin, nos ha lanzado un órdago; esta vez no podemos ignorar la jugada que Rusia quiere hacer en nuestra vecindad oriental. Por nuestra seguridad, por el respeto a lo que somos y representamos y por nuestro compromiso con la sociedad y la oposición democrática de Bielorrusia, esta partida hay que ganarla.
Soraya Rodríguez es eurodiputada en el Parlamento europeo en la delegación de Ciudadanos
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