Uno daba ya por rota la relación entre Vox y PP, pero Vox dice que la rompe ahora, o la rompe más, como una foto de novio ya rota y repegada. En realidad la relación la rompió Casado en aquella moción de censura que Abascal montó para posar en la tribuna del Congreso como un palomo buchón de fuente municipal, con dorado de grifos e hinchazón de migajón mojado, como el palomo coronel de un parque de jubilados. Fue Casado el que rompió, y pareció por primera vez en mucho tiempo un líder, después de estar entre efebo aznarista, Rivera de la calle Preciados y rondador de la torería del centroderecha. Casado tenía que romper porque el voxismo sólo beneficia a Sánchez y a los vendedores de ropa de camuflaje con la que su gente parece de un Texas de Talavera. Tenía que romper porque Vox es una rémora de paranoia y robertoalcazarismo para el centroderecha civilizado. Abascal, o sea, rompe lo roto, rompe cuando ya lo han dejado a él como a un novio que está en la mili.

La relación estaba rota y se va a quedar rota, que es como el PP está ganando. El PP sube y ya supera por mucho a un Sánchez al que sólo le queda volver a darse la vuelta, volver a negarse, volver al Peugeot o algo así, después de matar a los arquitectos de su pirámide y quedarse vivo él (es como el más cobarde de los faraones). Cs apenas existe como un recuerdo proustiano, algo entredulce con sabor a mandarina o a domingo de otra edad, como la Mirinda; y Vox baja mientras se dedica a perseguir limpiabotas, a temblar de miedo o de rabia y a montar cruzadas africanistas o de montañés o de calzonazos. Es decir, que Abascal (vamos a personalizar en Abascal porque el amor hay que personalizarlo) se diría que rompe para volver, que es una táctica un poco de novio neurótico, pasivo agresivo, entre el reproche, la amenaza, el acoso y el atracón de somníferos. Es Vox el que no puede vivir sin el PP, o es que acaso creen que van a ganar las elecciones hablando de una España de negritos del Cola Cao.

Abascal rompe con el PP como ese novio de mili en Ceuta al que ya han dejado, y eso que él no ha hecho la mili (él tiene esa mili que no hizo ahí enconada y faltante, como un miembro amputado, y por eso intenta sobrecompensar practicando un paramilitarismo de cazador de patos). Pero hacer o no hacer la mili en Ceuta no es importante, ni tampoco lo que ha ocurrido ahora allí, esa declaración de persona non grata que le ha traído a Abascal el agravio, los celos, la traición, la excusa para otro numerito llorón. La declaración de persona non grata es una antigualla diplomática que ahora usan más que nada los concejalillos para darle trascendencia institucional o romana a una opinión ideológica y particular. Ninguna institución debería tener el poder de decidir si un ciudadano debe ser grato o no grato para los demás ciudadanos o para la propia administración pública, que no tiene ningún sentido. Es cierto que no conlleva consecuencias jurídicas, igual que ser reina de la verbena o Pilatos en Semana Santa, pero no deja de ponerte en una carroza o en una cruz municipales.

La relación con Vox estaba rota y se va a quedar rota, que es como el PP está ganando. El PP sube y ya supera por mucho a Sánchez

El PP asegura que se abstuvo porque no le gustan estas picotas municipales con bando municipal y macero municipal, ese antidiploma al mejor melón del condado o esa Miss Vendimia inversa, pero tampoco le gustan esos discursos de sangre y boca arenosas que le salen a Abascal como perdigonazos. A mí me parece que el PP se abstuvo, simplemente, porque ya hace mucho que rompió con Vox y no puede darle falsas esperanzas a sus amores difíciles, oscuros, enrejados y erotómanos. Pero eso, ya digo, no importa, porque el multipartidismo va camino de extinguirse, el españolito ya ha visto adónde conduce, a que llegue el Caligulilla de Sánchez (se merece el diminutivo al cuadrado de esta palabra), el Frankenstein de Sánchez y el Superman de Sánchez que es como el Superman malo y alquitranado de Superman III.

El multipartidismo se muere, se acaba, sólo ha dejado caos y pavesas, y Vox se desinfla como sus zepelines teóricos, políticos y personales, porque Vox es un partido hecho aún de zepelines en esta época, de zepelines y de barcos de rueda de paletas, una especie de steampunk prusiano, confederado, dixie o joseantoniano, o todo a la vez seguramente. Casado fue el que rompió con Abascal, aunque quizá sólo ha sido el tiempo. Puede que sea excesivo otorgarle ese mérito a Casado, que lidera las encuestas a pesar de haber orillado en su partido igual a la inteligencia que a la personalidad, un Casado que a lo mejor va camino de un nuevo marianismo o arriolismo. Quizá sólo ha sido el tiempo, el tiempo que ha secado a Cs y ha desenmascarado a Sánchez y va a volver a meter a Vox en el arcón de los capotes.

Abascal rompe sin querer romper, rompe para volver, vuelve para romper, rompe y repega las fotos y las cartas con un amor y un odio nacarados de lágrima de novia, y deja sus suspiros y su duda y su ambigüedad como una doña Inés barbuda. Abascal rompe no por lo de Ceuta ni por lo de aquella moción de censura en palomares de almena, Abascal rompe para que se le vea hacer algo más que esperar al cartero tras el cierro de forja. Si rompiera de verdad, si entregara los gobiernos del PP al sanchismo y a Frankenstein, entonces no lo iban a votar ya ni los cazadores de patos ni los palomos de brocal. Abascal rompe lo roto y en realidad no le importa a nadie. Ni siquiera al otro interesado, que quizá ni sabía que todavía tenía un novio en la mili en Ceuta.