En Afganistán han encontrado la derrota los británicos, los rusos, los soviéticos, los norteamericanos y la OTAN. Es un Matagigantes. Las voces populares dicen que el único que fue bien recibido allí fue Alejandro Magno, porque se casó con la noble Roxana de Bactria, oriunda de la región. Ahora son otros los que son bien recibidos.

9 de julio, entrevista en el South China Morning Post: el portavoz de la organización insurgente talibán, Suhail Shaheen, define a la República Popular de China como un país amigo, del que esperan que colabore en la reconstrucción de Afganistán. Incluso se compromete a garantizar que los inversores, y los trabajadores chinos no correrán ningún riesgo en un territorio controlado por ellos.

Durante la entrevista también le preguntan por el ETIM, el grupo terrorista fundada por yihadistas uigures en el oeste de China. Y su respuesta es clara y tajante: no permitirán que desde Afganistán se ponga en riesgo la seguridad nacional de la República Popular.

El encuentro del ministro chino de Exteriores con el mulá talibán Abdul Ghani Baradar marcará la agenda en Asia Central durante una década

 

Diecinueve días después, en Tianjin, norte de China. El ministro de Relaciones Exteriores de la República Popular de China, Wang Yi, se reunió con el mulá Abdul Ghani Baradar, comandante y cofundador de la organización talibán. Este encuentro marcará la agenda en Asia Central durante una década. Junto a él, están otros líderes religiosos, y autoridades morales de la organización afgana. El ministro Wang anuncia que la República Popular de China colaborará en la reconstrucción de Afganistán, y reconoce a los talibanes como una parte legítima del conflicto vigente. No es una sorpresa, los acuerdos de Doha lo consideran así, pero la organización insurgente lo interpreta como un respaldo a su ofensiva. 

Es importante situar y comprender el contexto geográfico y fronterizo de la región de la que se está hablando. Se trata del corredor de Wakhan, surgido de la Línea Durand, cuya longitud era de 2.640 km y que se estableció entre el Raj Británico y el emirato de Rahman Khan, que gobernaba a los pastunes desde Kabul a finales del siglo XIX, y que hoy es la frontera entre China y Afganistán.

Es una franja de no más de cien kilómetros de anchura que une los dos países. La línea se creó para dividir a las tribus bajo las ordenes del emir. Luego fue frontera entre Afganistán y Pakistán, siendo conocida la parte paquistaní como la FATA, es decir, Áreas Tribales bajo Administración Federal. 

Actualmente, para rodear a una hostil India, China ha establecido una alianza estratégica con Pakistán. Desde Kashgar al norte, hasta Gwadar al sur, florecieron inversiones estructurales chinas. En Pakistán se encuentra uno de los únicos puertos marítimos fuera de China, hasta la inauguración del de Djibouti. 

China pretende aprovechar la reconstrucción para establecer un un nodo seguro, tanto para sus conexiones con Turquía, y de ahí con Europa, como para potenciar regiones como Kashgar

A la vista de lo leído, ¿qué interés puede tener China en Afganistán? Aprovechar la reconstrucción de después del conflicto actual para establecer un nodo seguro, tanto para sus conexiones con Asia Central, que a través de la Belt and Road (B&R) conectan China con Turquía, y desde allí con Europa, como para sus planteamientos de desarrollo interior en esas regiones fronterizas, como las de Kashgar. 

Afganistán se encuentra entre los dos grandes proyectos, la B&R por el norte, y el China-Pakistan Economic Corridor (CPEC) por el sur. 

Es muy importante recordar que en 2014 el primer ministro chino, Li Keqiang, visitó África con la promesa de consolidar un período dorado para los países africanos si existía cooperación y colaboración entre ellos y China. En la actualidad, siete años después de esa visita y promesa, el rol de las inversiones chinas es fundamental para el desarrollo nacional de muchos países africanos. 

Además, la necesidad de unir los polos económicos chinos en el continente ha generado más inversión, y ha tenido efecto en la zona, tanto a nivel de infraestructuras, como de industria y progreso económico. 

E sto esperan de China los talibanes. Ya existen inversiones chinas en Afganistán vinculadas a la minería y a los recursos naturales que, como consecuencia de la guerra, no son operativas. La existencia previa de estas inversiones, vinculadas con las crecientes inversiones en territorio paquistaní hace que surja la misma necesidad que en África, la de unir los polos económicos afganos con los paquistaníes.

En algún momento ya se ha llegado a plantear la necesidad de construir un ramal ferroviario que una Afganistán con Pakistán, y así vincular las inversiones chinas en suelo paquistaní a las que ya existen en suelo afgano. 

Sin duda en Afganistán veremos en acción las dos vertientes de la diplomacia china: Por una parte, la que consolidó Deng Xiaoping de construir el progreso económico y social con la promoción de la paz y la cooperación. Y por otra la diplomacia promovida por Xi Jinping, basada en la certinidad de reivindicar el papel de China en el mundo, contra cualquier exigencia o intromisión en la política doméstica. 

Esta está siendo su defensa del papel que empieza a reclamar en la región, en la que nadie tiene autoridad para hablar de la construcción de la paz en Afganistán porque todos los intentos han fracasado, y que ahora es, tal vez, el turno de otra potencia y sus métodos, para conseguirlo. 

De momento, hoy por hoy, la ofensiva talibán continúa avanzando, la Coalición continúa retirándose, las Fuerzas Armadas Afganas desertando, y China sigue esperando.


Guillem Pursals es politólogo, Máster en Seguridad, especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado.