No hizo un mitin al uso apto para un cierre de congreso culminado con éxito. Tampoco desgranó Alberto Núñez Feijóo lo que podría haber sido un programa electoral, pero lo que sí dejó claro desde el primer minuto de su intervención fue la razón de su candidatura. En pocas palabras, el motivo por el que había venido: a ganar las próximas elecciones.

El ya nuevo presidente del Partido Popular que acababa de ser respaldado con una aplastante mayoría superior al 98% de los votos emitidos, optó por dejar las cosas claras ante sus compañeros, y lo hizo en todos los órdenes, con un sólido discurso, excelente en su estructura e impecable en su ejecución.

Primero explicando quién era él, cuál ha sido su trayectoria política desde sus primeros comienzos, la experiencia que le avala y desde la cual entiende que debe ser la acción política del partido que desde ayer lidera.

Trazó en ese aspecto la actitud que va a presidir desde hoy y para siempre la acción política del Partido Popular, también ahora que está en la oposición. Y para dejarlo claro enumeró un buen puñado de aspectos en los que el Gobierno puede contar ya de entrada con el apoyo del PP. Fueron numerosos los asuntos enunciados pero muchos de ellos tenían trampa porque apuntaban a una política que es la contraria de la que aplica el Gobierno de Pedro Sánchez.

Véase: “Para rectificar lo que se hace mal, garantizamos nuestro apoyo al Gobierno; para dejar de ocultar los problemas que hay y los que se sabe que vendrán, garantizamos nuestro apoyo al Gobierno; para agilizar las medidas que los españoles necesitan; para cesar a los ministros que hacen oposición desde el Gobierno; para bajar impuestos a la energía; para proteger nuestros servicios públicos con una economía que crezca de forma sana; para no depender de nada ni de nadie de los que quieren fracturar y dividir nuestro país; y para, queridos amigos de Ceuta y Melilla y de toda España, para respetar que la política exterior no es cosa de un hombre sino de todos los españoles, garantizamos nuestro apoyo al Gobierno; para ocultar a los españoles aquello que les incumbe; para dejar de posponer las soluciones que urgen, nos encontrarán. Estamos en la Constitución, en el interés general, en el sentido de Estado. Ahí siempre nos localizarán”.

Esta enumeración de cuestiones, la mayoría de las cuales exigiría que el Gobierno y el propio presidente cambiaran de piel, de estrategia y de modales, fue la utilizada por Feijóo a modo de letanía para hacer una crítica contundente al Gobierno envuelta en un ofrecimiento de ayuda. Una cuestión de estilo que ahorra el encontronazo y elude por completo el insulto.

Pero lo que subyacía también bajo esa parte de su discurso era la evidencia de que el PP que él va a presidir no va a basar su política de oposición en la negativa sistemática a respaldar al Ejecutivo en todas las iniciativas que lleve a cabo. Y ése es un cambio de actitud que va inexorablemente a condicionar, y a modificar, en buena medida la actitud de Pedro Sánchez y de sus ministros hacia el PP a partir de hoy. Por eso a última hora de ayer se supo que el presidente del Gobierno ha invitado a La Moncloa al líder de la oposición esta misma semana.

Cuando se dirigió a los suyos describía la clase de partido que el PP debe ser para merecer el apoyo de una amplia mayoría de ciudadanos. Y en ese campo delimitó un espacio muy ancho donde la tolerancia y la diversidad, también la tolerancia ante la diversidad, son las señas de identidad del partido al que él se dispone a dirigir no exactamente a la victoria entendida tradicionalmente como tal, sino a la asunción de las responsabilidades que conlleva el ejercicio del poder.

De aquí a las elecciones no habrá reyertas internas y todos remarán en la misma dirección, que será la que señale en cada momento su nuevo y aclamado presidente

Y el partido que Alberto Núñez Feijóo describió ayer es una formación de centro derecha de talante moderado, defensora acérrima de la estructura territorial de Estado descrita en la Constitución porque el sistema autonómico es la mejor fórmula para armonizar dentro de una sola nación la pluralidad española, que no es un invento contemporáneo sino la asunción de una realidad que tiene siglos de existencia. Por eso advirtió además que el PP no es un partido confederal sino único y autonomista que defiende la nación española.

Un Partido Popular que acepta y respeta cualquier tipo de familia, que no pretende imponer ningún modelo predeterminado, que ampara y apoya todas las lenguas que se hablan en España, lo que definió como “bilingüismo cordial”, al mismo tiempo que defiende el uso generalizado de la lengua común de todos los españoles.

Y así, poco a poco y desgranando las características del perímetro ancho e incluyente que él quiere que tenga el PP que se dispone a liderar, Alberto Núñez Feijóo fue trazando la distancia que separa a su partido de Vox, la formación que se sitúa a su derecha. Y para ello fue apuntando, sin nombrarlo, muchas de las características que componen la identidad del partido de Santiago Abascal.

Pero cuando se hizo evidentísimo de quién o de quienes estaba hablando en ese momento fue cuando dijo: "Dejemos ya de repartir carnés y de ser más españoles que nadie, más patriotas que nadie, más del común que nadie; ¡aquí cabemos todos!".

La intervención del flamante presidente del PP no tuvo aristas ni teatralización de ninguna clase. Fue un discurso en tono sosegado, plagado de frases cortas, cargadas de sentido y de intención, que habrán de incluirse en el catálogo del partido porque en ellas está su definición política, la enumeración de sus valores, el compromiso con sus electores y el diseño del talante con el que se dispone a gobernar en el futuro.

Partiendo, eso sí, de una ventaja acreditada: “Nosotros sabemos gobernar y esa es una distinción determinante”. Es decir, no accedemos, ni accederemos, al Gobierno ayunos de conocimientos ni para seguir un curso de aprendizaje al mismo tiempo que ejercemos el poder. En eso hizo hincapié para dejar claro que un Partido Popular en el Gobierno de España será cualquier cosa menos un experimento de resultados inciertos.

Núñez Feijóo destiló a lo largo de todo su discurso una aplastante seguridad responsable, lo cual es tanto como decir una certeza abrumada por la comprensión cabal de la dimensión y la trascendencia para su partido pero sobre todo para su país, que tiene el compromiso recién asumido. No se engaña porque calibra bien, por experiencia, por inteligencia y por madurez personal, el alcance de su apuesta política.

No se entretendrá en juegos ni en envites de corto plazo. No corresponde a su personalidad y forma parte del compromiso asumido ante quienes ayer, tan aliviados como agradecidos, le vitoreaban ilusionados al término de su intervención.

Quienes le escucharon ayer se han dado perfecta cuenta de que el presidente gallego es el líder que les puede sacar, que les ha sacado ya, de la postración interior pero además que les puede llevar a ser, de nuevo, el partido que gobierne España tras las próximas elecciones. En esa esperanza descansaba ayer buena parte del entusiasmo de los presentes.

De aquí a las elecciones no habrá reyertas internas y todos remarán en la misma dirección, que será la que señale en cada momento su nuevo y aclamado presidente.